Celebración
por Elisabeth Cavalcante em STUM WORLDAtualizado em 03/08/2007 12:12:19
Traducción de Teresa - [email protected]
La vida y sus desafíos nos llevan, muchas veces, a olvidarnos de algo tan sencillo y tan raro en los días que corren: la celebración.
Pero, ¿cómo podemos celebrar, si los problemas son tantos y la realidad tan difícil? El secreto consiste en ser capaces de, cada día, cambiar nuestro punto de mira y observar, en la banalidad de lo cotidiano, motivos para celebrar.
Esto sólo será posible si estamos permanentemente conscientes de la transitoriedad del momento presente, de que él solamente dura un instante y, si perdiésemos la oportunidad de percibir en el ahora lo que de más precioso tiene, perderíamos lo mejor de la vida.
La sonrisa que un niño nos dirige repentinamente en la calle, el inesperado aroma de una flor que nos alcanza o una brisa súbita que nos acaricia en un día de canícula son manifestaciones de lo divino, que nos obsequia todo el tiempo con innumerables motivos para celebrar.
Pero tan sólo nos alcanzarán si estamos siempre plenamente atentos y receptivos a su llegada. Abrirse a la sonrisa y a la alegría, a pesar de los dolores que siempre formarán parte de nuestra jornada, es la herramienta más eficaz para una vida plena y feliz, hasta el último instante.
“Risa
La última sorpresa del místico Chino
La risa es eterna, la vida es eterna, la celebración continúa. Los actores cambian, pero la pieza continúa. Las olas se suceden, pero el océano continúa. Tú ríes, tú cambias – y alguien más ríe –, pero la risa prosigue. Tú celebras, alguien más celebra, pero la celebración continúa. La existencia es continua, es un ‘continuum’. No hay un único momento de quiebra en ella.
Ninguna muerte es la muerte, porque cada muerte abre una nueva puerta, luego es un comienzo. No hay final para la vida, hay siempre un nuevo comienzo, una resurrección. Si cambias tu tristeza por celebración, entonces también serás capaz de cambiar la muerte por resurrección. Aprende ese arte mientras hay tiempo.
He oído hablar de tres místicos chinos. Nadie sabe sus nombres hoy y nunca se ha sabido cuáles eran sus nombres. Eran conocidos apenas como “los Tres Santos Risueños”, porque nunca hacían nada más que eso: ellos reían.
Esas tres personas eran realmente bellas, riendo con sus barrigas balanceándose. Era contagioso, pues los demás también comenzaban a reír. Todos en la plaza del mercado comenzaban a reír. Pocos momentos antes era un lugar feo, donde las personas sólo pensaban en el dinero, pero súbitamente esos tres locos llegaban y modificaban la calidad de todo el mercado.
Ahora todos habían olvidado que iban allí para comprar y vender. Nadie pensaba ya en sus ganancias. Durante algunos segundos, un nuevo mundo se abrió. Viajaban por toda China, yendo de ciudad en ciudad, tan sólo para hacer reír a la gente. Personas tristes, personas irritadas, ávidas de lucro, envidiosas, todas comenzaban a reír con ellos. Y muchos encontraban la clave: tú te puedes transformar.
Con todo, cuando estaban en un pequeño pueblo, uno de los tres murió. Las personas de la aldea se reunieron y dijeron: ‘Ahora habrá problemas. Ahora veremos cómo se las arreglan para continuar riendo. Su amigo se ha muerto, tienen que llorar’. Pero cuando llegaron, los dos estaban bailando, riendo y celebrando la muerte. Las personas dijeron: ‘Esto es demasiado. Cuando un hombre muere, es profano reír y bailar’.
Ellos respondieron: ‘Durante toda la vida hemos reído con él. ¿Cómo podemos darle el último adiós con cualquier otra cosa? Tenemos que reír, tenemos que divertirnos, tenemos que celebrar. Ese es el único adiós posible para un hombre que ha reído durante toda su vida. No podemos pensar en él como en un muerto. ¿Cómo puede morir la risa, como puede morir la vida?’
Entonces el cuerpo debía ser cremado y las personas de la aldea dijeron: ‘Vamos a bañarlo, tal como prescribe el ritual’. Pero los dos amigos dijeron: “No, nuestro amigo dijo: ‘No ejecuten ningún ritual, no cambien mis ropas y no me bañen. Tan sólo colóquenme tal como estoy en la pira funeraria.’ Siendo así, hemos de seguir sus instrucciones.”
Entonces, súbitamente, tuvo lugar un gran acontecimiento. Cuando el cuerpo fue colocado sobre el fuego, aquel viejo hombre hubo gastado la última broma. Había escondido muchos fuegos bajo sus ropas, ¡y comenzó un festival de fuegos! Entonces todo el poblado empezó a reír. Los dos amigos locos estaban bailando, y en seguida todos bailaban también. No era la muerte, era una nueva vida.”
OSHO – El tarot de la transformación.