Aceptando la propia vida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/04/2010 12:48:53
por Maria Cristina - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Cada uno de nosotros tiene su camino, diferente del de todos los que conocemos. Podemos incluso haber nacido juntos, como ocurre con los gemelos, pero aún así tendremos un lugar especial que ocupar en este mundo y viviremos experiencias distintas, en un derrotero que conscientemente no conocemos, pero que ciertamente se ajusta a nuestras necesidades de desarrollo espiritual. Esta es una verdad que muchas veces nos empeñamos en no aceptar. Principalmente porque nuestros sueños no siempre tienen cabida en esta andadura llena de obstáculos, de desafíos, de momentos en que sentimos tanto miedo de no poder continuar andando…
Pero a medida que vivimos y presenciamos el drama de la vida, el nuestro y el de los que van a nuestro lado, percibimos que este camino nuestro ha sido planificado y atraído por nosotros mismos, conforme a la Ley de Acción y Reacción, escrita en el Universo e infalible. No escaparemos jamás a las consecuencias de nuestros actos. Cuando cometemos errores y la justicia de los hombres no nos advirtió ni castigó, un día, no importa cuando, la justicia de Dios nos hará vivenciar momentos de corrigenda, de enseñanza, para que nos transformemos, a fin de continuar, más ligeros y más felices.
Siendo así, de nada sirve patalear y sublevarse contra nuestra realidad, pero es importante que procuremos aprender algo con la dificultad – pues ciertamente ésta se nos presentó para enseñarnos lo que aún no sabíamos.
Suelo decir que la mejor terapeuta que podemos tener es la propia vida, que nos llega, a cada instante, con desafíos instigadores – que para otros pueden ser fáciles de vencer – pero que para nosotros son murallas difíciles de escalar.
Tomar conocimiento de los problemas y obstáculos, intentando resolverlos y superarlos, es indispensable. Pero vivir quejándose de todo, como solemos hacer, en un hábito nocivo de cultivar amargura y desánimo, nada construye. Muy por el contrario. Acaba por convertirnos en personas intolerables, irritadas, de quien los amigos se alejan, pues nos hacemos demasiado pesados y generamos una energía desagradable, que hace daño a quien está a nuestro lado y contribuye a contaminar todavía más nuestro planeta ya atiborrado de vibraciones disgregadoras y obsesivas, tristes y desesperanzadas.
Podemos comprender que nada nos sucede por casualidad o sin una razón instructora. Pensando así, pasamos a aceptar mejor los acontecimientos que nos incomodan y buscamos convivir con ellos de una forma inteligente y más sabia. Seremos más felices y haremos la vida de quienes nos acompañan, en esta jornada, más serena y alegre.
Además, sabemos que todo pasa… La vida terrena va fluyendo cada vez más rápidamente. ¿Para qué guardar y rumiar acontecimientos fastidiosos? Sigamos adelante, pues el mañana ya llega e incluso el instante siguiente es distinto de aquel que tanto nos hizo sufrir.
Creo que existe una técnica de bien vivir, que debería sernos más enseñada. Hemos aprendido en la escuela muchas cosas que no nos han ayudado casi nada y todo aquello, muchas veces, marca poca diferencia en nuestra vida.
¿Por qué no buscar enseñanzas que nos levanten cuando caemos, que nos hagan soportar mejor los momentos de dolor, que nos ayuden a olvidar las ofensas, que nos fortalezcan y nos llenen de coraje, cuando el dolor aprieta? El Maestro Jesús, que esta semana está siendo tan recordado, aún hoy vive en nuestro corazón porque nos dio ejemplo de vida amorosa y punteada de perdón, porque fue sencillo y desapegado, porque amó sin prejuicios, porque aceptó su misión, aun frente a tanto sufrimiento ¡y porque nos tocó muy hondo en el corazón! Tantos por aquí han pasado – letrados, ilustres, aparentemente poderosos, que ya han sido olvidados…
¡Jesús, enséñanos tu sencillez, tu humildad, tu caridad, para que podamos ser, al fin, felices!
