Dudas de lo cotidiano - Parte 2
por Flávio Gikovate em STUM WORLDAtualizado em 09/07/2009 12:48:19
Traducción de Teresa - [email protected]
Se suele decir que las personas más exaltadas, las que reaccionan con violencia cuando son contrariadas son las de genio fuerte, las de naturaleza más firme y determinada. ¿Es cierto que son las más fuertes?
Respuesta: Es curioso que pensemos de esa manera, ya que la verdad es exactamente lo contrario: las personas que estallan por cualquier contrariedad son como los niños pequeños que aún no han aprendido a tolerar las contrariedades y frustraciones que forzosamente la vida habrá de imponernos. Parecen aquellos niños muy mimados y súper protegidos que reaccionan con violencia contra todo lo que los incomoda. En realidad, son ciertamente débiles, porque no lidian bien con los dolores. Fuerte es aquel que soporta los sufrimientos, especialmente aquellos que no pueden ser evitados – no se trata, claro está, de ir en pos del sufrimiento solo para sentirse poderoso. La consecuencia más grave de esa equivocación es que no actuamos de modo firme con los niños más intolerantes, de forma que no les ayudamos a crecer y a convertirse en adultos fuertes. Así, continuamos dando lugar a que haya dos tipos de personas: los más exaltados – que son los débiles – y los más tolerantes y calmos – los más fuertes.
¿Por qué la obesidad está aumentando tanto hasta el punto de convertirse en el problema de salud número 1 en ciertos países? ¿No disponemos de mejores informaciones acerca del modo acertado de comer? ¿No debería eso ayudar a la gente a mantener el peso deseado? A fin de cuentas, las dietas para adelgazar ¿funcionan o no?
Respuesta: Todo lleva a creer que no funcionan, ya que casi todas las personas que hacen dietas siguen estando gordas – eso cuando no ganan cada vez más peso. La preocupación exagerada, presente en nuestra sociedad, relativa a las formas del cuerpo, ha llevado a un número de personas a preocuparse mucho por lo que comen. El resultado de esto es que ha crecido demasiado el número de personas con disfunciones de la alimentación, especialmente bulimia – comer mucho y después provocarse vómito – y anorexia – tener tal pavor a engordar, hasta el punto de no conseguir comer siquiera lo mínimo necesario. Y además, el número de obesos solo ha hecho aumentar. Es como si a todos nos hubiesen prohibido alimentarnos de forma espontánea y natural. Aquí hay dos problemas graves: todo lo que está prohibido es más deseado (¿no pasa igual con el sexo?); además, nuestro organismo detesta que nos entrometamos en su funcionamiento natural: si pensamos que tenemos que adormecer pronto porque mañana tenemos que madrugar, entonces no nos dormimos; en lo que concierne a la función sexual, entonces… de nada sirve querer mandar en nada. Si el mismo razonamiento vale para el modo en cómo nos alimentamos, ¡solo podemos concluir que las dietas para adelgazar engordan!
¿Cómo se explican ciertos matrimonios en los cuales se hace más evidente la enorme diferencia de valía entre los cónyuges? ¿Cómo mujeres inteligentes, independientes y atractivas se casan con hombres ignorantes, feos y poco competentes para la vida práctica? ¿Cómo hombres bien situados social y culturalmente se casan con mujeres que no tienen nada que ver con ellos?
Respuesta: La cuestión es interesante y muy importante. Lo primero que se observa es que es mucho más frecuente el matrimonio de hombres llenos de virtudes con mujeres bastante más simples que ellos, que de mujeres mucho mejor dotadas que sus maridos. En muchos casos, uno de los factores relevantes de la elección es de naturaleza sexual: ¡Las mujeres atractivas pueden ofuscar la lucidez y el buen sentido de ciertos hombres! Aún así, esa no suele ser la única razón, ya que la mayoría de las parejas convive íntimamente antes del matrimonio, de modo a atenuar el peso del factor erótico en la decisión. La impresión que tengo es que elegimos nuestra pareja conforme a la idea que nos hacemos de nosotros mismos, conforme a nuestra autoestima. Siendo así, las elecciones muy discrepantes indican baja autoestima. Sería más o menos así: ¡Dime con quién estás casado y te diré el juicio que formas de ti mismo! Esos matrimonios tienden a ser tumultuados y no son gratificantes tampoco para aquellos que, a primera vista, salían beneficiados con la diferencia. Viven en la cuerda floja, con la sensación de que están en el puesto por equivocación y que pueden ser despedidos en cualquier momento; suelen volverse más inseguros de lo que eran y son muy celosos y controladores.
Me siento inseguro en numerosas situaciones. Nunca tengo la certeza absoluta de que estoy procediendo de modo adecuado. Me siento amenazado en muchos momentos de lo cotidiano, temeroso de perder el empleo, de ser rechazado por los amigos, de no ser bien aceptado en un ambiente nuevo, y así sucesivamente. Observo a las personas y tengo la impresión de que la mayor parte de ellas es mucho más segura y confiada que yo. ¿Qué puedo hacer para sentirme como ellas?
Respuesta: La idea que formamos respecto de las otras personas, al observarlas desde fuera, es la de que son mucho más firmes y determinadas que nosotros. Nos parecen mucho más seguras, aparentan no sentirse afectadas por los peligros de la vida. Muchas personas se empeñan en parecer de esa forma, de modo que nos queda la sensación de que solo nosotros sentimos inseguridad. Las personas acaban clasificando a aquellos que conocen en seguros e inseguros, siendo que ellas mismas son las reinas de la inseguridad. La gran verdad es que, en ese particular, la vida íntima de las personas es bastante más parecida de lo que ellas manifiestan externamente. Siendo así, verdaderamente solo existen dos tipos humanos: ¡Los inseguros y los mentirosos! ¿Cómo sentirnos seguros si vivimos sin ningún tipo de garantía acerca de nuestro futuro, sin siquiera saber exacta y seguramente, de dónde venimos y para dónde vamos? Estamos divididos, de hecho, en dos categorías: aquellos que aceptan más dócilmente la inseguridad de nuestra condición – y no se empeñan en ocultar nada de lo que sienten – y los que, no aceptando las limitaciones que nos son propias, gustan de pasar por súper héroes y tratan de fingir y demostrar un estado que no es lo que sienten.Muchas parejas que, cuando eran jóvenes, siempre andaban a la greña, tienden a llevarse mejor a medida que empiezan a envejecer – después de los 60, 65 años de edad. ¿Qué significa eso? ¿Será que, con el paso de los años, han conseguido la evolución emocional necesaria para tolerar mejor las diferencias de modo de ser y de pensar? ¿Trae la edad consigo, forzosamente, cierto grado de crecimiento interior?
Respuesta: Ya me gustaría a mí creer que el paso de los años corresponde a un santo remedio, capaz de traer la soñada serenidad y tolerancia a frustraciones, contrariedades y diferencias de opinión (las diferencias de opinión son gran fuente de irritación para las personas más inmaduras, especialmente entre marido y mujer). Tal vez una de las razones para la mejoría de la relación conyugal entre aquellos que van envejeciendo se deba al aumento de la dependencia recíproca; o sea, cada uno se va sintiendo más amenazado por enfermedades y dolores de todo tipo, de modo a poder necesitar la ayuda práctica del cónyuge; en esas condiciones, ¡no conviene disputar por motivos fútiles! Pienso que la principal razón para la mejoría de la relación tiene que ver con la disminución de la envidia, especialmente de la envidia masculina: los hombres admiran y valoran mucho a las mujeres por su apariencia física, eso como resultado del deseo que ellas les provocan. Porque las desean más de lo que se consideran deseados, se sienten por debajo, inferiores, irritados y envidiosos. El machismo, o sea, la tendencia de los hombres a despreciar y a estar siempre criticando a las mujeres, se deriva de esa envidia masculina, casi siempre inconsciente. A medida que pasan los años, y las mujeres pierden la lozanía de la juventud, se vuelven menos atrayentes sexualmente y al mismo tiempo menos envidiadas. Como la envidia es la mayor razón para la hostilidad gratuita, ésta tiende a disminuir y la calidad de la relación tiende a mejorar. Las mujeres, por su parte, quizá por sentirse menos poderosas, también tienden a volverse más dóciles y dedicadas.