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Dar... donarse y amar

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 11/05/2010 11:31:49


por Bernardino Nilton Nascimento - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Dar es la más alta expresión del sustento. En el propio acto de dar, pongo a prueba mi fuerza, mi riqueza, mi poder. Esa experiencia de elevada vitalidad y potencia me colma de alegría.

Dar es más alegre que recibir, no por ser una privación, sino porque, en acto de dar se encuentra la expresión de mi espiritualidad.

En el fenómeno específico del sexo, la función sexual reside en el acto de dar; entregarse en un acto sexual es donarse de cuerpo y alma. El hombre se entrega al dar su semen. En la mujer, el proceso no es distinto, aunque sea algo más complejo. Ella también se da; abre las puertas de su centro femenino; da, en el acto de recibir. Si es incapaz de ese acto de dar, si solo puede recibir, es frígida. En ella el acto de dar vuelve a ocurrir no en la función de amante, sino en la de madre. Da de sí al hijo que crece dentro de ella, da su leche a la criatura, le da el calor de su cuerpo. No dar sería doloroso para ella.

En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser rico. No es rico quien mucho tiene, sino quien mucho da. El apegado que ansiosamente recela perder alguna cosa es, psicológicamente hablando, un ser humano pobre, un desafortunado, no importa cuánto posea. Quien es capaz de dar de sí, es rico.

Es de conocimiento de todos que los pobres están más inclinados a dar que los ricos. No obstante, la pobreza más allá de cierto punto puede hacer imposible el dar y, así, es degradante, no solo por el sufrimiento que causa directamente, sino por el hecho de privar al pobre de la alegría de dar. Pero hay más pobres buscando la alegría de dar, que ricos.

El aspecto más importante en el acto de dar, no obstante, no es el de las cosas materiales, sino del reino específicamente humano. ¿Qué da una persona a otra? Da de sí misma, de lo que tiene de más valioso, da de su vida. Esto no quiere necesariamente decir que sacrifique su vida por otros, sino que le dé de aquello que en sí tiene de vivo; que le dé de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza, de todas las expresiones y manifestaciones de aquello que vive en sí.

Dando así de su vida, enriquece a la otra persona, enaltece sus sentimientos más nobles, no da a fin de recibir. Dar es, en sí mismo, una requintada alegría de vivir. Pero, al dar, no puede dejar de llevar alguna cosa a la existencia de la otra persona – también un donador – y ambos comparten la alegría de haber aportado algo de muy precioso a la vida.

Específicamente hablando de amor, eso significa: que el amor es una fuerza que produce amor; impotencia es la incapacidad de producir amor. El individuo como ser humano y su relación con el mundo, con el todo en relación al todo, que mueve nuestra existencia... y solo podemos intercambiar amor por amor, confianza por confianza y, así, sucesivamente.

En fin, si queremos participar de la alquimia de la vida, debemos ser personas de preparados mágicos y entre éstos están los de “Dar... Donarse y AMAR” a cada instante de la vida y a todo cuanto hacemos en el momento presente.
Entonces, todas las relaciones del ser humano con la naturaleza han de ser expresión definida de su vida real, individual, correspondiente al objeto de su voluntad. Si alguien ama sin atraer amor, es decir, si tu amor no produce amor, si a través de tu expresión, no logras hacer señas al amor es porque tú, como persona amante, no haces de tu propia persona tu amada. Cuando te ames de veras, podrás experimentar la verdadera alegría en el acto de dar.

Pero no es solo en el abordaje del amor que dar significa recibir. El profesor es enseñado por sus alumnos, el actor es estimulado por su audiencia, el psicoanalista es curado por su cliente; con tanto que no se traten unos a otros como objetos, sino que se relacionen unos con otros en la sencillez y productivamente.
Con eso, casi no es necesario acentuar el hecho de que la capacidad de “dar” depende del desarrollo del carácter de cada cual. Bajo ese prisma, la persona ha superado la dependencia, el deseo de explotar a los demás o de ahorrar y ha adquirido fe en sus propios poderes interiores, coraje para confiar en sus fuerzas para alcanzar sus objetivos. En el mismo grado en que falten esas cualidades ella es temerosa de darse y, por tanto, de amarse.
Además del elemento de dar, el carácter activo del amor se hace evidente en el hecho de implicar siempre en ciertos elementos básicos comunes a todas las formas de amor: responsabilidad, respeto y conocimiento.

En este caso, no difiere tampoco en cuanto al amor por animales, plantas y flores. Cuando alguien dice que ama las flores y todos vemos que se olvida de regarlas, no creemos en su “amor” por las flores. Amor es preocupación activa por la vida y crecimiento de aquello que amamos. Donde falta esa preocupación ciertamente no hay amor.
La esencia del amor es “trabajar” por alguna cosa y “hacer que alguna cosa crezca”, pues amor y trabajo son inseparables. Se ama aquello por lo que se trabaja y se trabaja por aquello que se ama.

Cuidado y preocupación recuerdan otro aspecto del amor: el de la responsabilidad. Responsabilidad no es como el deber, algo impuesto a alguien desde fuera. En su verdadero sentido, es un acto voluntario; es la respuesta que damos a las necesidades – expresadas o no – de uno hacia otro. Ser responsable significa tener que “responder”, estar listo para donarse.

El amor entre dos personas se refiere, principalmente, a las necesidades alineadas entre sí. La responsabilidad podría fácilmente corromperse en dominio y posesión si no hubiese un tercer elemento del amor: el respeto.
Respeto no es miedo; es tener la capacidad de ver a una persona tal como es, tener conocimiento de su individualidad. Respeto significa la preocupación de que la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. Siendo así, respeto significa la preocupación por que la otra persona crezca y se desarrolle por sí misma. Si amo a otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal como es, no como yo necesito que sea para objeto de mi uso. Está claro que el respeto solo es posible si yo mismo alcanzo la independencia y camino de la mano con el prójimo sin tener que dejarme dominar, ni dominar a otras personas.

El amor es hijo de la libertad, nunca de la dominación. Dios creó el libre albedrío y nosotros hemos creado las fatalidades.


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