Comprender los límites
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 19/07/2011 10:09:12
por Maria Silvia Orlovas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
A nadie le gustan los límites en los deseos e intenciones. No obstante, desde que nacemos dependemos de otras personas. Interactuamos incluso antes de percibirnos, o de reconocer nuestra individualidad. Sabemos que todo el tiempo hay barreras, retos, situaciones que vencer. Entonces ¿por qué cuando nos hacemos adultos nos consideramos limitados o débiles?
Somos fuertes, somos vencedores de nuestra propia historia. Lo que estorba la visión de esa fuerza interior nacida con nosotros es la ambición de controlarlo todo, de querer hacer las cosas a nuestra manera y el deseo de acertar siempre.
Augusta acudió a mí porque estaba cansada de sufrir envuelta en una relación que no finalizaba, en una situación en que ella, supercontroladora, independiente y vencedora en el ámbito profesional, se sentía impotente sin lograr comprender o controlar la parte afectiva. Hace más de diez años que, entre encuentros y desencuentros era novia de Antonio e, incluso hallándose alejada en los últimos años, no era capaz de desligarse de él. A decir verdad, ella no se perdonaba ciertas actitudes del pasado. Consideraba que podría haberlo hecho mejor. Aparte de las cosas de esta vida, ella suponía que arrastraba karmas de vidas pasadas, y estaba en lo cierto al pensar así. Le expliqué que la verdad es que todos arrastramos karmas. Cada cual trae consigo sus historias y situaciones que han quedado mal resueltas. Son aquellas que más nos afectan y más reacciones provocan.
En su caso apareció una vida en la esclavitud, en la cual, por situaciones del destino, se vio alejada de su enamorado cuando fue a trabajar en la casa de los señores. Él continuó en el trabajo rural y, como era un líder de su pueblo, consideraba que ella había traicionado a los compañeros, viviendo una buena vida junto a los blancos. Entre los dos no hubo diálogo, ni cualquier tipo de entendimiento o perdón. Él no comprendió los caminos de ella, quien, a su vez, no consiguió explicarle lo que sentía.
En esta vida ambos eran muy ambiciosos (él un ejecutivo) y sin darse cuenta fueron tomados por una energía de competición. Él exigía de ella una postura sumisa y ella esperaba de él un mínimo de comprensión por sus decisiones que, inclusive, la llevaron a vivir durante algún tiempo fuera del país. Pero, a fin de cuentas, ¿qué tipo de relación soporta tantas exigencias y desencuentros?
Y justamente por eso ella sufría, pues aún se sentía conectada a él, y eso la hacía pensar que podría haber hecho concesiones, debía haber cedido por amor, pero las exigencias nunca se acababan.
Oyendo todo aquello desde fuera de la emoción, yo podía ver que ninguno de los dos respetaba límites. En un momento era ella quien le exigía cosas a él, en otro era él quien quería controlar los pasos de la compañera. Y entre ambos no lograron un acuerdo, un combinado que fuese bueno para las dos partes. Cada cual quedó preso en su individualidad queriendo que el otro comprendiese sus razones y decisiones. Pero ¿sería posible construir algo sobre esas bases?
Sugerí un ejercicio de meditación enfocado en el perdón y en la comprensión de las razones del otro. Augusta necesita perdonar para liberarse y permitir que la vida camine. Hicimos una tentativa de comprender que cada cual tiene sus límites, y que para que una relación funcione hace falta mucha comprensión, y algunas concesiones. Como ambos eran guerreros, obstinados, no conseguían aceptar los límites. Porque los límites también existen con el fin de protegernos, de orientarnos.
Las relaciones en las cuales uno respeta los límites del otro son las que tienen mayores posibilidades de éxito. Y aunque cada historia tenga sus matices, es preciso estar atentos a hasta qué punto podemos ceder por amor, y hasta qué punto el otro puede agradarnos o desagradarnos con sus posicionamientos.
El amor también está hecho de límites y concesiones.
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