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Cannabis sativa (marihuana)

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 12/11/2010 09:27:06


por Mauro Kwitko - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

La Cannabis Sativa es una planta herbácea de la familia de las Cannabáceas y su principal compuesto químico psicoactivo es el delta-9-tetrahidrocannabinol, comúnmente conocido como THC. Posee también otros cannabinoides, como el Cannabidiol y el Cannabinol, todos ellos responsables por sus efectos a nivel del Sistema Nervioso Central. Entre esos efectos, que atraen a muchas personas, están la relajación muscular, una sensación de calma, cierta somnolencia, una mejoría del humor, un aumento del optimismo, un estímulo de la creatividad y una mayor o menor euforia.

Esos efectos, al comienzo del consumo de esa planta, provocan una sensación agradable, que cautiva a muchas personas, pues calma, relaja, interioriza a la persona, los problemas desaparecen, ya nada es tan serio o grave, todo tiene remedio, y el consumo de esa planta se convierte en la solución para el estrés diario, para la tristeza, para la irritación, para las cosas fastidiosas de la vida que hay que hacer, para volver a uno mismo al final del día, para calmarse durante el día, y su consumo empieza a intensificarse gradualmente, porque su efecto es tan bueno que no se ve motivo para no consumirla, a fin de cuentas uno está más calmo, más pacífico, más alegre, ¿por qué no consumirla, entonces?

Y el consumo de Cannabis empieza a intensificarse, a convertirse en un acto de la rutina, una costumbre diaria, y, poco a poco, esas sensaciones agradables empiezan a transformarse: la relajación se va volviendo pereza, la calma se va transformando en lasitud, la mejoría del humor y del optimismo empieza a ser postergación, la necesidad de hacer cosas fastidiosas, cosas que no nos gusta hacer pero que hay que hacer, se empieza a dejarlas para más tarde ("Ya lo haré después.", "Ya lo haré mañana."), el aumento de las ideas creativas se va transformando en una creatividad solamente teórica ("Todo está bien.").

Cuando el consumo empieza en la pre-adolescencia o en la adolescencia, con el tiempo, la entrada en el mundo adulto, que no es más que hacerse una persona seria, responsable, dinámica, trabajadora, implicada en el mundo, victoriosa, empieza a tardar en producirse. Y el joven va permaneciendo joven, y no madura, y los años van pasando, y el joven no madura, va quedándose siempre joven, solo que ya no es así tan joven, pero su autoimagen es la de un joven, y aquí empieza lo peor: se va volviendo ridículo. Se viste como un joven adolescente y ya es un adulto, pero no se ve como adulto, se siente todavía un joven, pero ya no lo es. Sus antiguos amigos, "caretos", se han hecho adultos, y él no. El que más y el que menos estudió, se esforzó, acabó la Facultad, está trabajando, ganando dinero, haciendo cosas, ¿y él? Todavía vive y depende económicamente de sus padres, que pasan a ser, entonces, los culpables por su situación. O si no son los padres, es la sociedad, el mundo, los políticos.
Lo que ha pasado es que sus metas e ideas se fueron transformando en solamente un viaje mental, sin concretización práctica, pues el consumo cotidiano de esa planta relaja, calma, interioriza, hace a la persona sentirse bien. Y puede ir instaurándose una tendencia al aislamiento, a la soledad, o a un exceso de sociabilidad, un exceso de intimidad, sin criterios, con pérdida de la autocrítica, en la cual el adicto, no advirtiendo ya la ruina evolutiva de su aspecto físico, va perdiendo el cuidado con la ropa, con el cabello, con su postura y actitudes, hasta el punto de que todos observan que allí está una persona con el vicio de la marihuana, excepto esa misma persona, pues va a lugares donde reina el olor característico de esa planta y ni siquiera se da cuenta de eso, le parece que con ponerse desodorante o perfume va a disimular ese olor, pero no es así, o bien hace una escapadita, desaparece, y después vuelve con la sonrisa infantiloide característica, diciendo gansadas o escondiéndose por los rincones.
Su postura, su modo de expresarse, su conducta, empiezan a revelar que está sustituyendo su salud, su madurez, su energía positiva, por una actividad egocéntrica, infantil, teórica, la de quien no consigue madurar, hacerse adulto, en un viaje mental por mundos pseudo-espirituales que no van a beneficiar ni al adicto ni a las personas con quienes convive, ni tampoco a personas que podrían necesitar de su atención y cuidado, como los enfermos, los pobres, los deficientes, en un ejercicio de caridad, de cuidado, de cariño, que su corazón le pide, pero que exigiría una actitud activa, madura, proactiva, y no pasiva, adolescente, introvertida, como la creada por el consumo de esa planta.

La felicidad que se siente al empezar con ella se va convirtiendo en una alegría infantiloide, porque el consumo cotidiano de esa planta va impidiendo a la persona madurar; un joven de 18 años se comporta como uno de 14 o menos, un adulto de veinte y pocos años parece un adolescente, en su lenguaje, en su manera de vestir, en la postura, y eso empieza a reflejarse en los estudios, en el trabajo; y el consumo de una sustancia prohibida por ley puede ir creando síntomas paranoicos y esquizofrénicos, tales como el delirio de persecución, la aparición de visiones, el aflorar de ideas espirituales extrañas, principalmente si el consumidor empieza a ser (mal) acompañado por espíritus de desencarnados ex adictos, que pasan a influir en sus pensamientos, en sus costumbres, hasta dominar por completo su mente y su voluntad.
Muchas personas adictas a esa planta, afirman que su consumo, por la expansión de la conciencia que provoca, trae consigo una apertura espiritual, un nuevo enfoque de la realidad, una liberación de la información materialista de nuestra sociedad egoica y capitalista, como si fuese un reencuentro consigo mismo, con nuestra identidad espiritual; y por eso está considerada como "planta sagrada" y su consumo es defendido como si fuese un derecho espiritual, incluso basándose en la libertad de culto y opción religiosa.

Una de las alegaciones de sus consumidores es que esa planta es "pacífica" en su mensaje, que nadie bajo sus efectos se hace violento, ni agresivo, que la persona se vuelve más espiritual, más calma, más tranquila, más amorosa. Y la comparación con la bebida alcohólica, que es legal y está incluso incentivada, y su efecto supresor de la inhibición, liberador de características ocultas, que muchas veces degeneran en agresividad, en posturas auto y heterodestructivas es uno de los argumentos de los consumidores de Cannabis, y no se les puede quitar totalmente la razón en ese razonamiento..Se llega a argumentar que si todas las personas la consumiesen, se terminaría la violencia en la Tierra. Puede ser. Entonces, pienso, ¿quién sabe, el uso sacramental de la Cannabis podría realmente ayudar a que erradicásemos nuestra violencia, a domesticar el ser humano, a amansar nuestro Ego, a espiritualizarnos? Quizá sí, pero desgraciadamente, por su uso inadecuado en cualquier momento, de cualquier manera, sin guardar el respeto que exigiría, entonces, la "sacralidad" de esa planta, sin respeto por sus características de "planta sagrada", lo que se ve en las calles, en los colegios, en las universidades, en los consultorios es que esa apertura espiritual se revela en una experiencia meramente teórica, en una espiritualidad egocéntrica y egoísta, en una búsqueda de viajes internos de descubrimientos fantásticos, en un ejercicio infantil de búsqueda de placer y disfrute, de ensanchamiento de la capacidad de sentir los sonidos y los colores, teniendo por objetivo solamente viajar.
La "espiritualización" se ha vuelto solamente una teoría de ideas espirituales, un deseo de interiorizarse más y más, de ser calmo, pacífico. Esto me recuerda una historia budista:

"Una vez un aprendiz se ofreció como discípulo de un monje en un templo en las montañas. El monje preguntó qué sabía él hacer. El aprendiz se sentó y entró en estado meditativo. Pasaba el tiempo y el candidato a aprendiz, allí, sentado, meditando, interiorizado. Los días pasaban y él allí, sonriente, feliz, meditando. El monje en cierto momento, decidió interrumpir aquel ejercicio egoísta y le preguntó si quería ayudar en el templo, había que barrer el suelo, limpiar la cocina, el baño. El candidato contestó que quería iluminarse, prefería quedarse allí, meditando. El monje tomó la escoba que le ofrecía para trabajar y lo expulsó a escobazos diciendo que ya tenía suficientes budas de piedra para adorno del templo."


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