CUANDO SEGUÍ A MI CORAZÓN
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 03/10/2010 05:24:52
por Teresa Cristina Pascotto - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
He venido notando que muchas personas se sienten perdidas y sin rumbo. Uno de los motivos de sentirse así es porque no están alineadas con su propósito de vida. Y eso hace que vivan una vida sin sentido.
Muchos estarán de acuerdo con lo que digo y preguntarán: pero ¿qué debo hacer para tener, al menos, cierta noción de cuál es mi propósito de vida?
Las respuestas están en nuestro corazón. Pero ¿cómo reconocemos e identificamos esas respuestas? Eso no es algo que pueda explicarse de forma racional. Voy a transmitir la idea de cómo es esto posible, a través del relato de parte de mi propia historia. Hablaré con mi corazón, para que el tuyo pueda sentir y comprender cómo seguir la llamada interior.
Soy Educadora Física de formación. Actué en ese campo durante 10 años. Me gustaba esa elección, pero no me sentía satisfecha. Tras el nacimiento de mi hija, he resuelto dar por terminadas mis actividades en esa área. Se me invitó a trabajar en el área Administrativa. Yo sabía que ese no era mi camino de vida, pero me di cuenta de que tenía sentido vivir esa experiencia. Hacía bien mi trabajo, pero confieso que no me gustaba mucho.
En ese período empecé a sentir cierto anhelo por "algo mayor", pero no lograba definir qué era. A veces, me sentía angustiada por eso. Recuerdo que colocaba la mano en el "corazón" y decía a la gente: yo siento que tengo algo que realizar en la vida, no sé qué puede ser exactamente, pero noto que es como un llamamiento que me lleva "más cerca de Dios". Eso me emocionaba mucho.
Nada podía hacer, no siendo observar y aguardar, no imaginaba el sentido verdadero de todo eso. Sentía que un día tendría la respuesta. Nunca me había pasado por la cabeza que un día sería Terapeuta.
Empecé a hacer plegarias, pidiendo a Dios que me mostrase qué significado tenía eso y me guiase en el sentido de ponerme en el camino que me llevaría a realizar ese anhelo tan indefinido. Estas conversaciones con Dios me sostuvieron mucho. Le exponía mis dudas y miedos, y rogaba que me ofreciese o indicase recursos en el sentido de la realización. También le pedía que me ayudase a percibir las señales de su orientación.
Nunca he tenido prisa, he sabido esperar los momentos oportunos. Pero quien me indicaba el momento propicio era mi corazón. Cuando algo "se me presentaba", me paraba para sentir: si me traía desazón, lo rechazaba. Si me traía confortación, lo seguía. ¡Esto me ha resultado siempre!
De esa forma, una serie de sincronías fue produciéndose en mi vida. La primera fue cuando me mudé de residencia y descubrí que en la esquina de casa había un Centro Espírita Kardecista. Sentí que debía frecuentarlo, seguí mi corazón y así lo hice. Este fue solo mi inicio en la espiritualidad. Hoy soy Espiritualista.
A partir de esto, se fue verificando una apertura interior. Cuanto más charlaba con Dios y le rogaba que me mostrase los próximos pasos, más "venían las cosas a mí". Me mantenía abierta.
Así era cuando oí hablar del Reiki. Mi corazón se iluminó. En la misma semana ya estaba matriculada en el curso de formación.
En otra situación, entré en una librería, pues había rogado a Dios que me guiase hacia algún camino que fuese más allá del Reiki. Fue cuando el libro "Manos de Luz" de Barbara Brennan, "cayó en mis manos". Nunca olvidaré ese momento. Tomé el libro, lo puse en mi pecho y lo abracé, en medio de la librería. Sentí una emoción indescriptible y todavía la siento en este momento, mientras escribo este texto. Yo simplemente sabía que, a partir de aquel momento, estaría mucho más cerca de comprender mejor mi anhelo interior.
Tras la lectura del libro, sentí un fuerte deseo de hacer un curso sobre esa técnica, pero me parecía imposible, pues el curso se imparte en los EUA. Pero algo dentro de mí decía: yo haré el curso, cuando sea el momento oportuno. Y lo hice, aquí en São Paulo. Lo mismo ocurrió con todos los cursos y libros, durante mi formación.
Incluso después de todo esto, aún no se me ocurría la idea de ser terapeuta. Yo solo sentía deseos de estudiar y de ayudar a las personas. No pensaba en un trabajo específico en esa área y mucho menos en obtener beneficio económico. Yo solamente seguía a mi corazón. Y así continué, hasta que, en determinado momento, los deseos de ayudar y de cuidar de las personas, como mi propósito de vida, se fue haciendo fuerte en mí. Se produjo la certidumbre.
Pese a ello, muchas dudas, temores e interrogantes me asaltaban. Yo me preguntaba: ¿cómo podré ser Terapeuta un día? En tales momentos me echaba atrás y pensaba en desistir.
Pero respetaba esos movimientos interiores, aceptando tales conflictos. Por hacerlo así, me relajaba y, en muy poco tiempo, allí estaba yo, lista para los nuevos pasos, próximos cursos y lecturas, nuevos desafíos. Siempre apoyándome en las conversaciones con Dios. Solamente lo tenía a Él para apoyarme, nadie me "comprendía", me sentía una extraña entre las personas con quienes convivía. Descubrí que me tenía a mí misma, y que dentro de mí estaban todas las respuestas, los recursos, la acogida y el amor que necesitaba.
No diré que ha sido fácil, he pasado por situaciones que me han desafiado, que me han hecho casi desistir, ciertamente. He tenido "crisis de conciencia". Pero he perseverado y he superado cada una de ellas. Y, como sigo en esta vida, continúo enfrentando nuevos desafíos, como nos pasa a todos.
Bueno, como sabéis, me hice Terapeuta. Amo mi trabajo, mi camino de vida. Consigo sentir que estoy al servicio de un bien mayor dentro de un Plan Divino, y persevero, deseando hacer mi parte dentro de este Plan.
Soy como todos los seres humanos que aquí estamos, con nuestra misión de vida que llevar a cabo, nuestro servicio que prestar, nuestros desafíos que enfrentar, teniendo un corazón que nos guía y a Dios para apoyarnos.