Conocerse
por Elisabeth Cavalcante em STUM WORLDAtualizado em 26/03/2008 14:15:54
Traducción de Teresa - [email protected]
El verbo conocer, que a principio parece sencillo, se convierte en un acto bastante complejo cuando dirigimos el foco de su acción hacia nosotros. Conocerse a si mismo es, al mismo tiempo, un desafío y una necesidad.
Solamente aquel que se desviste de la identidad que le ha sido impuesta por el mundo exterior y tiene el valor de sumergirse en su realidad íntima sin miedo, podrá decir que conoce el verdadero ser que se oculta bajo su personalidad.
Este no es un trabajo nada fácil, pues hemos de mirar de frente las heridas que acumulamos a lo largo de la vida, dejarlas expuestas y sangrando, para que la consciencia de ellas traiga finalmente la cura. Pero el miedo a encarar nuestro verdadero rostro nos lleva, muchas veces, a reprimir nuestras fragilidades y limitaciones.
Por ello ansiamos tanto el amor del otro, pues nos da la ilusión de que seremos aceptados pese a estas imperfecciones. El problema es que el otro espera que cumplamos un modelo ideal que él lleva en su inconsciente, y que considera colmará todas sus carencias, exactamente igual que nosotros.
Para salir de este laberinto en que se transforman la mayoría de las relaciones sólo hay un camino: conocerse a si mismo y vivenciar en cada instante la propia verdad. Solamente este conocimiento nos hace libres para amar sin esperar que el otro sea responsable por la cura de nuestras mancillas.
Sólo una acción consciente puede operar el conocimiento acerca de quiénes somos y curar las dolencias que la represión de nuestros verdaderos sentimientos hizo surgir en nosotros.
…Hay muchos problemas que crean ansiedad, pero esos problemas son secundarios. Si penetras profundamente, entonces, cada problema al final revelará que la ansiedad básica, la angustia básica, es que tú eres ignorante de ti mismo – de la fuente de donde vienes, del fin hacia el que te mueves, del ser que tú eres exactamente ahora. De ahí que toda religión diga que se entre en recogimiento, en la soledad, de modo que puedas durante un tiempo dejar la sociedad y todo cuanto la sociedad te ha dado, y te encares directamente.
…Cuando cortas algo, prohíbes algo, reprimes algo, estás creando una división entre lo consciente y lo inconsciente, lo aceptado y lo rechazado. Esa división hay que desecharla.
…¿Cómo descubrir lo esencial? Buda se retiró en silencio durante seis años. Jesús también marchó al yermo. Sus seguidores, los apóstoles, querían ir con él. Ellos le siguieron y en cierto momento, en cierto punto, él dijo: “Parad. No debéis venir conmigo. Ahora yo debo permanecer solo con mi Dios.” Él entró en el desierto. Cuando salió de vuelta, era un hombre totalmente diferente: se había enfrentado consigo mismo.
La soledad se convierte en el espejo. La sociedad es el engaño. He ahí por qué tienes miedo de estar a solas – porque tendrás que conocerte en tu desnudez, en tu ausencia de ornatos. Tienes miedo. Estar a solas es difícil. Siempre que estás a solas, inmediatamente empiezas a hacer cualquier cosa, de modo a no estar solo. Puede que empieces a leer el periódico, o bien enciendas la TV, o puedes ir a un club para encontrarte con algunos amigos, o tal vez visitar a alguien de la familia – pero tienes que hacer algo. ¿Por qué? Porque en el momento en que te encuentras a solas tu identidad se derrite, y todo cuanto sabes acerca de ti mismo se vuelve falso y todo lo que es real empieza a salir a la superficie.
Todas las religiones dicen que el hombre tiene que entrar en retiro para conocerse a si mismo. No es necesario que la persona se quede allá para siempre, esto es inútil; pero la persona tiene que permanecer a solas durante un tiempo, durante un período. Y la extensión del período dependerá de cada individuo. Mahoma permaneció en recogimiento durante algunos meses; Jesús durante tan sólo algunos días; Mahavir durante doce años y Buda durante seis años. Depende. Pero, a menos que llegues al punto en que puedas decir “ahora he conocido lo esencial”, es imperativo quedarse a solas.
OSHO – El libro de los secretos.
