¿Conoces a la persona a quien amas?
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 22/02/2011 10:17:50
por Flávio Bastos - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
En busca de necesidades latentes e inherentes al ser humano, como el afecto, el placer y la compañía, las experiencias amorosas hacen del individuo un eterno perseguidor del amor ideal. Pero ¿será cierto que conocemos a esas personas que pasan por nuestra vida y a quienes creemos amar?
En el mundo de las relaciones afectivo-pasionales, hay relaciones rápidas u ocasionales que nos enseñan poco sobre el amor. Hay otras, duraderas, que aportan más lecciones. Pero con las que aprendemos de veras es con las relaciones intensas que duran mucho o poco tiempo. A decir verdad, no existe una fórmula dispuesta para que el amor reine absoluto entre dos seres que afirman "amarse". La regla básica o simple orientación natural es la de que el conocimiento mutuo permanezca por encima de los intereses egocéntricos de la demanda individual.
Con todo, la expectativa que predomina en cada nueva relación, es la de buscar ambos el suplido de amor que les falta, o sea, la comprensión, el afecto, la satisfacción y la completitud. Expectativa que, por lo regular, provoca una frustración resultante de la inmadurez emocional de quienes buscan inconscientemente en el otro tan solo "recibir" y no "dar" lo que éste necesita.
Ahora bien, no habiendo el intercambio de "dar y recibir", el amor incomprendido por ambos se convierte en una relación superficial, cuyo principal objetivo es la satisfacción de necesidades primarias.
En una relación de propuesta amorosa, si no existe la voluntad - y la necesidad manifiesta - de conocer al otro: sus miedos, angustias, debilidades, virtudes, entre otros, la relación se vuelve superficial y predispuesta al fracaso por atender a la demanda egocéntrica de cada uno. Si no hay conocimiento mutuo, no hay comprensión. Si no hay comprensión, inexisten valores que puedan cualificar esa relación y llevar a los implicados a un amor emocional y espiritualmente maduro.
La experiencia ha demostrado que muchas parejas que viven juntos pasan toda la vida como si fuesen desconocidos. Situación generadora de unas crisis de relación que se acumulan por la imposición de egos que no ceden a la conquista, a la incomprensión y al conocimiento del otro. Se convierten, por la rigidez egocéntrica, en egos resistentes a los aprendizajes que llevan al individuo a un enfoque más profundo del amor en las relaciones afectivas.
El egocentrismo infantil, herencia de un espíritu aún inmaduro en la comprensión del amor, y reforzado en la relación empobrecida con los padres o sustitutos en la vida actual, es responsable por la gran mayoría de las crisis o separaciones entre parejas. La necesidad de la satisfacción narcísica en detrimento de la maduración emocional y de conocimiento del otro, hace de las relaciones afectivo-pasionales una interdependencia afectiva de característica obsesiva o una simple convivencia entre desconocidos en la cual solo el proceso de auto-conocimiento - vía psicoterapia individual o terapia de pareja - podrá ayudar.
Amar exige la intensidad por parte de los amantes enamorados, pero también exige la intensidad del descubrimiento del otro a través del conocimiento de lo que éste representa en su integridad psíquico-espiritual-emocional, porque las afinidades que llevan a los amantes al amor que une y completa, pasan por la liberación de los aspectos tiránicos del ego.
Por fuerza de la cultura occidental, que sobrevalora el sexo en las relaciones amorosas, olvidamos que no es solo con sexo y placer como evoluciona una relación. Aparte de las conquistas materiales y la satisfacción sexual, que son ingredientes importantes en la receta de la convivencia saludable, las relaciones crecen con el desarrollo de valores que conciernen al compañerismo y a la espiritualidad de la pareja.
No olvidemos que el contexto "amar" representa una gama de aprendizajes que adquirimos no en una única vida, sino en las muchas vidas del ser inmortal.
Por tanto, por encima de todo, amar es recibir y dar. Es conocer, comprender y aceptar. Es abdicar de las exageraciones del ego en beneficio del amor fortalecido por el mutuo conocimiento y por el desapego gradual del materialismo observado como verdad única e incontestable. El amor, en verdad, es el motor principal de la felicidad, y para ser felices en el amor es preciso conocerlo, porque conociéndolo, despertamos para un sentimiento profundo, verdadero y real.
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