¡Conócete a ti mismo!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 23/10/2010 09:38:45
por Renato Mayol - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Un día más se acaba y otro pronto habrá de nacer. Levantarse ya preocupado y corriendo para llegar a tiempo al trabajo, enfrentarse con el tráfico, el polvo, el calor, el frío, el jefe, los subordinados, el tráfico de vuelta a casa, el cansancio, la familia y nuevamente el sueño, los sueños y las pesadillas. Y mañana, una vez más, todo igual.
¿Qué perderías en caso de morirte? ¿Qué falta harías? Alguna, quizá. Los que se quedan habrían de llorar un poco y sería, principalmente, por ellos por quienes iban a llorar.
Pero ¿y tú? ¿Quién eres tú? Antes de que una vez más sea demasiado tarde, prueba a dedicar a ti mismo una hora del día, o al menos treinta minutos. Solo treinta minutos diarios dedicados a ti para intentar descubrir quién eres. Nada de correrías, de griteríos o de preocupaciones. Solamente tú, atento, lúcido y a solas para analizarte e intentar conocerte, a fin de convertirte en el artífice de un tú bastante mejor.
Para empezar, siéntate cómodamente y relájate, con los ojos suavemente cerrados. Después, visualiza mentalmente el lugar donde te encuentras, tu calle, tu barrio, tu ciudad, tu país, tu continente, el planeta Tierra, la galaxia a que la Tierra pertenece y, finalmente, el Universo entero. Todo esto cabe en tu pensamiento y con tu pensamiento eres capaz de estar en todo eso. Presta atención a la entrada de aire en la inspiración y a su salida en la espiración, e imagina todo tu cuerpo respirando energía vital. Empieza entonces a reflexionar sobre tus actos y actitudes, pues por los efectos se puede llegar a conocer la causa. Empieza por los acontecimientos más recientes que te hayan perturbado y, en ese examen tuyo de conciencia, intenta ser lo más honrado posible contigo mismo.
En tu introspección, observa que cuando eres espectador de lo que sucede a otros, con facilidad lamentas el hecho de que alguien se deje llevar a extremos por cosas insignificantes. Sin embargo, cuando eres tú el actor de la escena, eres capaz de encontrar mil y una justificativas. Ejemplos de esto se encuentran a cada momento en el curso diario de la vida. En la relación irritable hacia los demás, en la ira descargada sobre un crío por culpas menores, en la agresión física y verbal entre marido y mujer, en la discusión violenta que termina en muerte por pequeños problemas en el tráfico, y así sucesivamente. A cada instante hay algún acontecimiento que nos pone a prueba. Y para pasar con éxito el test, no hace falta más que ser reflexivos, en lugar de instintivos.
En tu introspección, decide empezar a dejar de justificar tus actitudes incomprensibles con la disculpa de que eres “humano”. Empieza a sorprenderte fallando a tus propósitos, ¡hasta los que habías hecho con determinación! Si puedes tener conciencia de tu pequeña fuerza de voluntad cada vez que falles, esto te ayudará a hacerte más tolerante y comprensivo con los demás y más diligente contigo mismo.
Poco a poco, retornando al estado de vigilia, comprométete a hacerte mejor mediante la práctica del autocontrol, o sea, decir y hacer las cosas adecuadas en el momento oportuno. Comprométete a no trapichear tu felicidad con terceros, y empéñate en no perderte en el enmarañado de emociones que solo sirven para fortalecer el egoísmo, pues mientras seamos confusos por dentro y arrogantes y prepotentes por fuera, seremos causa de discordia por no percibir en los otros la complementariedad de la verdad. Y solamente por el auto-conocimiento vivenciaremos la unidad y seremos capaces de trascender la naturaleza mortal del ser.
“Si mantienes tu alma aprisionada en el cuerpo, si la rebajas y dices: yo no concibo nada, yo no puedo, tengo miedo, no sé lo que soy, no sé lo que seré, ¿qué quieres con Dios? Si no te haces igual a Dios, no puedes comprender a Dios, pues el semejante solo es inteligible para el semejante”.
(Texto encontrado en los tratados filosóficos y éticos antiguos y aprehendido de un Ser Infinito por Hermes Trismegistus, ser que poseía la más alta sabiduría en todas las artes y ciencias en el Antiguo Egipto).