Cuando desees algo, concéntrate en ello
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 21/10/2010 12:38:13
por El Morya Luz da Consciência - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
¿Siempre es el karma el responsable por nuestros sufrimientos? No. ¡Nosotros lo somos! Pero ¿cómo proceder para no sufrir o sufrir menos? Para no hacer sufrir a otras personas. Cuando Buda dijo: Tú eres aquello en que piensas, quiso decir también: ¡y por lo que te ocurre! Y es difícil comprender esa frase cuando sufrimos. Ah… ¡la culpa la tiene el karma! Si somos aquello en que pensamos y nuestros pensamientos cambian minuto a minuto, ¿podemos concluir que estamos en constante mutación? Tendemos a creer que lo que pensamos es la verdad y, así, mantenemos las mismas creencias y pensamientos durante mucho tiempo.
En el libro “El Karma del Ahora”, Martin Schulman dice: “El hombre constantemente procura verse a sí mismo a través de los ojos de los demás. Curiosamente, cuánto más lo hace, menos es verdaderamente él mismo. Si ese individuo continúa viviendo de esa manera, es muy difícil conocer su karma”.
Schulman dice que la ley de acción y reacción existe dentro de cada individuo y solo cuando eso se equilibra éste se encuentra a sí mismo. No obstante, muchas personas pasan toda una vida reaccionando frente a los acontecimientos que viven y nunca se paran a determinar qué es lo realmente importante. Les falta clareza en sus metas, es mucho su apego al pasado y, en algunos es peor, se apegan a acontecimientos de vidas pasadas y acaban viviendo los resultados de la Ley de Causa y Efecto sin percibir que pueden, si quieren, modificar los resultados de esa ley en sus vidas. En el Universo no existe el acaso, y podemos decir que hay tres motivos para que pasemos por situaciones desgastantes:
1- Resultados de actos de vidas pasadas. 2- Resultado de comportamientos presentes. 3- Son experiencias que los planos superiores nos reservan, para que eduquemos nuestros comportamientos emocional e intelectual.
La Ley de Causa y Efecto comprende resultados a largo y corto plazo. Hay en el universo un reloj cósmico que no puede ser desatendido sin perjuicio para el todo mayor. Los seres humanos más despiertos a la recepción de ideas, los llamados “canales”, son preparados en el plano interno, y, para ello, han de estar atentos a la urgencia del momento y promover una reforma íntima, que comienza con el dominio de los pensamientos y actos; esto significa vivir dentro de las leyes de manera positiva y caminar hacia la maestría. Tenemos la libertad de elegir cómo queremos vivir; cómo pensar, actuar y sentir; así, manifestamos en la vida solo aquello que aceptamos. Comprender que esto es así libera al otro, pues asumimos totalmente la responsabilidad. Aquí entra la importancia de nuestros pensamientos correctos: la mente crea y cuando las situaciones de vida no coinciden con nuestras metas, nuestra capacidad creativa está funcionando de manera distinta consciente e inconscientemente. Ejemplo: mi razón sabe que merezco llevar una vida plena y feliz, pero en mi inconsciente, yo siento miedo y culpa, o bien no me responsabilizo, echando la culpa al otro.
¿Cómo identificar esto? Encarando los miedos, los deseos, las malas obras, examinando los hechos cuidadosamente y aceptando. Solo así creamos otra realidad conscientemente. Todas las emociones que experimentamos son reales, el problema se presenta cuando se escapan a nuestro control, originando ansiedad, insomnio, etc., acaban por consumir nuestra mente. Son estos estados emocionales y mentales los que atraen acontecimientos que intentamos evitar y ayudan a perpetuar las experiencias, dando lugar a lo que llamamos “situaciones repetitivas”, que luego confundimos con el karma. Nuestra mente es poderosa y no nos damos cuenta de eso.
El Yoghi Raman era un verdadero maestro en el arte del arco y flecha. Cierta mañana, invitó a su discípulo más querido a asistir una demostración de su talento. El discípulo ya lo había visto más de cien veces, pero – aun así – decidió obedecer al maestro. Se fueron al bosque al lado del monasterio: al llegar a un roble, Raman tomó una de las flores que traía en su collar, y la colocó en una de las ramas del árbol. A continuación, abrió su aljaba y retiró tres objetos: su arco de madera, una flecha, y un pañuelo blanco. El yoghi, entonces, se situó a una distancia de cien pasos del lugar donde había colocado la flor. De frente a su objetivo, pidió que su discípulo le vendase los ojos con el pañuelo bordado. El discípulo hizo como el maestro le había ordenado. “¿Cuántas veces me has visto ya practicar el noble y antiguo deporte del arco y flecha?” – preguntó. “Todos los días” contestó el discípulo. “Y siempre te he visto acertar en la rosa, a una distancia de trescientos pasos”.
Con sus ojos cubiertos por el pañuelo, el yoghi Raman afirmó sus pies en la tierra, tensó su arco con toda su energía – apuntando en dirección a la rosa colocada en una de las ramas del roble – y disparó. La flecha cortó el aire, produciendo un ruido agudo, pero ni siquiera alcanzó el árbol, equivocando el blanco por una distancia bochornosa. “¿Acerté?” – dijo Raman, retirando el pañuelo que cubría sus ojos. “Se equivocó usted – y por un gran margen” respondió el discípulo. “Creía que iba a enseñarme el poder del pensamiento, y su capacidad para hacer magias…”
“Te he dado la lección más importante sobre el poder del pensamiento”, contestó Raman. “Cuando desees algo, concéntrate solamente en ello: nadie jamás será capaz de dar en un blanco que no consigue ver”.
Los pensamientos tienen que ser encaminados correctamente y, la mayoría de las veces, la boca dice una cosa y la cabeza piensa otra. Sin integración, el pensamiento es como una carroza cuyos caballos van cada uno para un lado. Eso que llamamos karma, muchas veces, no es otra cosa que “hábitos adquiridos”, que nublan, corroen, distorsionan los pensamientos. Son los conflictos que roban nuestra armonía y nos alejan de nuestras metas. Purificar la mente anublada, a través del aprendizaje en la materia, entrenando la escucha al cuerpo físico, a las emociones y los pensamientos, para entonces liberarlos, es la clave para la felicidad.
Vera Godoy