Confía en la semilla de bondad que hay en el corazón humano
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 12/07/2014 18:01:36
por TON ALVES - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Actualmente la violencia – en forma de periodismo, entretenimiento y arte – entra en nuestras casas y cabezas por todas partes. Y se convierte en la rutina del día a día. Es como si la brutalidad de unos, el dolor de otros y la indiferencia de la mayoría fuesen inherentes a la naturaleza humana. “Homo homini lupus (el ser humano es predador del ser humano)” decía Thomas Hobbes, ya a principios del siglo XVII.
No obstante, antes de que esa ilusión adquiera fuerza y se convierta en una verdad en nuestra vida, parece que un ángel, bajo la forma de percepción interior, nos consuela y nos alerta: “hay una semilla viva de bondad en el corazón humano. Lo que falta es cultivo para que germine, crezca, se cubra de flores y frutos”.
Con la misma belleza y fuerza con que el Sol surge invicto cada mañana y la primavera irrumpe festiva al término del invierno, la humanidad y toda la Creación se inclinan hacia el bien. Natural e inexorablemente.
Hace algún tiempo leí el informe de un grupo de arqueólogos que descubrió en el desierto de Asia varios esqueletos de más de 2,5 millones de años. Sería tan sólo un hallazgo interesante más, pero no fantástico, si un puñado de huesos no llamase la atención, dejando maravillados a los científicos. Era el esqueleto de un niño de alrededor de 13 años, que tenía manos y pies atrofiados. ¿Cómo habría podido sobrevivir aquella criatura, todo ese tiempo, en un ambiente tan hostil y severo, sin estar en condiciones de andar, cazar, recoger frutas y siquiera llevarse la propia comida a la boca? ¡Sus parientes habían cuidado de ella, concluyeron fascinados los investigadores!
Un arqueólogo de origen hindú explicó: Esta es la prueba científica más antigua de que la compasión y el cuidado es lo que nos hacen legítimamente humanos. Como la abeja está hecha para producir la miel, nosotros estamos hechos para la práctica de la bondad. Por eso socorremos, defendemos y cuidamos unos de otros y del mundo. Esto es lo que sabemos y solemos hacer instintivamente.
Hay un cuento budista que habla de un monje, que viendo a un escorpión llevado por la corriente, entró en el agua y con las manos rescató el arácnido, que al instante le clavó dolorosamente el aguijón en el dedo. Cuando el monje gimió, el bicho le preguntó: “¿No sabías que soy un escorpión y que mi naturaleza es aguijonear?” Y el monje le contestó: “Sí, lo sé. Pero es que yo soy un ser humano y mi naturaleza es cuidar”.
Entonces, la violencia, la crueldad y el descaso no son atributos humanos innatos y naturales. Son enfermedades contagiosas que atacan y pudren el alma. El único medio de librarnos de ese mal es dejar de alimentarlo con nuestra atención. Retirar del mal el foco de nuestro interés. Así, se mustiará, acabará por esfumarse.
Sin engañarnos creyendo que la maldad no existe, sacarla del centro de nuestra vida y resaltar, en todo momento, que hay otra tendencia humana más importante y mucho más fuerte: la bondad. Ese sí es el instinto que debemos cultivar, hacer crecer y dejar, en fin, que domine el Universo. Entonces, no nos entreguemos al pesimismo ni al miedo que paraliza o entorpece.
¡Deseemos el Bien! ¡Hagamos el Bien! ¡Cultivemos el Bien! ¡Un día él viene!
