¿Dónde está la felicidad?
por Graziella Marraccini em STUM WORLDAtualizado em 18/10/2007 17:45:34
Traducción de Teresa - [email protected]
Un día, mi hijo, siendo aún bastante pequeño, me preguntó: “Mamá, ¿qué es ser feliz?” ¡Ah, esas preguntas infantiles que no conseguimos responder! Esos conceptos abstractos y absolutamente subjetivos son siempre complicados de aclarar y no sería ciertamente un niño pequeño quien podría comprender una larga explicación filosófica. Entonces le contesté que ser feliz era estar con quien amamos. ¡Salió satisfecho, como siempre hacen los críos que aún no han aprendido a complicarse la vida y aceptan respuestas sencillas para preguntas sencillas! Pero ¿será que eso basta? ¿Estar con quien amamos? ¡A medida que crecemos acabamos por complicarnos la vida! Si pensamos en el concepto ‘felicidad’ de manera filosófica, podríamos divagar durante horas y horas, y nuestras indagaciones dependerían especialmente de nuestro carácter, nuestra manera de pensar, de nuestra instrucción y también de nuestro medio social y cultural, que nos ha condicionado inexorablemente e impuesto patrones de pensamiento. Los patrones occidentales nos conducen definitivamente a encontrar fuera de nosotros la tan soñada felicidad. Procuramos hallar la felicidad en las cosas materiales y no en conceptos filosóficos, en el tener y no en el ser. No soy psicóloga, pero mis estudios de astrología a lo largo de muchos años de consultorio, me han ayudado a comprender las indagaciones del alma humana. Mis reflexiones son siempre consecuencia de alguna pregunta que me hago durante la semana, la cual resulta de algún acontecimiento que me ha llamado la atención y me ha llevado a reflexionar.
He pasado la última semana en un hospital, atendiendo a mi madre que, ya centenaria, se acercaba a su partida definitiva, el regreso a la casa del Padre. Lo que he visto durante aquellos días a mi alrededor ha sido tristeza, dolor y sufrimiento. En cada lecho, en cada habitación, alguien padecía y sufría; la angustia de sus seres queridos se reflejaba en cada gesto, en cada mirada. Pero lo que he visto también han sido rostros sonrientes, felices, esperanzados, he visto a personas abrazándose, confortándose y rezando, he visto a personas ofreciendo ayuda, una palabra de consuelo y un hombro amigo, he visto a personas amparándose mutuamente. Claro que en muchos casos la alegría era la sensación de alivio debida a un alta en el hospital, a una curación, o entonces, más feliz todavía, reflejaba la alegría del nacimiento de una criatura. En aquellos días difíciles y pese a mi angustia, sentía cierta energía positiva en aquel ambiente de hospital y he percibido que muchas personas transmitían esa energía altamente positiva. Parecían felices. Entonces me he preguntado ¿cómo es posible ser feliz en un lugar como ese? Creo que la felicidad puede ser principalmente un estado de ánimo, una sensación de paz interior resultante de una percepción de unión con el Todo. La sensación de ser amados por el Padre. La sensación de que alguien está allí para aliviar el sufrimiento de otro ser humano. ¡Cuántas personas dedicadas y compasivas he encontrado en mi camino! Me he dado cuenta entonces de que la felicidad, aunque fugaz, está donde nosotros la colocamos, o sea, la sensación de felicidad depende principalmente de nuestra forma de hacer frente a la vida. El sufrimiento no significa infelicidad e incluso las personas que sufren, que pasan por momentos difíciles, pueden ser felices si encaran positivamente las experiencias por las que están pasando, que sirven de soporte para su espíritu.
Sin embargo, veo personas que no están enfermas, que no tienen preocupaciones económicas, que viven rodeadas de lujo y confort ¡y son infelices! Veo personas que gozan de buena salud, y son infelices. ¿Sabéis por qué? ¡Porque padecen una enfermedad grave que se llama ‘envidia’! La envidia es la mayor causa de nuestra infelicidad. El deseo de tener aquello que otro posee nos hace perder el enfoque de nuestra vida, ya que estamos ocupados con eso todo el tiempo. Mi madre se ha ido del mundo material para encaminarse a la otra dimensión donde, estoy segura, se encuentra muy feliz. Rica interiormente y rodeada de amor, no padecía ese terrible mal llamado envidia. Su sufrimiento era físico, no espiritual. Perdemos la oportunidad de pensar en construirnos una vida feliz si nos ponemos a padecer por aquello que no poseemos, sin darnos cuenta de las pequeñas riquezas que se desparraman por nuestro camino todos los días. Un abrazo, un cariño, una mirada, un aprecio, un elogio sincero, ¡cuánta felicidad no serían capaces de generar! La envidia crea una sensación de falta y esa falta es lo que nos convierte en infelices. Pensamos en aquello que no tenemos y no en aquello que tenemos. Para mantener la paz interior y la sensación de felicidad dentro de nosotros, debemos agradecer a Dios, al Todo, al Creador, por todo cuanto poseemos, por el amor recibido. Pobres o ricos, si no tenemos el amor de los que nos son queridos, podemos sentirnos infelices. Pobres o ricos, si no nos sentimos colmados interiormente podemos considerarnos infelices. Y esa plenitud interior es consecuencia del amor incondicional que sentimos: amor por nuestro prójimo.
La Cábala enseña que no existe verdadera felicidad en las cosas materiales, sino completa y única en nuestro interior, en el mundo espiritual. Si tomamos conciencia de esto nos sentiremos cada vez más felices a lo largo de ese camino nuestro de evolución, aun en los momentos en que la vida nos abruma con dolor y sufrimiento. Seguramente habréis visto hogares modestos donde reina la felicidad. Hay familias numerosas en hogares pobres de la periferia, donde los céntimos a fin de mes son contados, pero allí muchas veces vemos gentes felices, donde hay niños amados, que derrochan sonrisas porque reciben calor humano. Desgraciadamente, la llamada a lo material, estimulada por los medios de comunicación y por nuestra cultura consumista, está haciendo al ser humano cada vez más infeliz. ¿Sabéis por qué? Porque la verdadera felicidad está en la sensación interior de plenitud que resulta de la manifestación de amor al prójimo. ¡Las manifestaciones de cariño que he recibido de los amigos en esa semana angustiosa en que me despedía definitivamente de aquella que me había dado la vida, han llenado mi alma de felicidad! ¡Sí, puedo decir que doy gracias a Dios porque soy una persona feliz!
Esta semana vamos a aprovechar la influencia astral y escanear con los ojos estas tres letras del alfabeto hebraico, las letras que componen el nombre del Genio Vehuhel, 49º Genio cabalístico. El salmo para oración es el número 144. Él nos ayudará a encontrar la verdadera felicidad.
¡Para todos, una semana repleta de felicidad!