¡El amor es lo que importa!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 13/05/2015 17:36:36
por Vera Marfeza - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Este caso lo atendí hace unos cinco años. La madre la había traído a fin de que yo desvendase lo que ocurría con su hija, pues en los últimos seis meses había intentado matarse cinco veces. La última había sido en un hotel de lujo, en Nueva York, en el reveillón. Se había cortado los pulsos dentro de una bañera, estando sola. La camarera sospechó algo y allanó el apartamento, encontrándola desmayada y desangrándose.
Mientras la madre aguardaba en la antesala de mi antiguo consultorio, ella se sentó y mirando directamente a la pared me dijo: "En cuanto salga de aquí, voy a matarme". Miré aquella muchacha de 29 años, rasgos orientales, con su mirada fija hacia un lado, e inmediatamente inicié una conversación explicando que el suicidio, aparte de no solucionar nada, te deja deambulando por ahí sin orientación alguna acerca de lo que debes hacer, hasta cumplir el plazo que tú misma habías establecido para la desencarnación natural. Le conté que durante algún tiempo tuve esa misión que era la de orientar a los suicidas al otro lado de la vida, proyectándome fuera del cuerpo. Hoy ya no lo hago, porque es angustiante.
Ella, todavía asombrada por lo que yo le había dicho, se decidió a mirarme y empezamos la sesión. Ya de entrada vi una criatura muy frustrada, resentida y que no sabía cómo exteriorizar todo eso. Con esa visión, le pregunté cómo era su relación con su padre. Me reveló que su padre era un hombre riquísimo, que le había donado mitad de su patrimonio ya en vida, y por lo tanto, ella no tenía por qué preocuparse del dinero para el resto de su vida.
Como él viajaba mucho, siempre le compraba muñecas Barbie de todos los países por donde pasaba. Dijo que su colección ya contaba más de 300. Por otra parte, ella también viajaba por el mundo, acompañando las jiras de una banda heavy metal famosa, y que en la noche de la tentativa de suicidio, en Nueva York, ella esperaba a un productor de Hollywood que le había prometido pasar el Año Nuevo juntos.
Como era de esperar, la chica estuvo aguardando hasta darse cuenta de que él ya no vendría, pues ni siquiera la había avisado de que no acudiría a la cita. Fue la gota de agua. Y entonces fue cuando ella decidió cortarse los pulsos.
Le dije que el detonador fue haber prometido venir y no cumplirlo, muy parecido a lo que hacía el padre que solo traía regalos pero no le daba atención ni cariño. Ella se sorprendió con mi afirmación y yo le dije que peor que padre y madre horrorosos son padre y madre "unas monadas".
Yo había expuesto su frustración. Ella no tenía cómo dirigir su enojo y su resentimiento hacia su padre, al fin y al cabo él le había dado una fortuna y la llenaba de muñecas. Pero no era eso lo que ella perseguía. Ella quería amor, presencia. Como no era capaz de exteriorizar todo eso, se volvió contra sí misma y pasó a intentar matarse no solo para reducir la ansiedad del abandono como para, inconscientemente, castigar a su padre.
Hicimos la sesión y yo canalicé la imagen que ella tenía del padre para que pudiese exteriorizar todos sus sentimientos. Ella lloró mucho y, entonces, aprovechando el momento, canalicé las imágenes de la madre de su niño interior herido.
Fue bastante intenso y noté que ella había resuelto la cuestión. Pero tuve la real seguridad cuando ella me telefoneó y pidió una nueva sesión para atender a otras cuestiones. En ese nuevo encuentro me contó que desde que salió de allí aquel día ya no volvió a tener deseos de poner fin a su vida, sino que llamó por teléfono a su padre que vivía desde hacía algún tiempo con otra mujer y se encontraron. Toda la conversación que ella había mantenido con la imagen del padre, la repitió en vivo y se sorprendió cuando él empezó a hablar tal como yo lo había hecho al canalizarlo. Ella me confesó que en aquel momento se asustó un poco, pues durante la conversación me veía a mí en lugar de a él.
Nos reímos un poco de eso y entonces ella me dio la noticia de que se marchaba a S. Paulo a trabajar en una agencia de publicidad, aprovechando su formación académica y que estaba algo enfadada, pero no con su padre, sino con el psiquiatra que su madre le había impuesto, quien, según ella, aparte de ser muy caro, solo le recetaba dopantes, durante los últimos diez años, lo que no le había servido de nada. Le expliqué que cada profesional trabaja abordando un fragmento de la cuestión y que ese médico había sido necesario para que ella no perdiese el control sobre su vida.
Concluimos juntas que, si bien el dinero es un agente facilitador, ¡lo único que vale la pena realmente es el amor!