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¡Paz de espíritu, el camino!

Publicado por WebMaster em STUM WORLD

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por Flávio Bastos - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

“Recordemos que el hombre interior se renueva siempre. La lucha lo enriquece de experiencia, el dolor le perfecciona las emociones y el sacrificio le templa el carácter. El espíritu encarnado sufre constantes transformaciones por fuera, a fin de engrandecerse por dentro”. (Chico Xavier)

¿Cómo conseguir la tan anhelada tranquilidad interior, cura de todos los males del cuerpo y del alma? ¿Será que solamente los seres privilegiados de la naturaleza humana como los beatos, santos y gurúes consiguen alcanzar ese nivel espiritual?

Sin duda, son preguntas que nos hacemos desde hace milenios, siempre en busca de respuestas, a las cuales tendremos acceso si tenemos la experiencia de la jornada evolutiva de la propia conciencia.

Lo cierto es que pasamos por alto el hecho de que los seres humanos que han alcanzado el nivel de paz espiritual, lo han logrado con mucho esfuerzo, discernimiento y perseverancia en el Bien. Conquista adquirida después de mucho caer y levantarse en el campo de la moral y de la ética humana.

En el ámbito de los desequilibrios psíquicos, son muchas las inquietudes del alma, empezando por los sentimientos no resueltos que nos acompañan desde hace siglos. Perturbaciones de difícil solución a medida que tenemos dificultades para abrir el chakra cardíaco y hacernos receptivos al contagio del amor desinteresado y profundo, que anida latente en nosotros mismos.

Liberarse del yo egoico, exclusivista, e invertir en la expansión de la conciencia objetivando un mejor nivel de percepción de uno mismo en cuanto inserto en un contexto existencial multidimensional, es el desafío de aquel que busca la paz de espíritu.

En ese sentido, el cultivo de la sencillez – porque la naturaleza es sencilla – es la mejor forma de erradicar las impurezas espirituales que desde muchas vivencias arrastramos con nosotros. Pero ser sencillo es abdicar, poco a poco, del yo centralizador en favor de un yo expansivo que se libera del egoísmo y del orgullo, sinónimos de alienación y ceguera del espíritu…

Situarnos como seres pertenecientes a la naturaleza universal, si bien temporalmente insertos en la dimensión física y en fase evolutiva, se hace fundamental en cuanto percepción adquirida de sí mismo. Comprensión que sirve como base de auto-conocimiento para la consecución de la paz interior.

No obstante, difícilmente lograremos la anhelada tranquilidad si no tenemos la percepción del momento existencial (la vida) como oportunidad de alterar para mejor el paradigma de comportamiento que nos acompaña y que tiende a repetirse con su carga de inquietudes y temores que nos desarmonizan.

La natural benevolencia, asociada a la sencillez, son sinónimos de una mente – y de un espíritu – que comienza su proceso de pacificación interior, cuando la sintonía por el pensamiento pasa a oscilar cada vez menos, manteniéndose compatible con el nivel de la andadura evolutiva.

En el momento en que oscile menos nuestra frecuencia vibratoria, o incluso se estabilice esa frecuencia en elevados niveles de conciencia, eso será signo de que hemos empezado a conquistar la paz interior.

Con todo, hasta llegar a ese nivel, han pasado siglos y siglos de alienación de la conciencia. Muchas equivocaciones hemos cometido en nombre del “amor” o de lo que considerábamos que fuese amor. Muchas pérdidas afectivas nos han causado dolor y sufrimiento, sin que comprendiésemos el motivo, e igualmente los hemos causado a otros individuos de nuestras relaciones afectivas.

Hasta asimilar las Leyes del Amor que se hallan grabadas en nuestra conciencia, aunque, paradójicamente, no seamos conscientes de ello, muchas “infracciones” han sido cometidas o lo serán, en nombre del libre albedrío. Situaciones que acumulan “débitos por saldar” para con las mismas Leyes, vida tras vida…

A partir del momento vital en que percibimos con los “ojos de ver” que la vida es una nueva oportunidad de (re)conciliarnos con el pasado, todo se vuelve más claro y el discernimiento pasa a funcionar como instrumento, que al alejar las sombras de la alienación, aporta lucidez – o luz – a nuestras conciencias.

En fin, cuando conquistamos el punto de equilibrio existencial llamado paz de espíritu, revelamos al universo nuestra verdadera identidad: el Yo espiritual, agente que promueve la paz y el amor entre los seres vivos. Y a partir de esa estabilidad psíquico-espiritual conseguida con gran lucha interior, abnegación, perseverancia en el Bien y aprendizajes en el ámbito del Amor Mayor, nos hacemos, definitivamente, individuos a bien con la vida y a camino de progresar todavía más, hasta alcanzar niveles superiores de espiritualización, que es el real propósito de nuestra existencia.

Psicoterapeuta Interdimensional.

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