Cuando el dolor es mayor
por Rosemeire Zago em STUM WORLDAtualizado em 01/12/2008 14:40:50
Traducción de Teresa - [email protected]
¡Dolor! Dolor de la indiferencia, del desprecio, del abandono, de la pérdida. Ciertamente son dolores que hacen sangrar más que cualquier herida. Nos hacen sentir sin valor, empequeñecidos, sin energía o fuerzas siquiera para respirar, y lo peor, nos hacen sentir como seres indignos de recibir amor. Ponen además en riesgo nuestra salud mental, llevándonos muchas veces a considerar que nunca la hemos tenido. Quedamos sin rumbo, sin suelo en que apoyarnos, porque casi siempre no tenemos con quien contar, un hombro para llorar. La auto estima y el amor propio ya no forman parte de nuestros sentimientos. Se pierde el control de las palabras, de los actos e incluso de uno mismo.
El deseo racional en estos momentos raramente coincide con el deseo emocional. La razón pide marcharse y la emoción pide quedar, con el deseo enorme de encontrar a alguien que venga a salvarnos. Se espera que alguien nos quite ese dolor que dilacera todo por dentro. Pura ilusión, pues la única persona que puede hacer algo por ti, mejor que ninguna otra persona, eres tú mismo, aunque te sientas incapaz de ello. La mejor forma de frustrarnos es esperar que alguien cambie o haga lo que esperamos. Cuando somos llevados sólo por las emociones, parece que hemos perdido el control, y no logramos ya discernir lo que está bien y lo que está mal. Las emociones no obedecen a la razón. ¿Qué hacer entonces, cuando el conflicto está generado por tantos sentimientos? Es preciso en ese momento intentar descubrir la causa del dolor. Si se continúa llorando, gritando, controlando, cada vez más se quedará en el dolor que tanto lastima. El dolor es inevitable, pero la persistencia del sufrimiento puede ser evitada.
Se debe buscar también la certeza de cualquier actitud que se vaya a tomar, para no transformar el conflicto en más sufrimiento o arrepentimiento, muchas veces imposible de ser transformado. Por más que podamos responsabilizar a alguien por nuestros dolores, nosotros mismos somos quienes los causamos al permitir que tal situación permanezca. Podemos echar la culpa a padres, hermanos, novios, jefes, etc., pero esto de nada sirve. La dificultad está dentro de cada uno de nosotros por no conseguir cambiar los hechos, que a veces pueden ser difíciles de aceptar. Es la interpretación que damos a los acontecimientos y situaciones lo que nos lleva al sufrimiento. Es cuando esperamos algo que nunca llegará. Vale recordar la Oración de la Serenidad adoptada por los Alcohólicos Anónimos en el mundo entero:
Ya has llorado todo lo que tenías para llorar, ahora es momento de salir de la postura de víctima, que no te permite moverte del sitio, y hacerte responsable por tu propia vida. ¡Basta de lamentaciones! Nada de permanecer lastimándote, haciendo de todo para rescatar aquello en que un día has creído. Está claro que muchas veces alguien ha podido realmente hacerte daño, pero esto no debe servir de pretexto para mantener lo que tanto lastima. Nadie está libre de problemas ni de las contrariedades de la vida, pero mantener todo esto o no, sólo depende de cada cual, de ti. Si una situación es intolerable, si te sientes despreciado, rechazado, ¿por qué mantener tal situación?... No es preciso perder tu salud mental para sólo después intentar hacer algo. El momento de reaccionar es ahora, mientras hay un mínimo de fuerzas. Es preciso comprender que las soluciones están dentro de nosotros y no en otra persona o situación externa. Es importante a veces que salgamos fuera de nosotros mismos y observemos la situación como si estuviésemos asistiendo a una película, para entonces poder poner luz donde no hay más que oscuridad.
Es responsabilidad tuya hacer algo para mejorar. No esperes a que el otro te dé amor, cariño, atención, mimos, te haga sentir importante, eres tú quien debe darte todo eso. Debemos aprender a aceptar lo que no puede cambiarse, aprender que no podemos colocar sentimientos dentro de alguien y mucho menos, colocar nuestra capacidad de amar en manos de otro. No será porque el otro no valore lo que eres y haces, que esto no tenga importancia. Sí la tiene, y mucha, es el otro quien no tiene sensibilidad para percibir tu real valor. Entonces ¿para qué continuar una situación que lastima y te debilita tanto?
Todo cuanto tenemos es el día de hoy y dependerá de ti vivirlo de la forma más armoniosa posible. Tu fuerza proviene de ti y de la construcción de relaciones saludables con las demás personas y contigo mismo. Las heridas pueden y deben cicatrizarse, pero no permitas que ese dolor que dilacera y destruye todo por dentro permanezca haciéndote desistir de ti mismo y de vivir.
Recuerda: amor, atención, cariño, amistad, no se piden. Tan sólo se reciben.