Las imágenes que nos componen y la búsqueda de si mismo
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 10/07/2008 14:27:49
Traducción de Teresa - [email protected]
Tú puedes ser la Beth que va al supermercado y charla con todos los se encuentra por delante, la tímida Marta que prefiere no ser vista, la Cinira que juzga a todos los demás como si fuesen sus siervos o tener la personalidad similar a otras tantas formas de manifestación.
Aquí estamos hablando de los diversos aspectos que suelen componernos y que nos ayudan a identificarnos con lo que somos.
En el camino de nuestras vidas, a través de nuestras experiencias, aprendemos y acoplamos a nuestro ser – de modo inconsciente la mayor parte de las veces – las imágenes/aspectos que nos componen, siendo que esto suele ocurrir desde cuando éramos pequeñísimos, antes incluso de empezar a hablar.
Desde que llega al mundo, un nene capta y percibe mediante los órganos de los sentidos el ambiente en que se encuentra y sus impresiones quedan marcadas en su psiquismo, siendo que en éste consta también la forma como le recibe el medio, los aspectos del padre, de la madre, al igual que los de las figuras más cercanas, y asimismo lo que esperan que él sea y corresponda. Sólo a partir de este pequeño comienzo podemos tener un breve esbozo de la personalidad que va a formarse.
A lo largo de la vida, este nene va creciendo y a medida que se va identificando con el mundo, va aprendiendo nuevas maneras de ser que se acoplan y se desarrollan a partir de esta primera formatación.
Las personas se transforman, entonces, en el resultado de la sumatoria de sus experiencias de identificación y así van constituyendo sus identidades.
En esta etapa de sus vidas pueden pasar dos situaciones interesantes:
- que vivan aceptando sin cuestionamiento alguno ser aquello en que se han convertido, zambulléndose ciegamente en los esquemas vigentes, viviendo una situación de “normopatía”, considerando que todo es normal sin apercibirse de la situación existencial en que están. La gran mayoría de las veces viviendo una vida mediocre, con mucho menos de sus reales posibilidades.
- que se cuestionen si de veras son aquellas las imágenes que los componen, o si existe un si mismo que independe de la formatación experimentada y traducida como ser pensante.
Esta segunda cuestión es hoy día bastante actual. La sociedad en que vivimos, donde todo cambia muy rápidamente – donde lo que aparentemente tiene sentido ahora, en el mismo día puede perder su valor – remite a las personas a cuestionarse sobre qué o quiénes son. Ya no queda donde apoyarse. Las formataciones severas impuestas por la estructura familiar de principios de siglo, hoy cuentan muy poco.
Si una adolescente sale algunas veces con un muchacho y en seguida se va a la cama con él, éste puede pensar de ella que es una cualquiera, del mismo modo que si ella sale con otro chico en las mismas condiciones y no va a la cama de buenas a primeras, él puede pensar que ella tiene algo raro… Y por ahí va…
¿Dónde podemos encontrar nuestros reales valores? ¿Cómo podremos saber quiénes somos y cómo podemos estar tranquilos en ese lugar? ¿Existe un concepto moral que seguir?
Y por fin, comienzo de todo… ¿Existe un si mismo que dé sentido a todo ese “caos”?
En el instituto observamos a incontables personas que llegan en crisis, en medio de un tremendo malestar, pero aún en la conclusión de que ellas son las imágenes que las componen. Sienten un profundo vacío, como si de pronto fuesen acometidas por un síndrome de inadecuación relativo al medio en que viven.
En muchos casos no hubo tiempo, en la vida frenética que llevamos, de entrar en contacto con nuestras verdaderas esencias y no pocas veces se duda de la existencia de este si mismo, que es inherente a todos; que es repleto y no vacío como sospecha la mayoría.
Somos la fuente, pero todavía estamos repletos de energía vital encapsulada. Hay un lugar en nosotros donde reside el sentido real, el placer de existir y la moral genuina sin ninguna distorsión. Un lugar creativo e inteligente por excelencia. Lugar este donde no hay sentido alguno para la futilidad de la vida, como tantos experimentan hoy en día.
Entrar en contacto con las imágenes que nos componen, y pasar por un proceso para “desimantarse” de ellas no es fácil, pero el placer de sentirse efectivamente existiendo en si mismo vale la aventura que envuelve este tipo de jornada de conocimiento.
