Almas Perdidas
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/01/2022 14:13:24
por Nadya Prem - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Alma es la denominación dada al espíritu encarnado. Término derivado del latín ánima, que significa "lo que anima".
El alma da sentido a la vida y determina el camino que habremos de recorrer.
Para manifestarse, el espíritu se reviste de varios cuerpos. En cada dimensión presenta un cuerpo energético característico. En la vida terrena, el espíritu queda envuelto en una capa fluídica bastante densa, que acaba por ocultar su esencia, hasta el punto de que se siente desconectado de su condición espiritual.
En ese estado, el hombre-espíritu pasa a ser un alma. Un espíritu animado en un cuerpo humano. Los sentidos más sutiles se hacen oscuros, debido a toda esa pesada costra que lo envuelve.
A medida que se va desarrollando dentro de los moldes terrenos, el alma pasa a vivenciar con más intensidad la vida material. Hay una "bajada a tierra", el alma crea raíces, como un árbol.
La conexión del espíritu con la materia proporciona experiencias singulares, que sin la encarnación no sería posible vivenciar.
Así como el árbol, el hombre-espíritu, además de sus raíces, desarrolla sus ramas y su copa, que se abren hacia el cielo y lo conectan con su esencia espiritual.
El alma crece, florece, fructifica y disemina sus semillas por el terreno fértil.
Entonces, es necesario que el alma tenga raíces y copa, que sea como un árbol. Y todo el proceso sucede. Conectado con la naturaleza y la espiritualidad, con la tierra y con el cielo.
Cuando el hombre-espíritu está en armonía con su naturaleza humana y su esencia espiritual, se hace fuerte y tiene una vida sana en todos los ámbitos.
Relaciones pacíficas, nutridas por sentimientos elevados, mente y emociones equilibradas. Hay discernimiento, las actitudes son conscientes y la sensación es de plenitud.
En cambio, sin esa integración, el ser comienza a enfermar.
La energía que debe fluir entre las dimensiones física y espiritual queda estancada y promueve desequilibrios de toda clase.
La falta de conexión con la naturaleza provoca en el hombre el descompás en su cuerpo físico. El cuerpo tiene su metabolismo y su equilibrio dinámico alterados.
La falta de conexión con la esencia espiritual le hace un ser egoísta. Su mente queda sujeta a las trampas que ella misma crea. Falta el alimento espiritual. Pensamientos negativos impulsados por los venenos mentales, sufrimiento mental.
Se pierde poco a poco el contacto efectivo con el alma, que es responsable por impulsar, poner en movimiento y hacer fluir la energía en el ser animado, manteniéndolo en armonía.
Se construye una imagen personal para el ser, que pasa a identificarse como "yo", el ego. La vida es un aprendizaje, mediante el cual el ser, en su relación consigo mismo, camina hacia el auto-conocimiento, que se deflagra en la vivencia dual entre el "yo" y el "otro".
El ser encarnado experimenta el conflicto de la dualidad. No obstante, el hombre-espíritu, cuando se deja llevar por las artimañas del "yo" y actúa bajo el dominio del "me apetece", acaba perdiéndose por el camino.
Se tiene entonces el alma perdida.
La falta de integración con el alma provoca una laguna, que el "yo" no sabe cómo llenar. Es un vacío interior que trae sufrimiento y falta de orientación.
Con el propósito de reprimir el dolor que siente, el ser pasa a buscar algo que le pueda aportar placer y plenitud. Sin embargo, por ignorancia, en vez de buscar la completitud interior, se deja dominar por los deseos del ego, que sólo conoce el mundo concreto de los deseos.
En la relación de pareja, trata de calmar su necesidad de dar sentido a la vida y llenar el vacío. En el vínculo de dependencia con el otro, de una forma delictuosa y perjudicial para sí mismo, intenta dar continuidad y significado a su existencia. El otro pasa a ser su punto de apoyo y el motivo de su vida. Crea el apego exagerado no sólo en sus relaciones con los demás, sino también con los objetos de los cuales se considera propietario.
La dependencia y el apego se hacen cada vez más intensos y perjudiciales, hacen crecer sentimientos de posesión, fortaleciendo el ego y todos los desequilibrios que éste trae; aumentando el distanciamiento entre el ser y su alma. Un robot, sin vida, controlado por el ego. Crea expectativas, se descontrola. Ya no es capaz de ver la belleza de la vida, de la naturaleza y ya no siente al Dios que habita en él.
En ese estado, encontramos los corazones endurecidos, heridos, que cuando sobreviene la ruptura de una relación en su vida, tanto amorosa como profesional o de cualquier otro vínculo, o bien las pérdidas financieras y materiales, acaban en depresión y en desesperanza.
El remordimiento pasa a alimentar al ser. Dolencias del cuerpo y de la mente resultan de sus creaciones mentales y emocionales.
Muchos buscan llenar el vacío mediante compulsiones de todas clases. Hay una carencia de amor propio, una ansiedad que no se acaba. Surgen los trastornos psicológicos y las enfermedades crónicas, entre otros desequilibrios.
La dependencia química, los vicios de todo orden, se instalan como llagas que encuentran espacio para crecer, envenenar y corroer las capas protectoras del espíritu, que pierde aplomo y enloquece.
En su desesperación, algunos optan por el suicidio, por no ser capaces de colmar el vacío y de soportar el sufrimiento interior.
Pero el sufrimiento es un camino hacia el despertar; y por ese prisma, el ser, a través de la enfermedad y de las dificultades materiales y en sus relaciones, es invitado a modificar el rumbo de su jornada, providenciando el reencuentro con su alma perdida.
Para que nuestra alma no se pierda, hemos de estar siempre atentos. Vivenciando el presente, el aquí y el ahora y, si por descuido la perdemos, hagamos el camino del reencuentro.