El arte de la poda
por Izabel Telles em STUM WORLDAtualizado em 01/04/2009 18:25:37
Traducción de Teresa - [email protected]
Suelo aconsejar a algunos pacientes que planten un árbol para representar en él y con él a su familia. Propongo que elijan un frutal, de preferencia un naranjo.
Cuento por qué.
En la India el naranjo significa el encuentro de dos mitades perfectas en sus frutos, y la extensión y grandeza del árbol sugieren la familia y sus relaciones. Algunas mujeres llevan flores de azahar prendidas en su velo de novia.
Bien, volviendo a lo de plantar el árbol – que puede ser cualquier uno, siempre que el paciente sienta por esa especie admiración, respeto y amor a su significado.
Pido que se cave un hoyo bastante profundo. En el fondo de lo profundo, debemos colocar frases de amor y gratitud a nuestros antepasados. De ambos lados, materno y paterno.
Sobre esos nombres y frases recomiendo que los niños arrojen algunas flores, fotos, pedazos de tejidos, algunos pequeños objetos simbólicos (por ejemplo, si la abuelita fue costurera, echar el dedal que ella usaba) que esté ligado de alguna forma a aquellas personas. Después de esto, el árbol puede ser colocado en el hoyo.
La tierra va siendo arrojada a bocados con respeto y alegría, hasta que el árbol quede bien sujeto al suelo.
Todos los miembros de la familia pueden cuidar del árbol. Regar, abonar, esponjar la tierra alrededor del hoyo y, especialmente, arrancar las hierbas dañinas.
Pero el ritual más importante que debemos hacer es el ritual de la poda.
Al llegar el invierno, especialmente aquel que cubre nuestros corazones, como la pérdida de un ser querido de la familia, o una separación, o incluso un momento en que necesitamos partir y dejar atrás un ciclo, hasta poder volver fortalecidos, renovados, dispuestos a brotar nuevamente en aquel árbol; es, entonces, momento de tomar una tijera, engrasarle pacientemente el muelle, afilar su cuerpo y al nacer del sol, iniciar la poda.
Esta poda no tiene que ser técnicamente correcta. No es preciso. Es una poda hecha con una intención y con la intuición.
Pensamos mucho en lo que deseamos eliminar de aquel sistema familiar, o de qué yugo queremos desvencijarnos, o qué eslabón queremos deshacer, o qué comportamiento queremos perdonar o liberar definitivamente del clan. Y así sucesivamente.
Cerramos los ojos y pedimos permiso al árbol que está frente a nosotros, explicándole nuestra intención.
Pies firmes en el suelo, tijera en mano… Vamos dando comienzo a la poda repitiendo mentalmente y afirmando en las manos la intención en aquello que queremos eliminar. Dejamos que los sentimientos afloren. Rabia, miedo, odio, tristeza, abandono, saudade, alegría… sea lo que fuere. Deja venir todo y vamos cortando, escuchando el canto de la tijera.
Hecha la poda, recogemos las ramas podadas y las quemamos en una hoguera.
Pasamos un rastrillo por el suelo en torno al árbol, esponjamos la tierra, abrazamos, honramos y agradecemos al árbol, regamos y solo volvemos a verlo de allí a más o menos tres meses.
¿Qué vamos a encontrar?
Muchas ramitas nuevas saliendo de aquellas que hemos podado. Ramas verdecidas, aún frágiles buscando nuevas direcciones, acechando una brecha en busca del sol. ¡Podemos encontrar una nueva floración que hasta parece una antena parabólica buscando nuevas señales!
Si la motivación que impulsó la primera poda permanece, podemos cortar algunas de las ramitas o todos los brotecitos nuevamente. Recuerda que no es una poda técnica. Es una poda catarsis. Dando significado nuevamente a la intención, reforzando la petición.
Yo tengo un lindo naranjo plantado en el huerto de la hacienda de una amiga.
Como no estoy en Brasil en este momento, si surge alguna emergencia, le telefoneo y le ruego que lo pode por mí. Amorosa como solo ella, repite mi intención de poda para estar segura de haber comprendido bien mi petición.
Sí la comprendiste, querida amiga. ¡Tú siempre comprendes, porque conoces el poder de podar los naranjos!