Carencia Afectiva: ¿Fruto de uma Infancia Sufrida?
por Flávio Gikovate em STUM WORLDAtualizado em 09/06/2009 10:47:37
Traducción de Teresa - [email protected]
Se oye con frecuencia la frase: ‘Tuve una infancia sufrida, por eso me ha quedado una carencia afectiva muy grande’. Ese tipo de declaraciones provoca inmediatamente simpatía y compasión. Surge el deseo de proteger a la persona que tuvo un pasado doloroso. Es evidente que muchos dicen frases parecidas precisamente para provocar ese tipo de reacciones, por esperar una especie de resarcimiento por daños sufridos en la infancia.
Para saber si ese tipo de expectativas es justo y saludable, hemos de comprender las relaciones existentes entre nuestras vivencias infantiles y lo que somos después de adultos. Hay una tendencia en las personas en general – y también en muchos psicólogos – a establecer una correlación entre episodios del pasado y ciertos rasgos de la personalidad de un adulto. ‘Fulano se ha quedado así porque pasó por tales situaciones en la infancia’ y otras frases de ese tipo son corrientes.
Estudios longitudinales – acompañamiento de las mismas personas durante varias décadas – conducidos en los Estados Unidos han venido poniendo de manifiesto resultados muy importantes. Por ejemplo: durante dos décadas han sido acompañados hijos de madres esquizofrénicas para saber cuántos de ellos crecerían con disfunciones psíquicas graves.
Es difícil imaginar situación infantil peor, pues tales madres son totalmente incapaces de manifestaciones afectivas. Pero el resultado ha sido sorprendente: cerca del 15% de los niños han crecido más equilibrados y maduros que la media – por eso mismo se les ha llamado súper críos. Muchos han evolucionado dentro de la media y tan solo algunos han manifestado dolencias mentales más graves.
Tales estudios demostraron que hay precipitación en el establecimiento de las correlaciones entre acontecimientos de la infancia y condiciones emocionales adultas. La cosa no es automática. No vale razonar así: ‘Pasó por esto, quedó traumatizado y después ha manifestado aquello’. Para muchas personas las adversidades y dificultades mayores son precisamente lo que las hace crecer fuertes y determinadas. Otras crecen derrotadas porque no han sido capaces de salvar los obstáculos.
Unas se derrumban ante obstáculos enormes, mientras que otras caen por cualquier tipo de problema banal. Todo depende de la fuerza interior de cada individuo y de los estímulos que éste recibe de los familiares y otras personas cercanas. Vivencias infantiles equivalentes influyen de modo muy variado sobre cómo vendrán a ser los adultos que pasaron por ellas. De todos modos, considerarse muy perjudicado o traumatizado por lo que se ha tenido que enfrentar será siempre un signo de fragilidad, no de fuerza.
Desde hace años tengo problemas con la expresión carencia afectiva. Ella sugiere que algunas personas tienen mayor necesidad de cercanía protectora que otras. Que las más carentes tienen derechos especiales, adquiridos en función de una historia de vida particularmente infeliz. No es eso lo que percibo. Aquellos que se colocan como carentes han tenido vivencias personales similares a las de la mayoría de las personas. Además, no es preciso ser particularmente carente para que a uno le guste, y mucho, ser tratado con amor, cariño y atención.
Para mí, lo que acaba apareciendo es que las personas más egoístas – indiscutiblemente las más débiles, pese a ser agresivas y parecer que tienen un ‘genio fuerte’ – emplean ese tipo de argumentos para obtener mayor atención y cariño del que están dispuestas a dar. El perjuicio del pasado tendrá que ser recuperado en las relaciones afectivas actuales, de forma que recibir más que dar estaría justificado por esa supuesta carencia. Es un argumento bastante pícaro, pero capaz de sensibilizar a los buenos corazones que, con facilidad, se llenan de compasión y de culpa.
La expresión ‘estoy carente’ corresponde además a una petición indirecta de atención y afecto, cosa con la cual tampoco estoy de acuerdo. No creo que se deba pedir amor. O una persona está encantada conmigo, y estará dispuesta a ser amorosa y dedicada de forma espontánea, o yo debo hacer una seria autocrítica. En vez de pedir amor y atención, quizá yo debería ocuparme de darle todo cuanto pudiese agradarle. La retribución vendrá espontáneamente. Si no viene, eso significa que la relación afectiva se ha roto y ya no hay nada más que yo pueda hacer.