Cada día es una pequeña vida...
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 11/01/2009 11:33:38
Traducción de Teresa - [email protected]
En los últimos 18 meses, especialmente, he venido buscando una comprensión todavía más profunda de mí misma y, consecuentemente, de cada alma que, de alguna forma, se me aproxima…
En esta jornada, he venido descubriendo y confirmando, cada vez con mayor lucidez, una verdad que puede ser estupenda (o no) dependiendo de la forma en cómo lidiamos con ella: ¡cada día es una pequeña vida!
Cada situación es una encrucijada. Cada paso es una elección que puede cambiarlo todo. Tal vez exactamente por eso sea tan difícil mantenernos fieles a los sentimientos que más deseamos experimentar: alegría, autoestima, gentileza, amor…
Un paso vacilante… y todo se modifica. Lo que era amor puede transformarse en celos, egoísmo, rabia, miedo. Lo que era alegría puede transformarse en duda, desesperanza, tristeza. Lo que era autoestima puede transformarse en inseguridad, agresividad, dolor. Lo que era gentileza puede transformarse en intolerancia, desistimiento, arrogancia.
Una actitud, una elección… ¡y todo puede cambiar! Y esto me hace recordar la máxima “Orad y vigilad”. Cuando se ora, se pide lo que se desea, se entra en estado de humildad, receptividad, esperanza… Pero un minuto más tarde, es preciso entrar en vigilancia constante.
Somos pasionales, estamos motivados por reacciones. Aún no hemos aprendido a ponderar. Reaccionamos automáticamente a partir de creencias limitantes, de prejuicios y defensas internas. Reaccionamos: este es el problema.
Es preciso que comencemos a actuar. Siempre actuar. Cada paso ha de ser una acción consciente, atenta, lúcida. Y para que esto se haga posible, sólo hay una manera: entrenamiento, práctica, repetición… día tras día hasta que se convierta en hábito.
Solo podemos destruir un viejo hábito que ya no nos interesa si en su lugar construimos uno nuevo, que revele una nueva dirección, un nuevo camino. Los sentimientos difíciles continuarán dentro de nosotros, pero en vez de reaccionar frente a ellos, podemos decidirnos por una nueva acción.
En último caso, vengo haciendo así: cuando aún no sé cuál es la nueva actitud que puedo tener frente a un sentimiento difícil, opto por el silencio. Respiro hondo, entro en contacto con lo que estoy sintiendo, reconozco que estoy dejándome afectar por lo que está ocurriendo y simplemente espero, en silencio, hasta que logre encontrar, dentro de mí, una nueva manera de proceder frente a viejos sentimientos.
Y así, de vida en vida, un día cada vez, pretendo despertar mañana más positiva de lo que he sido hoy…