Imán VI
por Saul Brandalise Jr. em STUM WORLDAtualizado em 16/03/2008 11:38:39
Traducción de Teresa - [email protected]
El Universo no se cobra de nuestra ignorancia. No sirve de nada saber. Es preciso aplicar. No podemos olvidarnos de que lo que está en la mente, en el cerebro, forma parte de nuestros valores.
Uno de estos valores es que soy un imán. Ley de la Atracción o como lo quieran denominar. No importa el nombre. No importa cómo o de qué manera vamos a bautizar ese fenómeno. El caso es que existe y con él nos pautamos y cosechamos nuestros frutos. Es muy fuerte ese fenómeno. Más fuerte de lo que podamos imaginar.
Hemos nacido con un potencial enorme de energía positiva. Nuestros educadores, padres y profesores y el medio en que vivimos son los responsables directos de la colocación de verdades en nuestra mente.
Es cierto que ellos, los padres, principalmente, han sido elegidos por nosotros, antes de encarnarnos para poder hacer de nuestra vida un real rescate. Pero la rutina de ésta es fruto de nuestras decisiones. Principalmente de su comodidad. De no querer cambiar por ser difícil. Es más fácil, como siempre me gusta afirmar, ponernos en la postura de pobrecillos. La alteración de un proceso siempre exige esfuerzo. Nada ocurre sin que seamos los protagonistas. Y mucho menos sin que pongamos nuestro máximo empeño.
Las crisis han de ser superadas. Su eliminación depende de nosotros. De nuestra lucha, garra y posicionamiento.
No sirve de nada sólo pedir protección – ésta no viene. No sirve de nada rezar y permanecer esperando – nada va a suceder.Nadie puede interferir en nuestro Libre Albedrío, principalmente en los aspectos esenciales que están fuera del Campo Material. Es un error creer que esto es posible, pues la ley máxima del Universo, aquí en la Tierra, es el Libre Albedrío.
Ahora bien, si somos imanes y proyectamos algo para recibir retorno, ¿cómo podremos esperar cambios si no tomamos actitudes? Si permanecemos de rodillas orando y no tomando actitudes, NADA VA A OCURRIR.
No hay cómo escapar a esta realidad. Lo que me ocurre, yo lo inicio. Yo comienzo el proceso. Es obvio que hemos de tener fe, ésta impulsa nuestra acción. Es el combustible que circula entre nuestros pensamientos y actitudes. Pero ¿fe en quién? Primeramente en nosotros, al fin y al cabo somos los propulsores de nuestras actitudes.
Pide a Dios que ayude, pero no hagas nada. ¿Sabes lo que va a ocurrir? NADA. Pero ¿fe en quién, entonces? Primeramente en nosotros mismos. Después, obviamente, en nosotros mismos. Siempre en nuestra capacidad de realizar. Es engañifa de la religión el considerar que somos ayudados. La energía en que vivimos la proyectamos nosotros. Los pensamientos son nuestros, ¿cómo entonces pensar que las cosechas son fruto de la ayuda de terceros?
Es determinante para nuestra vida que despertemos para esta realidad. Soy el que Soy. Fruto de mis verdades. Resultado de mis actitudes. El Universo determina que así sea. Lo demás es cuento.
Lo que acabamos siendo es la sumatoria del medio en que vivimos y donde confortablemente permanecemos, o de la forma aguerrida en que nos posicionamos. Es preciso estar atentos a que toda verdad en que creemos fue construida cuando empezamos a dar nuestros primeros pasos.
Esto me hace recordar el cuento del Padre que estaba entrenando a su hijo de tres años en el arte de la obediencia con sabiduría. Puso al hijo en lo alto de un armario y dijo:
Hijo, échate a los brazos de papá... El hijo estaba inseguro... Él insistió: Échate, hijo. Papá te está llamando. Después de pensarlo un poco, el hijo se echó. El Padre dio un paso atrás y le dijo al hijo caído en el suelo:
En la vida no confíes ni siquiera en Papá...
Antes de confiar en los demás, primero hemos de descubrir el total de nuestro potencial, que es inmenso. Jamás, con todo, confiar desconfiando. No me refiero a esto. No existe media confianza.
Sin embargo, ¿cuántas decisiones en nuestra vida han sido tomadas con confianza y nos hemos partido la cara? Si hubiésemos tenido ese entrenamiento que el papá dio a su hijo, jamás seríamos pillados de sorpresa. Es cómodo confiar, pero, es dolorosa, muy dolorosa la decepción.
Así empezamos a llegar a la conclusión de que la vida es igual al vuelo suelto de un piloto que acaba de obtener el permiso de vuelo. Él, el avión, el aire y su mundo. Nadie para ayudarle. Nadie para instruirlo u orientarlo. O lo hace bien o se la pega.
Hemos de confiar exclusivamente en nuestra capacidad interior de realizar nuestras verdades. Pocas personas son dignas de esa confianza.
Y, más todavía, nuestro imán empezó a ser creado, producido de veras, cuando hemos puesto las primeras verdades en nuestra mente.
¿No estás bien? Has confiado demasiado. Entonces es preciso coraje para mudar la energía en torno a nosotros. Caso contrario, sólo recogeremos sinsabores. Tú eres un IMÁN.
Sé que nos veremos.
Beso en el alma.