¿Ambición o codicia?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 20/04/2018 08:59:07
Autor Paulo Salvio Antolini
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Traducción de Teresa
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Muchos conceptos son usados de acuerdo a los intereses de grupos o facciones, normalmente de minorías que buscan el dominio sobre una gran mayoría de personas.
Conceptos que pasan a ser equiparados al establecimiento de "valores" y que se transmiten entonces de padres a hijos. Uno de esos conceptos es el referente a la ambición. Ambicionar es desear, aspirar, tener la pretensión y eso es bueno, es positivo. Todos deberíamos ambicionar una mejor vida, construir un mundo mejor, ser merecedores de, y así sucesivamente.
Existe cierto pudor generalizado en las personas incluso en decir "yo ambiciono...", hablando entonces con gran cautela para no ser entendidos como personas interesadas, envidiosas de lo que existe.
Se hace importante saber que hay una línea muy tenue que separa la ambición de la codicia, considerada ambición desmedida. Se presenta como el extremo, deseando a "cualquier precio". Podemos decir que codicia es el exceso de ambición. Como todo extremo, se vuelve negativo.
¿Tú tienes ambiciones? Si tu respuesta es no, revisa tus creencias, pues estás haciendo que tus energías interiores sean desperdiciadas. Ambicionar, desear, querer, son fuerzas que nos impulsan a actuar hacia la dirección que hemos establecido. Si nos da vergüenza porque nos parece que ambicionar es algo malo, eso es un defecto del carácter, entonces no podremos canalizar nuestros esfuerzos dirigiéndolos directamente a lo que se quiere. La acción quedará "camuflada", y para eso se pierde mucho tiempo, se dan muchas vueltas innecesarias y aún así, un buen observador percibirá a dónde se quiere llegar, interpretando todo ese contexto como mala intención por parte de quien está procediendo así.
Las personas que dicen: "Tengo ambiciones y quiero concretizarlas" llegan mucho más rápidamente a sus objetivos, ya que no necesitan perder tiempo en subterfugios y tampoco se sienten mal por dar pasos en dirección a ellos.
Podéis creerlo, hay personas que arrastran un sentimiento de culpa enorme, sólo porque ambicionan algo en su vida. Aquí afirmo: ambicionar no es pecado. No es querer pasar por encima de otras personas, ni atropellar valores. Ambicionar es tener claro lo que se quiere, lo que se pretende y actuar entonces objetivamente para llegar allá.
El exceso, que por cierto, es objeto de gran culto en estos tiempos, es la codicia. Los ejemplos están ahí, por todas partes. Deseos desmedidos, acciones descomunales para acumular adquisiciones muy por encima de lo necesario, ya sean de recursos materiales o de poder sobre personas o situaciones, en fin, el tener que hace daño, a todo y a todos.
Todos los extremos, todos los excesos son perjudiciales.
Los conceptos están tan distorsionados que algunas personas son mal miradas en el medio en que viven, sólo porque saben lo que quieren y no lo ocultan. Son consideradas arrogantes, prepotentes. Personas que no se consideran más que nadie, no subestiman a los demás, únicamente tienen muy claro qué es lo que anhelan y ambicionan.
Todos pueden y deben ambicionar algo para sí. Luchar por conseguir realizar lo que desean. No es pecado ni se está desconsiderando a otras personas.
Ocurre que vivimos en una sociedad donde no es conveniente saber lo que se quiere, cómo se quiere y lo que hay que hacer para lograrlo. Entonces, hacer desarrollar sentimientos de conflicto es muy conveniente. Como no nos conocemos realmente, queda un campo muy fértil para la proliferación de manipulaciones. Un ejemplo corriente: La persona gana bien, pero nunca le sobra dinero y está siempre endeudada. Si esto pasa contigo, mira a ver por qué no te sientes merecedora de disfrutar de una situación confortable. Por qué te estás penalizando, castigándote. Si no estás encontrando la respuesta tú sola, busca ayuda. Verás que después de identificar qué es lo que te impulsa a eso, rápidamente cambiará ese cuadro.
Se habla mucho de motivación, se hacen innumerables campañas para la motivación en empresas, y sin embargo, paradójicamente, se hace de todo para ahogar la ambición de sus empleados. Ellos no pueden anhelar mejoras personales a través de logros profesionales.
Pensad en ello.