El Diván iluminado
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 06/09/2012 11:59:44
por Carmem FARAGE - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Desde hace más de cien años ya se conoce la importancia de la vida psíquica, de cómo el inconsciente dicta las normas de nuestra vida emocional en lo cotidiano.
Sabemos que aquello que vivimos queda registrado y que estos registros se ligan entre sí, en un entramado complejo e inteligente al servicio de nuestros deseos inconscientes, produciendo individuos únicos.
A través de las diversas técnicas psicológicas, hemos podido, a lo largo del tiempo, conocer y acceder al universo humano en su riqueza de detalles, teniendo por objetivo ayudar en el proceso de individuación a que llamamos evolución.
Freud nos dio las principales herramientas, las claves del inconsciente, y después de él, investigadores en el mundo entero se empeñan en desarrollar herramientas que puedan reformular los registros del pasado, al mismo tiempo en que registran nuevos patrones de comportamiento, suprimiendo síntomas. Estamos en constante evolución: inquietos, inseguros, falibles, mudables, en una búsqueda incesante de respuestas para los enigmas de la existencia. Hemos aprendido por ensayo y error; pero, sobre todo, somos repetitivos, atascados en los enmarañados emocionales, repitiendo errores. Sentimos y hacemos cosas, sin saber por qué sentimos y hacemos.
La Terapia de Vidas Pasadas es el instrumento actual, la más reciente herramienta que, accediendo al inconsciente, hace al individuo depararse con sus registros más antiguos, yendo al origen de la formación de conductas, demostrando que el complejo tejido tiene raíces muy profundas, que ya hemos vivido miles de vidas y que estas vidas están, de alguna forma, en nosotros, regentando todavía hoy nuestros patrones de conducta.
Por medio de técnicas específicas y sencillas, en las cuales el paciente permanece lúcido y consciente, funcionando a un tiempo como observador y protagonista, rehace su historia personal y desbloquea los patrones de conducta.
La Terapia de Vidas Pasadas nos permite actuar en nosotros mismos construyendo nuestro destino con nuestras propias manos.
Una pequeña relajación hace a la mente mover las energías necesarias para entrar en una sintonía propia, permitiendo que los recuerdos salgan a la superficie con todo el colorido afectivo necesario para que el cambio se produzca.
Los recuerdos obedecen a un ritmo interno y a una cronología inconsciente y observamos que se establece en el proceso un orden de prioridad que respeta el nivel evolutivo y el libre albedrío de cada cual, sirviendo a un doble propósito: la protección emocional y la sanación.
Protección emocional porque solo vamos a recordar aquello que seamos capaces de digerir.
Y la sanación se produce en la medida en que vamos trabajando los recuerdos y rehaciendo las conexiones conscientes en análisis.
Este análisis se hace a la luz del Psicoanálisis, empleando los recursos teóricos y ciertas técnicas psicoanalíticas, para una perfecta adecuación de los recuerdos a nuestro cotidiano actual, con mucha naturalidad.
Los resultados son comprobadamente más rápidos y duraderos. Se observan cambios en los patrones internos, que se revelan en el día a día, promoviendo profundos cambios con gran ahorro de sufrimiento.
No es preciso creer en la reencarnación y no depende de ninguna otra creencia religiosa o esotérica.
Digamos que desde el punto de vista psicoanalítico, tenemos únicamente producciones mentales, vengan de donde vinieren – no importa – serán analizadas como producciones mentales y, por tanto, revelan el inconsciente.
Toda producción mental está cargada de significado, por tanto, es susceptible de ser analizada.
Cualquier persona de más de siete años de edad puede someterse a la Terapia de Vidas Pasadas, si lo desea.
No han mal alguno en querer, por libre albedrío, saber de uno mismo. Está permitido, en el sentido evolutivo. No tiene contraindicaciones. ¿Cómo puede haber contraindicaciones para la verdad? Si la persona está lúcida durante todo el proceso, ella es la dueña absoluta del mismo. Y el terapeuta, mero coadyuvante, habilitado técnicamente para ayudarla a ver sus propias verdades. ¡Y la persona solo ve lo que quiere, si quiere!