El camino de la humanización
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 31/10/2012 11:03:02
por Enildes Corrêa - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
"La persona ignorante es alguien que va ignorando alguna cosa esencial. Es ignorante porque está ignorando la cosa más fundamental en la vida: se está ignorando a sí misma. Se mantiene ocupada con lo no esencial. Ha perdido la senda del propio yo. Ha olvidado su realidad y se ha vuelto una con algo que ella no es". Osho
Mucho se viene hablando de la necesidad de humanizar las organizaciones y la sociedad de modo general. Humanizar quiere decir: elevar a la altura del hombre. Relativo al hombre: el cuerpo humano; la especie humana. Sensible a la piedad, compasivo: mostrarse humano con sus semejantes.
La lógica nos hace razonar que si es necesario humanizar, significa que algo está en desacuerdo con la naturaleza que nos califica como seres humanos. Entonces, hay que mirar e investigar aquello que está en oposición a la condición esencial que nos caracteriza como Gente. De ese modo, la persona debe ser el centro de atención de cualquier proceso de humanización.
La humanización requiere un planteamiento amplio y sensible. Se hacen necesarios cambios profundos en la vida de las instituciones: valores, cultura, postura, etc. Las instituciones están hechas de personas y los cambios reales y consistentes se producen tan solo y únicamente cuando éstas cambian. Cambiar los procedimientos externos y administrativos sin que haya un cambio de mentalidad en los individuos que las componen producirá únicamente alteraciones superficiales.
Al observar y testimoniar acontecimientos que revelan comportamientos deshumanizados, o sea, sin amistad ni compasión por el prójimo y por otras especies de vida, en mayor o menor grado, donde quiera que se presenten, nos deparamos con sus principales causas: la ignorancia, la insensibilidad, el egoísmo y la codicia presentes en la mente del hombre. Esa miseria interior es tan triste como la exterior. Lamentablemente, pocos la ven o se dan cuenta de su existencia en sí mismos, lo cual hace imposible un proceso de auto-conocimiento y transformación.
Cuántas veces nos habremos hecho esta pregunta: ¿cómo es posible, por ejemplo, que los líderes políticos no se conmuevan con unas condiciones de vida crueles y desiguales para la especie humana? Ellos salvan bancos, grandes empresas, pero no se empeñan en salvar vidas en colapso. Más de 900 millones de personas pasan hambre en el mundo. El hombre fue a la Luna, pero no ha tratado de eliminar el hambre en el planeta en que vive.
Aquellos que proceden de modo insensible y falto de amor revelan que en algún punto de su vida han cortado los vínculos y la conexión con el sagrado mundo interior. De ahí la expresión que escuchamos muy frecuentemente: "le falta alma a aquella persona". La ignorancia hace a las gentes distanciarse de su mejor parte y cometer actos indignos e impropios de la condición humana; lo mejor sería decir: nuestra condición y naturaleza divina.
Todo es resultado de la acción del hombre en el ambiente en que vive, sea el orden o el caos. Entonces ¿cómo podemos hablar de actos humanizados sin pasar, necesariamente, por la condición de la cualidad de ser de cada individuo? Sin embargo, hay resistencias para la aceptación de esa verdad.
Si el egoísmo, la codicia y el apego al poder se disolviesen, y en el corazón de la mayoría de los seres humanos brotasen el sentimiento de amistad, los deseos de cooperar, el espíritu de solidaridad y fraternidad, seguramente no tendríamos que presenciar, en ningún lugar, escenas inhumanas que impactan nuestros ojos, las cuales humillan y sacrifican a nuestros semejantes.
El camino de la humanización, en su aspecto más amplio y noble, pasa por la sensibilización, por la valorización y por el volver a despertar de todos nosotros a la vida. Solo el ser sensible, consciente, fraterno, compasivo, de hecho conectado con la vida (interna y externa), podrá proceder con humanidad y amor en su corazón.
De esa forma, espontáneamente, nuestros actos estarán pautados en la ética, el respeto y la consideración hacia nosotros mismos, hacia el prójimo y hacia el medio en que vivimos. En tal sentido, sería más propio hablar de divinización en lugar de humanización. El Amor manifestado en nuestros corazones hace de todos nosotros un Templo de Dios.
En este momento, como ha dicho un amigo, la humanidad pide socorro, pues la inhumanidad de los "humanos" está poniendo en riesgo la vida sostenible en la Tierra. Sería de gran provecho si todos comprendiesen que en el campo de la energía somos uno solo, que no hay separación en nuestra expresión más sutil. El hombre no es una isla. El Maestro Osho nos dice: "Somos todos parte de una única fuerza vital - parte de una única existencia oceánica. En las profundidades de nuestras raíces somos uno solo. No importa a quién estés haciendo daño. A fin de cuentas, te estás haciendo daño a ti mismo. La no violencia resulta de esta comprensión".