¿El césped del vecino siempre es más verde que el tuyo?
por Maria Isabel Carapinha em STUM WORLDAtualizado em 15/09/2015 10:08:52
Traducción de Teresa - [email protected]
Cuanto más nos entregamos a emociones insanas, más perdemos el tiempo. Cada ser humano centra su aprendizaje en un aspecto de su vida, y en este sufrimiento elegido pone una enorme intensidad, y siempre es mucho mayor que el de cualquier otra persona, según su modo de ver.
Unos sufren por lo financiero, que nunca se equilibra, otros por el amor que nunca es correspondido, otros por la interminable cantidad de enfermedades que surgen en su vida, y otros, asimismo, por relaciones familiares enfermizas. En la proporción de nuestras elecciones ponemos nuestra ansiedad y cuanto mayor sea ésta, mayor será nuestra sensación de víctima.
Ser víctima de la vida significa que sólo eres tú el que no alcanza sus objetivos, que sólo a ti no te salen bien las cosas, y ciertamente, sólo a ti nadie le ayuda ni comprende. Existen de hecho dos tipos de personas: las víctimas y los protagonistas. Ser víctima significa insistir en errores y encontrar siempre una explicación para que éstos ocurran; en cambio, ser protagonista significa reconocer que uno se ha equivocado, y modificar la conducta.
El paso de víctima a protagonista depende sólo de que tomes conciencia de la repetición de procesos en tu vida.
¡Haz un análisis crítico de tu vida y verifica si las situaciones se repiten constantemente!
Si la respuesta fuese afirmativa, ha llegado el preciso momento de decidir que quieres ser feliz y principalmente que quieres ser protagonista de tu vida y que el césped del vecino no es más verde que el tuyo, ¡es simplemente diferente!
Por medio de la Mesa Radiónica es posible identificar el bloqueo original que te lleva al sufrimiento en que te encuentras y con ella es posible además eliminar ese bloqueo.
Hace algún tiempo, atendí a una persona que nunca conseguía triunfar en sus relaciones afectivas; los celos excesivos y la sensación de tener que controlar la vida del otro acababan con todas sus relaciones. En su mente había la siguiente definición: si yo no controlo todo el tiempo seré sorprendida por algo malo.
Empecé entonces el tratamiento con la Mesa Radiónica, haciendo el equilibrado general de sus frecuencias energéticas para que pudiese identificar el bloqueo que le llevaba a atraer esa clase de situaciones repetitivas. Encontré así el momento en que ella tenía doce años de edad, y con el propósito de hacerla esclarecer lo que había sucedido, empecé a preguntar dónde ella vivía en aquella época, en qué curso iba en la escuela y cómo eran sus relaciones familiares.
Entonces se puso a llorar y me dijo: fue precisamente en esa época cuando perdí la confianza en cualquier persona. Contó que al llegar de la escuela no había nadie en casa y se puso a mirar la tele; como no había nada que le agradase, buscó en el despacho de su padre, a quien apasionaban las películas, algo para asistir. Como no entendía muy bien el equipo electrónico, antes de poner la película que había encontrado decidió poner una cinta vieja para manejarlo sin estropear la película.
Al poner la cinta en el aparato, en ella aparecían escenas de su padre con otra mujer en la piscina de su casa. ¡Su mundo se derrumbó en aquel momento!
Inmediatamente colocó la cinta en el sitio donde la había encontrado y nunca comentó el hecho con nadie, pero aquella era la persona más importante de su vida y además su referencia, pero dejó de serlo en aquel momento… y si ella no podía confiar en esa persona ¿en quién más podría confiar?
A partir de aquello, se había instalado el sentimiento de posesión, para evitar que lo mismo le ocurriese a ella.
Eliminé tal bloqueo, seguido de una explicación sobre las diferencias entre las personas y la necesidad de perdonar y de nunca juzgar al otro.
Cuando la sanación se estableció, su magnetismo se modificó de tal forma en su vida que incluso las relaciones profesionales cobraban armonía. Ella pasó a atraer situaciones interpersonales complementarias y ya no relaciones enfermizas; y así, el césped del vecino dejó de ser más verde que el suyo, y ella pasó a ser protagonista de su propia vida.