El alma inmortal
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 27/12/2011 11:39:00
por Bruno J. Gimenes - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Para entender esa naturaleza de la reencarnación en la existencia humana, hemos de comprender que innegablemente el mundo, el universo, caminan siempre hacia delante al igual que la corriente del río, que fluye siempre en un único sentido.
Nuestra causa mayor es la evolución. Piensa que pese a tantos problemas y conflictos, ese progreso se verifica en la humanidad, día tras día, año tras año. Es algo incontestable. Basta contemplar la historia de la vida en el planeta y constatar que a través de innumerables formas la evolución nunca se ha detenido, con independencia de la voluntad de los hombres.
Esa evolución necesaria para la humanidad, o sea, el desarrollo deseable para el alma, sería imposible de completar en el tiempo limitado de una sola existencia. En una sola vida ¿sería posible corregir todos nuestros fallos de carácter? En una sola experiencia ¿podríamos diezmar de una vez el miedo de nuestra alma? ¿O la ira? En una sola encarnación ¿sería posible comprender la miseria o la riqueza? ¿La alegría o la tristeza? ¿Por qué algunas personas tienen historias de vida llenas de conflictos, acontecimientos traumáticos y verdaderas desgracias, mientras que otras experimentan la riqueza material desde la cuna, el acceso a la cultura y condiciones privilegiadas?
¿Sería Dios tan injusto, hasta el punto de cometer tales injusticias? Si en una vida la persona comete graves equivocaciones, ¿no tendría la oportunidad de reparar sus errores? Aquel que mata, roba y destruye, ¿sale impune de la vida al morir, aunque haya cometido tantas atrocidades? ¿Se puede robar, maltratar, engañar, agredir, que cuando la muerte llega simplemente todo se acaba?
La visión equivocada de los linajes religiosos tradicionales de Occidente entiende la muerte como el fin de nuestras vidas, la pérdida irreversible de alguien. La cultura de la Fiesta de Difuntos, de ir al cementerio a llevar flores a los seres queridos, es una percepción distorsionada, basada en la creencia de que el cementerio hospeda al muerto en su descanso eterno o que el lugar de su entierro es el portal de comunicación con él. Esa es solo una muestra del nivel de conciencia que tiene la mayoría de la gente; algo alarmante.
Párate a pensar: ¿cuál es la importancia del cementerio? Piensa bien, de manera profunda e incluso en cierta forma, técnica.
El cuerpo físico, desligado de su fuente de energía, muere. Lo mismo que un motor deja de funcionar cuando le falta gasolina. No somos el coche: éste es únicamente un vehículo que nos transporta de un lugar a otro. Solo entramos en él para transitar por varios espacios y direcciones. Cuando alguien cambia de coche con el paso del tiempo, no se dedica todo el tiempo a intentar visitar el coche antiguo, porque uno no es el coche, sino que únicamente lo utiliza y lo sustituye conforme a las circunstancias y experiencias.
El cementerio tiene como objetivo ayudar a la depuración biológica de la materia orgánica que constituye el organismo físico, una vez que el cuerpo espiritual lo abandona al final de cada vida. El cementerio tiene funciones parecidas a las del vertedero municipal, donde se depuran los residuos domésticos. ¿Vas tú al vertedero municipal a visitar a un envase usado, a una botella vacía o al tallo de un vegetal despreciado en el día a día de tu hogar?
Respetuosamente hablando, o sea, reconociendo el importante papel ecológico y social del cementerio, su función es únicamente esa: depuración de residuos. Ese ambiente no hospeda el alma de los cuerpos que allí se descomponen en un ciclo natural, incluso porque, si así fuese, los cementerios serían penitenciarías de almas humanas y, honradamente, no tiene sentido semejante visión.
Por eso, no gastes dinero en flores para llevar a la tumba de nadie. Si compras flores, obsequia con ellas a tu cónyuge, decora tu casa; tiene más sentido, es más sensato. No gastes tu precioso tiempo en visitas al cementerio, y menos aún llevando flores. Reserva el mismo tiempo para hacer oraciones sinceras, desapegadas y amorosas para los desencarnados, porque ellos siguen siendo conciencias, continúan siendo espíritus en evolución, tal como todos nosotros. La práctica de la oración es la forma más sensata de expresar el amor al desencarnado, porque si no es así, es porque no se trata de un amor verdadero, y sí de apego disfrazado como sentimiento de nostalgia y dolor, que tiene como telón de fondo el egoísmo, porque solo pensamos en nuestro dolor y jamás en la necesidad evolutiva que tiene cada alma.
No importa la distancia ni la dimensión en que estén las almas; cuando nos concentramos en una voluntad amorosa y sincera de emanar bendiciones, esas vibraciones con toda seguridad son recibidas, donde quiera que esos espíritus estén, porque el límite de la dimensión física no impide esa comunicación. Incluso porque, si tenemos paciencia y un poco de dedicación, podremos encontrarnos con ellos en las continuas proyecciones astrales durante el sueño.
Tenemos que comprender que el alma es inmortal, que la vida es una escuela, que cada existencia es una pasantía, tal como lo es también cada curso en la enseñanza tradicional. Todo es cíclico. Volvemos a la dimensión física, vida tras vida. Siempre con el objetivo de la purificación de la personalidad inferior. Sin embargo, como la cultura occidental impregnada en nuestra conciencia, caracterizada por la influencia del erróneo dogma no reencarnacionista de las religiones occidentales, dice que la muerte es una desgracia, somos estimulados a sufrir por anticipado. Y ello por la percepción que tenemos de la muerte como “pérdida”.
Y así camina gran parte de la humanidad, ofuscada, equivocada respecto de la real función de la muerte, o mejor, de la salida final del alma del cuerpo físico. Tenemos que observar más la naturaleza, aprender con los ciclos de la vida y comprender definitivamente que nuestra alma es inmortal.