Dolor de amor
por Thais Accioly em STUM WORLDAtualizado em 25/04/2012 12:24:14
Traducción de Teresa - [email protected]
Con frecuencia atiendo a personas que acuden a mi consultorio sufriendo por el término de una relación afectiva o por estar viviendo un momento de crisis en la relación amorosa.
Es común que una mezcla de dolor, tristeza, ira, resentimiento, desolación, miedo, duda, frustración, deseo de represalia y desesperación se adueñen del mundo emocional en tales momentos, y los sentimientos se vuelven tan intensos y entremezclados que es incluso difícil identificar lo que se siente, lo cual induce a muchos a considerar que están sufriendo por amor. ¿Será así?
¿Será cierto que el amor duele? ¿Será cierto que existe el dolor de amor?
Amor no duele. Amor cura y equilibra.
Lo que duele al final de una relación o cuando ésta pasa por una prueba difícil, es no ver nuestros sueños realizados, es no ser atendidos en nuestros deseos, o también, el orgullo herido y la decepción.
El apego y el sentimiento de posesión también hacen sufrir, e igualmente el creer que no hay posibilidad de vida fuera de aquella relación o de aquella forma de relacionarse.
No obstante, cuando lo que prevalece en nuestros sentimientos es el amor, no hay espacio para miedos, dudas, envidia, irritación, deseos de venganza, odio, posesión o desesperación.
Pero si yo amo tanto, ¿cómo puede, de pronto, el amor convertirse en eso, en tanta amargura, tanta rabia, tanta confusión? Suelen preguntar.
Sí, ciertamente el amor no puede volverse rabia o disgusto.
Lo que normalmente ocurre es que el amor convive con nuestras inseguridades, con nuestros temores y dudas, con la irritación, con los apegos, con el deseo de venganza, con los celos, con el orgullo y con el egoísmo, y con todas esas facetas nuestras tan humanas, que aún no han sido suficientemente educadas y trabajadas, y que por ello en una crisis pueden volverse predominantes, ocultando o enturbiando el amor, debido a las urgencias y necesidades que nos imponen.
Así, al perder el contacto con el amor, no solo con el amor que sentimos por la pareja, sino principalmente con la capacidad de amar, el sufrimiento se adueña de nuestro mundo interior, haciéndonos considerar que lo que nos está haciendo sufrir es el amor que albergábamos hasta entonces.
Pero sentir amor no duele.
Quien ama de forma abierta, madura, cuando ve partir a su compañero o se ve envuelto en una crisis de relación, siente tristeza, lo cual es normal; a veces incluso un inconformismo momentáneo, quizá una pizca de enojo, pero el amor, o la capacidad de amar, por ser más grande que todos esos sentimientos, es predominante, y tiene el poder de reequilibrar ese corazón, que se siente fuerte y victorioso, aunque arañado. Y, manteniéndose sereno, no cultiva deseos de revancha, ni desesperaciones, ni dudas, miedos u odios. Quien ama se siente capaz de amar siempre y de nuevo, y una vez más, si preciso fuese.
El reto, entonces, es aprender a amar de verdad. Aprender a construir en nosotros un amor que no sea olvidado al primer error del ser amado, que no se esconda cuando el ego no se sienta atendido en sus deseos o caprichos. Amor que consiga observar sus propias necesidades permaneciendo en contacto con las necesidades de su pareja, creando un equilibrio en el querer.
Amor capaz de sacrificios sin quejas.
Amor capaz de perdonar y seguir adelante acompañando, en su volver a levantarse, al que se ha equivocado.
Amor capaz de colmar la vida de felicidad.
Por tanto, si sentimos que sufrimos a causa de una relación afectiva, en vez de echar la culpa al amor, sería más interesante preguntarnos si el sufrimiento no está causado por una carencia afectiva, por una baja autoestima; si no son las ganas, el deseo de poseer y comandar la vida del otro de forma que él nos atienda o sea lo que hemos soñado; si no es el egoísmo y/o el orgullo que hiere nuestra sensibilidad haciéndonos sufrir.
Cuando aprendemos a amar nos liberamos a nosotros mismos de muchos sufrimientos, y mejoramos la calidad de las relaciones afectivas, convirtiéndolas en relaciones verdaderamente amorosas.
Me parece que mejor sería decir que lo que puede causarnos dolor es el no saber convivir ni comunicarnos bien; es el perfeccionismo que vinculamos al éxito de la relación afectiva; es intentar moldear al otro según la imagen que tenemos del ideal buscado; es no tener autoconocimiento, ni autoestima; es pensar que el otro tiene poder para hacernos felices o infelices; es considerar que tenemos poder y derechos sobre la vida del compañero; es creer que se vive un cuento de hadas y por eso entender que el ser amado es infalible, incapaz de herir, y que nosotros somos especiales, de tal forma que nadie puede traicionarnos, disgustarnos, desobedecernos o dejarnos.
Así, a todos cuantos acuden a mí quejándose de los dolores del amor, les ofrezco, por medio de la terapia floral, primeramente la confortación restauradora y equilibradora de las hermosas fuerzas de la naturaleza y, seguidamente, el antídoto para su sufrimiento, que viene por el autoconocimiento asociado a la reconexión con su propósito de vida, con la autoestima y con sus cualidades y virtudes, especialmente, podéis creerlo, la del amor.
Y al permitir que éste, el amor, inunde nuevamente el mundo interior, se renuevan las fuerzas de la vida, el ánimo para continuar y la posibilidad de ser feliz.