El Juego de la Vida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 17/11/2012 11:13:20
por Renato Mayol - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
En el juego de la vida somos todos actores y actuamos como si nunca fuésemos a morir y la representación nunca fuese a terminar. Pero un día, inexorablemente, incluso para los ídolos, he aquí que caen los dientes, las manos se vuelven temblorosas, falla el raciocinio y los ojos ya no pueden ver. Andar es un sacrificio inmenso. Subir escaleras, ni pensarlo. Hace falta ayuda para todo. Para comer, para beber y para asearse. Autoestima y dignidad poco significan. Noches sin dormir y mañanas sin futuro. Solo queda recordar el pasado mientras los pocos instantes de lucidez todavía lo permiten. A los protagonistas de la vida solo les queda llorar de añoranza por lo que fueron y esconderse por lo que son. Para consolarse, les parecerá que ha valido la pena por los amores vividos y por los hijos y nietos crecidos. Por los recuerdos de lo divertido que fue el escenario de la vida. Volverán quizá a ser noticia al tiempo de su partida. Partida para un eterno retorno a pasados no resueltos, donde volverán a nacer llorando, a sobrevivir quejándose y a morir gimiendo.
En el juego de la vida, los hombres cuando ya no son capaces de ejecutar aquellas muchas cosas insignificantes que les hacían creerse libres y felices, están perdidos, sin perspectiva, sin saber ya de nada. Eso hasta que se lleve a cabo el desapego necesario para la expansión de la conciencia y la liberación del alma; hasta que sea aprendida la lección de que los bienes terrenos tienen valor en la medida en que ayudan a conocer los valores eternos; y hasta que se logre vislumbrar que en este mundo las aparentes realidades son tan variadas cuanto los referenciales en que alguien sea capaz de situarse y adaptarse.
Referenciales que sirven tan solo para atribuir importancia a cosas que ninguna importancia, ningún sentido y ningún valor tienen, a no ser el de impedir la percepción de la realidad. Referenciales que, a lo largo de la vida, tienen que ser adaptables para ajustar la normalidad al paso de los años. Cambiando el referencial de observación, lo que parecía real pude deshacerse en un instante. El hombre se siente seguro y feliz dentro de su desdicha mientras tenga un referencial. Mientras pueda localizarse por medio de algunas coordenadas. Cuando le falta esto, el hombre empieza a perder la razón y a sentir miedo. Miedo que ha de superar aquel que quiera encontrar una libertad exenta de referenciales.
En general, en el juego de la vida, es en las horas de la enfermedad, del sufrimiento y de la muerte cuando el hombre se da cuenta de que todo en el mundo no vale casi nada. Si en esas horas el hombre es capaz de tomar conciencia y comprender, entonces podrá percibir que el nacer en sí puede no ser un bien, a menos que el encarnado retorne con el firme propósito de redimirse y de ayudar a otros en un despertar libre de los velos que nublan la razón.
No obstante, mientras la Luz no disipe las sombras, en el escenario de la vida continuaremos corriendo en pos de objetivos que, cuando alcanzados, habrán de ser sustituidos por otros para que podamos mantener la sensación de estar haciendo algo que vale la pena y que glorifica el vivir, dándole sentido. Ello hasta que surja la percepción de que no hay absolutamente nada importante que conquistar. Todo no es más que un juego. Un juego en el cual las creencias y los referenciales nada más son que herramientas para convertir en espejismo lo que está en los límites de la tercera dimensión.
Imagínese un caleidoscopio. Varias imágenes que cambian aparentemente infinitas veces. Pero siempre causadas por las combinaciones de los mismos pocos papeles coloridos. Y las posibilidades de esas variaciones son iguales al número de papeles elevado a sí mismo. De ahí, lo que participa en un instante de un universo visual, pronto estará participando en otro y en otro y en otro más. ¿Algunos mejores o peores? ¡No! En la esencia, todos iguales. ¡Hasta siempre! Es tan solo la ilusión lo que nos hace pensar que vivimos vidas diferentes y variadas. En la esencia, somos siempre los mismos con diferentes interacciones. Hasta el momento en que, dándose cuenta de ello, alguien se aterra y busca una vía de salida de ese laberinto. Laberinto donde podemos siempre hacer el “check-in”, pero difícilmente el “check-out”, presas que somos de la Bestia ¡tan difícil de matar!
Sin embargo, para el que tiene fe, la esperanza nunca muere. Entonces, quien realmente quiera y tenga la fuerza interior, podrá un día reconquistar la libertad que tuvo antes de sumergirse en la dimensión de la materia y quedar atrapado en el juego de la vida donde, disimulado, el caos se encuentra por detrás de todo lo que parece estar en orden.