El FIN DE LA INFANCIA ES EL FIN DEL FUTURO
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2016 15:56:42
Autor Paulo Rubens Nascimento Sousa - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
La sociedad de consumo viene trabajando con el imaginario de nuestros niños, despertando en ellos necesidades que se confunden y entremezclan con la propia experiencia humana, elevándolos a un estado inflado de la naturaleza de sus papeles y representaciones.
Los padres, que están muy ocupados en sobrevivir, delegan la educación y la convivencia de sus hijos a terceros, y compensan esa afectividad y convivencia con regalos y adquisiciones que van corrompiendo el desarrollo psíquico y social en ellos. Generan así una organización social completamente subdesarrollada, inmadura, y con una serie de problemáticas que podemos con toda seguridad calificar como de quiebra y perjuicio para la ecología humana.
Esta apelación al consumo genera dos polos que ponen en marcha la cadena del capital, los que pueden consumir y los que no pueden: ricos y pobres. Y todo el sentido de la vida transcurre en torno a esta fantasía de satisfacción, que nos aleja de nuestras necesidades reales y de un modus vivendi más humano.
Esta sintomatología repercute en toda la idiosincrasia y en las miserias planetarias. Toda la motivación de nuestra sociedad actual es el “poder de consumo”, y a partir de esta premisa, engendramos las más descabelladas disculpas para justificar nuestra carrera desenfrenada para ganar dinero: tenemos que darnos lo “mejor”, a nosotros y a nuestros hijos, una escuela mejor, un vecindario mejor y más seguro, ropas de marca, zapatos, servicios y productos, no dándonos jamás por satisfechos.
Esta es una fábrica de humanos totalmente insostenibles, estas personas no lograrían sobrevivir en un mundo natural, porque vivimos en una sociedad completamente entorpecida respecto de la realidad y de la naturaleza de nuestra vida en la Tierra.
Esta locura está muy bien configurada en la lucha de sexo femenino por igualarse al papel del hombre. Esta es una cuestión primordial en la ecología de nuestro tiempo. Esta alteración ha cambiado por completo el modo en que aprendimos a construir los papeles, según los cuales vamos a orientarnos en la vida.
La niñez es un período de la vida en que, a través de lo lúdico y los juegos, vamos a construir los elementos fundamentales de la experiencia humana en la Tierra. Ser niño en tiempos posmodernos es depararse con grandes desafíos, que comienzan con la convivencia materna que sufre una brutal quiebra en lo que respecta a la preparación de la madre para el ejercicio de su maternidad. La mujer de nuestro tiempo ha perdido completamente su relación natural con la cría; otra problemática es el tiempo de maduración psíquica y biológica del niño, que en la mayoría de los hogares se quiebra en tierna edad para que la madre pueda trabajar, con lo cual se le expone a situaciones de riesgo inmunológico, llegando a adquirir una serie de enfermedades y complicaciones que arrastrará de forma crónica durante el resto de la vida. Atendí a una niña de 5 años que ya parecía una mocita, muy precoz, toda maquillada, hablaba con cierta vanidad de sus “itis”, rinitis, sinusitis, laringitis, como algo común a su estado natural. Dolencias estas adquiridas con la convivencia prematura con otros niños, expuestos en guarderías e instituciones sin haber tenido tiempo de preparar su sistema inmunológico para ese contacto con un medio rico en patógenos.
La infancia, en las sociedades antiguas, era un ejercicio de jugar con el vivir futuro, la niña, las más de las veces jugaba reproduciendo los ritos domésticos, los quehaceres de la madre, cocinar, barrer la casa, acunar a los hijos; la muñeca, para la niña, tenía connotaciones de “maternización”. Para el niño, la reproducción de los papeles y actividades masculinas, como jugar con coches, rodajes, juegos, luchas y aventuras. Siendo esta actividad, la de jugar, un soñar con el futuro del llegar a ser.
Hoy los niños han perdido esta relación con lo lúdico, con el soñar, el vivir el futuro, siendo imposible para una niña de hoy tomar en brazos a una Barbie, mirarla como a una hija, jugar a acunarla; ellas están proyectando en sus juegos otro modus vivendi, todo el juego consiste en vestir y adornar a la muñeca como mujer estereotipada en la figura de una Top Model, y a partir de esto se proyecta el futuro de estas niñas que ven su infancia perdida por toda esa apelación sexista que pone en riesgo su futuro, restringiéndolo al papel de meros objetos sexuales.
Cada vez más los niños pierden su infancia por apelaciones publicitarias que los hacen cada vez más dependientes de necesidades que de hecho no tienen y que ni siquera saben por qué necesitan satisfacer. Y si por una parte tenemos niños híper estimulados hacia las satisfacciones del mundo posmoderno, por otra tenemos niños completamente descuidados, por no tener el mismo poder de satisfacción, al estar en condiciones de pobreza y miseria que los sitúa en un escalón de inferioridad y marginación.
Ambos extremos son tragedias humanas, promovidas por una sociedad que aún no ha asumido su responsabilidad en eso que debemos entender como la verdadera sostenibilidad del planeta, la preservación de la infancia como verdadero activo del planeta que viene a garantizar el futuro de la humanidad en la Tierra.
El resultado de todo esto es el aumento de la violencia y la criminalidad, de las enfermedades y trastornos mentales, y situaciones tales como el incremento de las tasas de depresión y suicidio, o sea, una sociedad enferma y caótica, que caminará hacia su extinción.