Astrología, Materia y Espiritualidad
por Marcia Mattos em STUM WORLDAtualizado em 28/12/2007 05:46:09
Traducción de Teresa - [email protected]
Existe un explícito malestar, pudor, desconfianza, en algunos casos incluso desprecio, de las personas espiritualizadas o que recorren algún camino de perfeccionamiento espiritual, contra la materia.
La materia, el cuerpo, los sentidos y las sensaciones pasan así a ser el villano, el diablo que desviaría o tentaría al alma hacia fuera de su vida espiritual.
En el lado opuesto, vemos a las personas confortables, en pleno gozo de los placeres y ventajas de la materia y del cuerpo, horripilándose ante los despojamientos que temen les exija la vida espiritual. Miran este lado como algo fastidioso, desprovisto de interés y placer, austero, pobre, por predicar el abandono de todo cuanto han conquistado y que les agrada tanto materialmente.
Incluso las religiones, tampoco ellas han expresado muy bien las soluciones para esta compleja dualidad. Empezando por el propio Cristianismo – la filosofía religiosa más difundida en el occidente. En este caso, muchas veces, el cuerpo y las sensaciones son presentados como una antítesis del alma y no como un hospedero. Son el lugar del pecado y no de abrigo del alma. Y, a las riquezas materiales como estorbo para entrar en el reino de los cielos.
Espíritu y Materia son así inconciliables y obligados a convivir a la gresca.
El Protestantismo – con la Reforma de Lutero – inaugura una relectura de la teología cristiana. Hace las paces con la materia y pasa a incluir a los ricos entre los elegidos de Dios. Más todavía: asocia la riqueza del hombre a una señal – un signo – de la mirada privilegiada de Dios sobre él. Los sistemas de creencias difundidos a partir de ahí – Iglesia Universal, Asamblea de Dios y compañía, han llevado esta creencia al paroxismo y sus fieles relatan testimonios en que expresan la recompensa de su fe por la compra de una casa, la adquisición de otros dos coches, la mejora en el empleo, materializando radicalmente lo espiritual.
“What’s God has to do with it?” “¿Qué tiene Dios que ver con eso?”
Astrología, Materia y Espiritualidad
La Astrología es una ciencia milenaria, una cosmología, una perspectiva de mundo o metafísica de la Tradición. Y a la luz y epistemología de la astrología es como intentaré demostrar cómo esta ciencia resuelve conceptualmente la cuestión material y espiritual. Me serviré del propio modelo – la mandala astrológica – para ello.
Antes de otra cosa existe un individuo. Singular, encarnado. Poseedor de un cuerpo que le provoca sensaciones y que le da un vasto número de capacidades. Este individuo necesita subsistir y adquirir cosas y objetos para ello. Más que esto, ese individuo es capaz y está dotado para crear instrumentos, herramientas, y para producir cosas – artefactos, objetos – de todo orden: utilitarios, estéticos, culturales, industriales, artísticos. El ser del hombre es un hacedor, un ser de producción, de interacción con el mundo de la materia. Esta es una cualidad básica, inmediata y primaria suya.
Producir, hacer cosas, crear objetos, rodearse de ellos, disfrutarlos, ensanchar los recursos de su mundo inmediato, enriquecerse, salir del estado de precariedad, donde se vuelve extremadamente vulnerable, susceptible de ser desfalcado – es casi una segunda naturaleza del hombre. Así su seguridad aumenta, su placer, confort y gozo de las sensaciones con las cuales ha sido pródigamente dotado.
Hacer, materializar, asimilar, ganar, reducir los impactos de las pérdidas, acumular, cultivar, almacenar, agregar, reproducir y finalmente enriquecer, son todos talentos propios de esta fase. Entramos así en pleno mundo de la ecología de la ganancia y de la producción de riqueza para lo cual está el individuo capacitado y dotado. Y principalmente autorizado, legitimado para conquistar y disfrutar y establecer entre él y el mundo a su alrededor, una relación de abundancia, prosperidad y riqueza.
Para ello, como punto fundamental – y es a esto a lo que llamamos riqueza (riqueza sana, metafísica y ecológicamente correcta, no predatoria) – es necesario el correcto inventario de todos los recursos propios – que todos poseemos – y la integral utilización, vivencia y manejo de estos recursos personales – de que está dotada la propia personalidad. Este es un individuo “rico”, el que no opera en la falta, en la sustracción de sus propios recursos. La riqueza material será una consecuencia.
El segundo punto importante es no mantener una relación predatoria con la materia: desperdicio, desgaste, abuso, negligencia, descuido, mal uso, prodigalidad, etc., imaginando anti-materialmente y de manera infantil que los recursos son inagotables.
Otro mandamiento indispensable para vencer en la materia es la obediencia a la ley de la atracción. La materia atrae a lo semejante: más de lo mismo. Es preciso tener algo para obtener más de aquel algo. La actitud de poner siempre a cero lo obtenido o de mantenerse en débito crónico es contraria a la ecología de la ganancia.
Además somos pobres cuando no mantenemos una economía afectiva en relación a nuestras pertenencias o recursos. Para ser ricos es necesario respetar, apreciar, dar valor, estimar lo que tenemos, lo que es propio nuestro, lo que nos pertenece, si no, estaremos siempre desprovistos, necesitados, pobres, envidiosos. Hay que llenar de valor cada pequeño talento, cada recurso de que disponemos, y erotizarlos, hacerlos participar de nuestra economía afectiva. Esto es ser ecológicamente rico.
No hay que temer que una acumulación material llegue a crear automática y necesariamente codicia o exceso de apego. Dentro de una personalidad espiritualizada este riesgo se desvanecería completamente, ya que parte de esta acumulación sería vertida en las relaciones de intercambio en las cuales hacemos circular nuestros bienes. Y además porque ella se encargaría de distribuir su excedente entre aquellos que han promovido y participado de sus beneficios. Esto se da en la fase siguiente – que llamamos astrológicamente fase 8.
Bien, esta es la parte de la materia. ¿Y la del espíritu?
Tenemos ahora que acceder a la fase 8 – que es el eje complementario de la fase 2, la que hemos tratado hasta ahora.
Aquí entramos en el repertorio de las actitudes que son espiritualmente evolutivas cuando adoptadas en relación a la materia.
Hay que comprender que existe lo inmaterial, el alma, el núcleo que trasciende la apariencia de las cosas y su forma. Lo que está más allá de la forma: el contenido.No dejarse fascinar por la forma, por la apariencia, hasta el punto de cegarse o pasar por alto el contenido, que es lo que da vida, sentido, calidad y peso a la forma y a la apariencia. Es lo que sostiene la cosa y la convierte en candidata a ser imperecedera e inmortal, puesto que es inmaterial y sobrevive mucho más allá del final de la materia. Porque es esencia y no apariencia. Es lo que sostiene y alimenta el alma cuando los sentidos, el cuerpo, los objetos, nos faltan o simplemente no son suficientes para colmarnos.
Es lo que nos lleva a crearnos nuevamente, a reconstruirnos, a renacer, recuperarnos, regenerarnos, tantas y tantas veces después de pérdidas, enfermedades, caídas, quiebras, abandonos e innumerables especies de muerte, y que vuelve siempre a insuflar el alma y a hacernos revivir. Si no fuese así, moriríamos al primer embate de la vida. Esto es el espíritu.
Es lo que nos impele a distribuir lo que hemos ganado, a ceder, prestar, compartir, sumar con alguien y hacer alianzas de lucros. Es toda la parte que hemos ganado y que reconocemos no ser nuestra, y entonces la traspasamos en forma de salarios, comisiones, dividendos, impuestos, tasas – para que otros puedan ganar también. Con nuestra ganancia. Reconocer, agradecer y gratificar a quienes nos han hecho ganar y han participado de este complejo circuito de lucros y beneficios es la actitud de una personalidad en fase espiritual evolutiva. No estamos hablando solamente de materia o dinero o recompensa material; hablamos además del acervo de bienes inmateriales que otros han contribuido a que pudiésemos adquirir, como: amistad, amor, placer, alegría, comodidad y coraje, y de gratitud a todos aquellos que nos han regalado con una participación en esos preciosos bienes. Nos referimos a un depósito de riquezas de bienes inmateriales: alegría, amistad, amor, comodidad, placer, paz, serenidad, confianza, sabiduría, entusiasmo, fe, creatividad, intuición y felicidad, que animan el alma más que cualquier otra cosa, y que de ninguna manera pueden quedar empequeñecidos o supeditados a los bienes materiales.
Hablamos también del desapego que forma parte de esta conciencia de que los bienes inmateriales no pueden ser suplantados o subestimados por los bienes materiales – incluso sería tonto – porque éstos son mucho más perecederos y susceptibles de agotarse. Es como mínimo un mal negocio.
Otra ley importante que debe seguir una personalidad espiritualmente evolutiva es que no debemos apegarnos, aficionarnos, valorar aquello que nos ha sido quitado, que hemos perdido, que nos han robado, o que ha sido eliminado, so pena de comprometer toda nuestra economía afectiva. No podemos dar más valor o afecto a aquello que nos falta o que ya no tenemos, que al arsenal de bienes y beneficios a nuestra disposición. Aumentamos así en muchos la lesión del alma y el desfalco existencial. Debemos restar erotismo a lo que ha entrado en el débito existencial y erotizar abundantemente lo que forma parte del crédito existencial. Esto es espiritual. Es una ofensa a la abundancia de la creación que hagamos lo contrario.
Forma parte del desarrollo espiritual de cualquier persona este difícil aprendizaje de desapego. Traspasar, dar, incluir a terceros, extender parte de nuestros lucros es un típico ejercicio de esta virtud.
De la misma manera debemos estimular a los demás a practicar lo mismo – exigiendo la cuota, el salario, la comisión o la parte que nos corresponde. Cuando abrimos mano de esta parte no estamos siendo generosos – sino predatorios – al no posibilitar que el otro – aparentemente beneficiado – ejerza su cota de desapego y generosidad extendiendo a nosotros la parte que nos cabe. No estamos así eximiendo al otro, sino permitiendo que él se mantenga espiritualmente ignorante.
Igualmente, cuando damos algo de balde a alguien, por limosna o caridad, sin exigir nada a cambio, ni compensación o pago, estamos subliminalmente diciéndole que él es pobre, que no tiene nada de valor que pueda intercambiar, y manteniéndolo en estado de mendicidad e incumplimiento. Al dar o ceder algo que la persona necesita o ha pedido, debemos siempre pedir algo a cambio. Todo el mundo tiene algo para dar, aunque sea tiempo, y el tiempo puede ser un valiosísimo bien de canje. Así convertimos al otro en rico, potente y capaz, diciéndole que tiene algo de valor para darte también. Debemos siempre iluminar aquello que el otro tiene y pueda eventualmente intercambiar, y nunca lo que le falta. Esto es espiritual.
Este texto está basado en el Libro de las Actitudes Astrológicamente Correctas – Editora Campus.