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¡El amor no tiene contraindicaciones!

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 08/09/2010 13:02:58


por Flávio Bastos - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

El mirar hacia dentro del ser humano sobrepasa las barreras del tiempo. No somos piezas dispersas del tablero universal, sin identidad, historia o importancia en el contexto de la vida.

Somos seres de extremos, o nos damos exagerada importancia, o nos consideramos seres perdidos en el laberinto de la existencia. El secreto está en el término medio, el camino de en medio o equilibrio de fuerzas: situarnos en el cosmos en cuanto que somos seres inteligentes dotados de fantástica capacidad de evolución a partir de la expansión de la consciencia.

El actual nivel medio de consciencia humana impide al ser inteligente superar sus bloqueos psíquicos relativos al área de las emociones. Cautivo de su propio pasado, el ser alterna entre altibajos como el prisionero, que por la ventana de su celda vislumbra la libertad sin estar en condiciones inmediatas de disfrutarla.

La mirada ínter-vidas, por tanto, surge como una necesidad de comprender por qué el hombre sufre y viene sufriendo desde hace milenios males incurables relativos a la salud, que son las enfermedades. Y contemplar interdimensionalmente la existencia humana sobre el planeta Tierra, requiere sentirse libre de ataduras que nos prenden al convencionalismo materialista que observa al individuo como “producto” de una única infancia.

Tenemos una vaga noción sobre el amor. Para nosotros, el amor está relacionado con el sexo, y amar tiene una relación inconsciente con nuestra demanda afectiva aún sujeta a las necesidades de tipo narcisista, o sea, deseamos más amor que el que podemos ofrecer…

No comprendemos, por ejemplo, que amor es una energía omnipresente, libre e independiente de nuestras neurosis afectivas, pero que se halla a nuestra disposición siempre que de ella necesitemos en los momentos de aflicción.

El amor no tiene contraindicaciones, en cambio, preferimos mirarnos como subproductos del medio y tratar nuestros males como si no tuviésemos alma. La percepción de nuestra densidad energética relativa a la dimensión física, limita la percepción extrasensorial conectada a la esencia de lo que somos. Acabamos conformándonos con ser lo que no somos debido a la falta de una visión más afinada de lo que verdaderamente somos.

La mirada interdimensional sobre el ser humano observa el amor como mecanismo de cura de todos sus males. Pero no curas milagrosas, sino el auto-conocimiento como forma de expandir la consciencia hasta llegar a un nivel más profundo del significado del amor en nuestras vidas.

La ignorancia sobre el amor ha llevado a generaciones y generaciones de humanos a repetir las mismas equivocaciones en la educación y en la salud. Por falta de una visión – o mirada – inter-vidas, hemos construido una cultura basada en el “aquí-ahora” de la existencia, en que el nivel de percepción acompaña al hombre en su lucha por la supervivencia basada en la competitividad, o sea, en la “ley del más fuerte” que nos acompaña desde tiempos inmemoriales.

En realidad, llevamos en nosotros un miedo atávico del profundo significado del amor, porque, inconscientemente, “sabemos” que todo lo que atribuimos a lo “desconocido” nos exige una comprensión de lo que representan nuestras limitaciones asociadas a las experiencias terrenas. Y en esa orientación es preferible repetir el ciclo de nuestras limitaciones que profundizar en el conocimiento sobre el amor.

Absortos en los reflejos de nuestra realidad inmediata, la dimensión de la materia, no nos damos cuenta de que somos consecuencia de errores y aciertos de una historia multimilenaria, en la cual el amor ha entrado y pasado por nuestras vidas sin que comprendiésemos su “recado”.

La mirada ínter-vidas rescata del historial de muchas vidas el espíritu inmortal, la verdad de cada uno en relación al estado de cosas que representa su existencia, revelando, de forma transparente, lo que él necesita transformar en sí mismo en la relación con el otro y con el mundo.

El amor, que no tiene contraindicaciones, invariablemente, es el remedio para todos los males del alma y del cuerpo, desde sentimientos no resueltos que nos desarmonizan y originan enfermedades, rebelión o actitudes desesperadas, hasta situaciones en las cuales, en la búsqueda de un sentido para la vida, recurrimos a Dios.

La vida sí tiene sentido, comenzando por la responsabilidad asumida con uno mismo y con todo cuanto concierne a nuestra realidad circundante, a cuya transformación podemos contribuir si nos mantenemos enfocados en la dirección del bien y del amor fraternal. Ese es el desafío de todos, pero, principalmente, de quienes tienen responsabilidades sobre el otro, como es el caso de padres, educadores, terapeutas, médicos, religiosos, gobernantes y científicos en general. De esa forma, estaremos conectados como seres que se valoran al comprender que el amor en nuestras vidas tiene un amplio significado: salud y felicidad.


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