Cómo lidiar con el dolor de la pérdida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 15/05/2017 08:47:35
Autor Renato Mayol
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Traducción de Teresa
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Cuando alguien sufre la pérdida de un ser muy querido, de poco sirve en el momento de la crisis intentar consolar su corazón y su mente hablando de lo inevitable de la muerte. El dolor de la pérdida puede durar días, meses, años, e incluso hacerse crónico. No hace distinción de sexo, raza o edad, y está en el origen de emociones y sentimientos que, cuando exteriorizados, nos hacen percibir cuánto ese dolor y sufrimiento nos igualan. Sobre esto, respetando la privacidad, veamos algunos desahogos confiados a médicos y psicólogos por personas que estaban sufriendo el dolor de la pérdida:
Testimonio de L.W.: “Aun siendo la muerte un destino inevitable, no existen palabras para explicar la pérdida de alguien muy querido. Es intransferible ese sentimiento, ese dolor. Sólo quien lo ha vivido sabe cuánto maltrata nuestra alma, en todos los aspectos. Por más que queramos, por más que deseemos, nunca más seremos los mismos. Las marcas son incurables, vitalicias. Perdí a mi esposa hace seis años. Para mí parece como si hubiese sido ayer. Ya hice terapias, tuve diálogos con amigos, familia, iglesia… pero aquel acontecimiento no sale de mi vida. El aroma, la imagen, la voz. En fin, todo pegado a mí. Empecé otra relación, pero fue peor, pues de vez en cuando llamo a mi actual pareja con el nombre de la fallecida. Gracias a Dios ella lo ha estado comprendiendo, pero con mucha tristeza y quejas. Tiene el agravante de que mis hijas se parecen a la madre y cuando las veo es como si ella estuviese allí presente de nuevo. En mí no hay más que tristeza en la mirada y dolor en el corazón. Sólo el mismo Dios todopoderoso puede consolar a todos aquellos que estén viviendo lo mismo”.
Testimonio de E. M.: “El tiempo pasa, pero en lugar de disminuir, la añoranza aumenta y aumenta. No me conformo. Ya nada es igual. Nada. Todo es triste. ¡Ah, como fallé! ¡Debería haberle dicho muchas más veces 'te amo'! Eso está atragantado en mi garganta, en mi corazón y en mi alma. Paseo como solíamos, de la mano, y extiendo la mano en la esperanza de que ella venga a tomarla. Siento su perfume, su rostro lindo, su sonrisa luminosa. Voy a donde solíamos ir y pido lo que acostumbrábamos a pedir. Intercambio algunas palabras con quien siempre nos atendía; me siento en una mesa alejada y lloro, lloro, lloro. Recuerdo cuando, mezcladas con purpurina y arrojadas al mar, sus cenizas se hundieron, y la purpurina, volviendo a la superficie, dibujó una linda rosa roja en las aguas. Lloro y dejo que las lágrimas caigan bajo mis gafas oscuras. Por la noche, permanezco mirando al cielo y a la acera, abajo. Lo que me consuela es la esperanza de poder un día reencontrarla, uniendo el dormir con el despertar”.
Testimonio de J.R.: “Mi madre se fue hace 14 años, mi hermano hace dos, y mi prima, a quien yo tanto amaba, hace un año. Son las personas a quienes yo más amaba. A veces, cuando pienso en eso, me mato a llorar. Después, más tranquila, reflexiono que la muerte es el destino final de todos. Rezo y luego siento un sueño profundo. Cuando despierto me siento aliviada, y es como si alguien me confortase y me dijese: No llores hija mía, todo va a pasar”.
Por los anteriores testimonios, semejantes a otros muchos, se advierte que en general, el dolor de perder a alguien, a quien amábamos mucho y siempre amaremos, suele ser para muchas personas una mezcla de casi infinita tristeza y pesar. Con el propósito de ayudar a enfrentar esa fase de intenso sufrimiento emocional, hago a continuación algunas consideraciones y ofrezco algunas sugerencias que se han venido demostrando útiles para atenuar e incluso superar el dolor de la pérdida.
1 - Puesto que no podemos modificar el pasado, no debemos dejarnos consumir por resentimientos o rumiar lo que podríamos o deberíamos haber hecho. Permanecer enfocados en los pensamientos negativos no cambiará lo que sucedió; sólo nos hará sentirnos peor.
2 - En caso de sentirnos culpables tras una pérdida, ayuda el hablar con personas que conocieron a quien perdimos. Ellas casi siempre lograrán convencernos de que no tuvimos culpa de nada.
3 – El único modo de vencer el duelo es reconociéndolo, por tanto, liberemos nuestro dolor y no reprimamos las lágrimas. No hay un modo erróneo de sentir el dolor o de expresarlo, lo importante es intentar superarlo. Entonces, permitámonos llorar, aporrear la almohada, correr, gritar en un sitio solitario, pues esas y otras son todas opciones válidas.
4 – En ciertos momentos, permanecer en soledad puede parecer una buena opción, pero es importante compartir nuestros sentimientos con los demás. Puede ser un amigo, un terapeuta o incluso algún extraño compasivo. Incluso si nos estamos expresando en forma confusa, el hecho de tener a alguien que nos escucha ya ayuda a liberar el profundo dolor que estamos sintiendo. A veces, esos desahogos podrán hacernos dar cuenta del hecho de que estamos felices dentro de nuestra propia infelicidad. Ese descubrimiento, aliado a la certidumbre de que cualquier persona que nos hizo dichosos jamás iría querer que estuviésemos disgustados y tristes, suele causar enorme alivio para el dolor de la pérdida. Y, a partir de ahí, podremos empezar a dar las gracias a quien hemos perdido, mediante nuestra determinación de volver a aprovechar la vida.
5 – Alejarse de personas no compasivas es bueno. También lo es ignorar a personas que digan cosas tales como “no seas tan sensible” o “yo lo superé rápido cuando eso me pasó a mí”. Ocurre que el tiempo para la recuperación emocional es totalmente individual, y puede llevar semanas, meses o años.
Resta recordar que la amistad, el amor y los lazos personales que teníamos con quien partió siempre existirán, y nadie nos los podrá quitar. No obstante, es importante evitar el constante recuerdo, ya que esto puede hacernos difícil seguir adelante en la jornada de la vida y, quizá, quién sabe, incluso puede dificultar la jornada del que partió.