Chico, el talento al servicio del Amor
por Wilson Francisco em STUM WORLDAtualizado em 06/09/2006 14:51:54
Traducción de Teresa - [email protected]
Francisco Cândido Xavier es hoy un marco en la historia del Espiritismo en Brasil, y más que eso, es una referencia para nuestra sociedad, independientemente de la creencia que se pueda tener. Un ciudadano cuya vida ha sido toda ella dedicada al bien de las personas, no sólo de los oprimidos, indefensos y enfermos. Su universo abarcaba a tantos cuantos se acercasen a él, sin distinguir la situación social. Interexistente, porque conseguía cohabitar en dos dimensiones, la terrena y la espiritual.
Se convirtió, desde su juventud, en instrumento eficaz, dócil e inteligente, de seres habitantes del mundo extrafísico. Su vida sencilla atestiguaba su incompatibilidad con los bienes de la tierra, no aprovechándose de los bienes que podría poseer, si abriese sus cofres a las dádivas de aquellas criaturas que veían sus sueños realizados, sus dolores amenizados y dirimidas sus dudas. Nació pobre y dejó el cuerpo sin poseer bienes materiales.
He conocido personalmente a Chico Xavier en 1993, más precisamente el día 1º, en su casa allá en Uberaba. Acompañado del Dr. Eduardo, de la Dra. Aldeide y de mi mujer, María, hemos almorzado juntos en un momento de gran felicidad para todos nosotros. Su presencia es confortadora, esclarecedora.
Conversábamos sobre la vida y tantas otras cosas. Él hablaba poco, su voz era casi ininteligible, porque estaba debilitado. En cierto momento mi mujer le preguntó qué podría él decir sobre la actividad de asistencia a los enfermos de sida en centros espíritas. Como dominado por una fuerza extraña, transfigurándose para mejor, con una expresión firme y clara, dijo: en ese trabajo, permanecer exento en lo emocional es imprescindible. Hacerlo con el corazón, sin establecer clima de miedo, piedad o cualquier otro sentimiento que cause fragilidad. Se necesita seguridad, equilibrio y paz interior para realizar esa tarea.
Dicho esto, se acomodó nuevamente en la silla, retornando al estado de apatía y casi incomunicabilidad de antes. Permanecimos en silencio, entendiendo que en aquel instante alguien de algún lugar había pasado por allí, dejando aquel mensaje. Una estrella estuvo entre nosotros, haciendo brillar todavía más a aquel hombre sencillo, nacido en Pedro Leopoldo. Y el brillo de la estrella se mantenía en nuestra mente y corazón. Nos hemos emocionado.
En aquella época estuvimos también, de paso, en el Hospital del Pénfigo o Fuego Salvaje, también en Uberaba. La fundadora y mantenedora de la Institución, Dª Aparecida estaba allí, con sus chinelas sencillas y su modo agradable de conversar y sonreír. Esta mujer ha hecho historia en Minas Gerais y en Brasil, se puede decir. Cuenta que lo que ha hecho la sido por odio.
Sí,
ella bien pronto ha odiado la actitud de la sociedad y de los hospitales que no cuidaban e incluso trataban mal a los enfermos de fuego salvaje. Y ha odiado tanto que decidió, como represalia, cuidarlos ella misma, y los ha traído a su casa.
Hoy, lo que era su casa, se ha convertido en un hospital modelo, con fábrica, panadería, guardería, ambulatorio y otras cosas más, dando asistencia a miles de criaturas.
Y Dª Aparecida refirió que tiempos atrás estaba en una situación muy delicada, sin dinero y con la salud perjudicada. Se puso a pensar en una salida y no la encontraba. Dos horas más tarde Chico Xavier llamó a su puerta. Ella atendió muy feliz, pocas veces se encontraban. Y Chico la abrazó, dijo algunas palabras confortadoras y alegando prisa, le dejó un pequeño envoltorio y las personas que estaban con él trajeron alimentos y ropas, que habrían de alcanzar para muchos días.
Permaneció mirando como Chico se marchaba, con la seguridad de que Dios había mandado a ese emisario del Bien, para socorrerla. Sólo más tarde abrió el envoltorio. Era un par de sandalias, de tamaño grande. Sonrió, diciendo consigo misma: ¿Y no es que él sabe que yo tengo un pie muy grande para mi tamaño? Y allá se fue, a cuidar de sus enfermos, con una sonrisa en los labios, olvidada de las dificultades y de sus propios dolores.
Chico no era sólo un talentoso instrumento del Mundo Espiritual, porque como ser social él conspiraba contra el dolor, la miseria y la injusticia, levantando siempre la bandera de la paz y del amor.
Otro encuentro significativo que tuve con él ha sido alrededor de 1975, cuando visitó la Penitenciaría del Estado. Yo integraba el grupo que daba asistencia espiritual y social, dirigido por el inolvidable Gilberto Aielo, marido de Dª Geni. En aquella época yo era un crítico contumaz de las personas que pretendían dominar, abrazar, en fin, tomar a Chico para ellas. Y hablaba de esto en charlas y artículos. El día de la visita me puse ansioso, queriendo ver de cerca a Chico. Era la primera oportunidad, una rara ocasión de estar con él. Pensé, como soy del equipo, tendré un lugar privilegiado, olvidándome de las críticas que yo mismo hacía. Sin embargo, antes de que Chico llegase, Gilberto me llamó aparte y dijo: Wilson, tú te vas a quedar allá en la portería de la Penitenciaría, para seleccionar a las personas que pueden entrar y tú entras solamente cuando toda la gente se encuentre acomodada. Y al final, vuelves allá para coordinar la salida de todos. Conclusión: yo no iba siquiera a acercarme a Chico. Entendí la lección, pero quedé contento, porque la visita de Chico fue un regalo de Dios para todos cuantos allí estuvieron. Su presencia irradió paz y alegría para los reclusos, dejando también el mensaje de la justicia para todos.
En los encuentros que se han sucedido tras la visita del médium de Minas Gerais, los presos traían cada uno su experiencia en el contacto con aquel hombre de luz. Muchos casos y una certidumbre general: un alma bendecida por Dios había pasado por allí, dejando las huellas de la victoria del Amor.
Hoy, Chico ya no se encuentra entre nosotros los seres terrenos. Habita en otra dimensión. Y ha dejado el cuerpo del modo como él quería, según dicen. Él deseaba salir sin ser notado y no quería que el pueblo se pusiese triste con su partida. Ha dejado el cuerpo el día en que Brasil conmemoraba la conquista de la copa del mundo, el Pentacampeonato. Muchos han llorado ante Chico, pero en el fondo el pueblo estaba feliz. Brasil era campeón. Chico ha sido siempre así. Quería ver feliz el corazón del pueblo. Y su vida entera, ya como un ser interexistente, ya como un ser social, ha sido una apología del Bien y de la Paz.
Gracias, Chico.