El Síndrome del Pánico y la búsqueda frenética de lo sensacional de la vida
por Silvia Malamud em STUM WORLDAtualizado em 15/10/2008 17:04:01
Traducción de Teresa - [email protected]
Abordaremos algunas vertientes que pueden culminar en el hoy conocido síndrome del pánico, siendo que el tema no se cierra con este artículo.
Vivimos en un tiempo infinitamente diferente de aquel en que vivían nuestros abuelos. En nuestra actualidad, a todo momento somos infiltrados por lo que de más guay existe para vivenciar.
Hoy lo que reina es la frenética búsqueda de instancias que nos den la sensación de placer inmediato y en corto espacio de tiempo nos traigan la sensación de éxtasis.
Dentro de este contexto, leyes y órdenes poco a poco van perdiendo sentido para los que ciegamente buscan ese tipo de situaciones. En su lugar queda un “todo vale” a cualquier precio, donde la moral interna de cada uno se convierte en amoral. A partir de esa clase de demandas es cuando el caos empieza a instalarse. Desgraciadamente un caos inconsciente y ciego, puesto que los que en él residen actúan como tractores avanzando más y más en nombre de placeres egoístas a servicio de las demandas sociales.
La sociedad pasa entonces a funcionar en medio de un bloque único, que constantemente necesita agregarse a algo para tener la ilusión de completitud, muchas veces distorsionando el encuentro genuino del ser con su existir placentero y creativo, llegando a situaciones distorsionadas de placer en que se crea espacio para el desarrollo de gustos mórbidos que pueden generar la destrucción física, tanto del propio buscador como de otros.
La semana que pasó hemos tenido un ejemplo clásico de este orden en relación a una pareja de jóvenes brutalmente asesinada. No podemos poner como disculpa el aspecto social que impide a la mayoría de la población valerse de bienes materiales, ya que el propio chico muerto es un ejemplo de persona sin posibles, pero que no obstante estaba a la búsqueda de formarse como persona/ser de modo coherente; otra porque tenemos también innumerables jóvenes de fortuna cuantiosa que también se pierden por el camino.
La cuestión aquí es más profunda.
Lo sencillo y agradable ha perdido el sentido dando espacio a lo que se ha abordado más arriba, respecto de las búsquedas frenéticas que tienen por objetivo generar placer inmediato. Como si estuviesen drogados, jóvenes e incluso adultos buscan todo el tiempo ese estado de vivir la vida de modo sensacional.
Pocos son los que osan permanecer a solas consigo mismos y menos aún los que se sienten bien cuando están solos. La gran mayoría tiene miedo de toparse en medio de un inmenso vacío y debido a esto, todo el tiempo rehuyen ese contacto. Como resultado se encaminan cada vez más hacia fuera, buscando el dentro siempre por el lado de fuera.
Sin percibirse siendo, como autómatas y en una angustia silenciosa por la falta de contacto con la sensación/ser interior, automatizan sus existencias como sonámbulos, permaneciendo así como drogados, buscando por el lado de fuera lo sensacional que sugiere el éxtasis sagrado de la sensación genuina que es el existir.
Siendo así, lo que llama cada vez más es la demanda que viene de fuera.
No nos corresponde juzgar o señalar a los culpables de toda esta cuestión, sino actuar en nuestro propio beneficio. Pero ¿cómo? ¿Cómo podríamos tener la experiencia sensacional del existir sin que sea preciso buscar fuera de nosotros?
Estamos automatizados para asociar placer con compras y adquisiciones de bienes materiales, o en la peor de la hipótesis, con todo aquello que hemos referido más arriba y que está relacionado con las distorsiones mórbidas del placer en busca de la sensación de ser.
En este canal de observación la vida acaba transformándose en una grande y peligrosa diversión insana. El tiempo acaba pasando y podemos quedarnos sin la sensación de estar definitivamente existiendo.
De este modo no se hace difícil entender las crisis de pánico que últimamente vienen asolando a los más diversos tipos de personas. Si la persona no está existiendo en placer genuino, no puede tener la sensación de estar realmente viva, dando lugar así a terreno fértil para la instalación del síndrome de pánico.
En el síndrome de pánico el miedo de estar muriéndose se da porque no se está totalmente vivo como es posible estar.
La sensación de muerte inminente puede ser vista como un grito de la conciencia, un llamamiento que viene de un orden superior para que el ser pueda despertar y expresarse de una vez por todas. Un despertar para todo aquello que da placer y que por consecuencia confiere sentido a la trayectoria del existir de modo real.
Lo que acaba ocurriendo es que en todo tiempo vivimos saturados de solicitaciones, quedamos como obligados a responder de inmediato a todas las demandas, para sentirnos formando parte integrante de un medio altamente mutante. Frecuentemente nos engañamos considerando que al responder a todas esas demandas estamos en un lugar de plenitud en placer. En vez de eso, somos arrojados a situaciones de ansiedad, porque de este modo, ni de lejos estamos apropiándonos de nuestros reales deseos y de lo que para nosotros tiene sentido a fin de que podamos ser.
La gran mayoría que está en este plano vive como turista, comprometiéndose poco o nada con lo que sienten, y como consecuencia no enarbolan su propia bandera por el simple hecho de que no saben quiénes son.
Mientras el ser humano funcione como un animal humano sin consciencia sobre su propio sí mismo, el caos interno será proyectado hacia fuera y las personas continuarán haciendo de este planeta un lugar de turismo, degradación ecológica y pánico.
Pero ¿qué falta para que el “llegar-a-ser” pueda sentir “acontecer” su mejor?
- Falta implicarnos con todo lo que nos apasiona y hacer valer estas cuestiones que son solamente nuestras y que la mayoría de las veces son independientes de la demanda externa, pero que no por ello dejan de ser importantes.
- Falta que tengamos el valor de anclar en nosotros mismos nuestra propia referencia de vida, que es singular y única.
- Falta comprender que lo verdaderamente sensacional es nuestro encuentro con nuestros deseos más profundos.
- Falta atrevernos a sumergirnos y hacer valer fuera el resultado de esta inmersión interna.
“Queremos probar toda novedad que viene de fuera, pero todavía no hemos probado de nuestro propio néctar.”