Depresión, no permitas que ella te venza
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 12/08/2016 08:57:06
Autor Adriana Garibaldi
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Traducción de Teresa - [email protected]
La depresión es un fenómeno social, que va creciendo de manera aterradora en las mentes y en el organismo de las personas, porque éstas no tienen las estrategias correctas para transponer los límites que se han impuesto y que las mantienen enganchadas al pasado y sus dramas.
La puerta de entrada para la depresión es la frustración continuada. Repetidos acontecimientos de pérdida, de soledad, de abandono, las emociones no compartidas, la falta de un abrazo afectuoso, de intercambios afectivos de alto valor emocional, son situaciones dolorosas que la alimentan.
En la pantalla mental se proyectan imágenes de desesperanza en las cuales no se consigue vislumbrar una salida, aunque ésta pueda existir en algún lugar, y esto sucede por esperar y desesperar, desear y frustrarse, innumerables veces. La desesperanza respecto de futuro va creciendo y acumulándose, ideas sombrías que más día menos día darán como resultado el desistimiento de todo, principalmente de sí mismo, cuando un estado de letargo, de pereza paralizante se instala.
De tanto tener que dejar de lado, una y mil veces, sin encontrar un nuevo repertorio de respuestas adecuadas, la mente se acomoda y desiste de intentar, de empeñarse en salir del lugar donde está encarcelada.
La persona deprimida no es alguien débil, sino todo lo contrario, es alguien que ya lo ha intentado todo, ha luchado mucho, ha insistido mucho, ha batallado mucho, principalmente por alimentar aspiraciones e idealizaciones muy altas respecto de la vida y de la propia felicidad, y esto ha terminado por convertirse en un problema. Fíjate en que para quien poco o nada espera, la frustración es siempre menor.
A veces esperas el reconocimiento de los demás después de haber dado mucho de ti, un sentimiento de expectativa natural, no por haber dado con el objetivo de cobrar más tarde, sino porque la vida necesita un movimiento de dar y recibir, de energías circulando en un ir y venir, que, si es impedido, origina un vacío difícil de administrar.
¿Donde has estado invirtiendo tus tesoros de alma?
Si padeces depresión y se te pregunta en este momento qué es lo que sientes, seguramente tu respuesta será: Un gran vacío en el pecho.
Los seres humanos permanecen en el mundo a la búsqueda de algo; no obstante, a veces no logran definir bien qué es, no porque no sepan lo que desean, sino por conocer sus límites respecto de aquello que están en condiciones de alcanzar, y esos límites son lo que crea la frustración. Por eso el vacío, por eso aquella angustia indefinida. La capacidad de dejar de lado algunos sueños y abrirse a otros más realizables puede ser una salida para el estado de dolor que la depresión provoca. El problema es que en un determinado momento el impulso de reacción se hace difícil y las opciones que probablemente se tengan no son tan evidentes, entonces es el momento de buscar ayuda.
Quizá estés ahí parado, donde la vida, sin tu consentimiento, hizo un giro y cambió de dirección. Estás detenido en la encrucijada del cambio, a la espera de nuevos brotes en el árbol de tu vida. Flores coloridas se abren en sus ramas secas, y te preguntas: ¿Cabe aquí un poco más de experiencia de dolor? ¿Un espacio más donde acomodar crecimiento a través de él? ¿O será posible abrir espacios para la esperanza que hasta ahora parecía perdida? Para dejar entrar el amor y limpiar todos los compartimientos en que has venido acomodando una montaña de quincallas inútiles.
Ábrete a la esperanza, vaciándote para volver a llenarte con experiencias nuevas, vínculos que marquen la diferencia, y que han de considerarse prioritarios. Experiencias de amistad y belleza que puedan aportar color, sonido y luz a tu vida en blanco y negro.
Todo pasa, y cuando aprendemos a fluir con las oportunidades, dejar pasar acaba siendo una acción natural y espontánea, que nos quita del sufrimiento. A menudo nos agarramos a las cosas porque el miedo va de la mano con los apegos, sin reconocer que todo puede cambiar de una hora para otra. Tenemos el sentimiento de que si lo dejamos ir, aun percibiendo que aquello ya ha cumplido su ciclo, nada más nos resta. Espacios del alma o de la mente que se han ido llenando de trastos durante tanto tiempo, tienen que desocuparse para poder hacer sitio a cosas con un valor diferente. Para eso, la postura frente a las pérdidas ha de ser la más optimista y llena de esperanza.
Percibe que no estás apegado a cosas o a personas, estás apegado a los significados, a aquel valor añadido que tu emoción otorgó a una experiencia, una persona o una relación; y a menudo esto te resta movilidad, impidiendo que simplemente salgas por aquella puerta y te vayas. Dejar el pasado y sus significados, agradables o dolorosos, te alivia de la carga que no tienes por qué seguir arrastrando indefinidamente. Permanecer presos a los significados hace mucho daño.
Tú sabes que aquella situación o persona ya no existe, pero pese a todo, el significado de aquello continúa inalterado y eso a menudo constituye un gran problema que es preciso resolver. Son rejas de una prisión que te ata a experiencias, restándote movilidad.
Las experiencias pasadas pueden ayudarnos a elegir de manera más satisfactoria en el presente. Pero cuando nos agarramos a algo que ya pasó, hacemos que los recuerdos se repitan indefinidamente, sin dar oportunidades a las cosas nuevas que intentan inútilmente alcanzarnos.
Si el pasado permanece, el presente no se presenta.
Como se suele decir, no podemos cambiar el pasado pero sí transformar nuestro presente para que el futuro suceda de forma diferente.
A la vida no le gustan las medias tintas, medias elecciones, medias lo que sea. A la vida le gusta suceder y transformar. A la vida le gusta el movimiento.
No mires los cambios por un prisma negativo. ¡Muévete en busca de lo mejor de ti! ¡Fluye con la vida!! Puede ser que en este momento te sientas débil, sin vitalidad ni deseos de levantarte de la cama, pero te lo aseguro, tú puedes mucho más de lo que imaginas, y tienes fuerza para ello.
Busca ayuda profesional, y si es necesario haz terapia. ¡Pide socorro!! Para todo existe un camino y una salida, recórrelo con fe en Dios y en ti mismo.
La sanación está luego ahí adelante, muévete en dirección a ella.