El porqué de los incendios
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 23/08/2016 10:07:12
Autor Xavier Andre - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Arden los bosques en Portugal y en la vieja Europa. Las llamas llegan incluso a las poblaciones, matan personas. Se culpa a la desidia humana para con el monte, a los propietarios que no limpian la maleza y las hojas secas, se culpa a la alevosía de los pirómanos, de las personas y empresas que viven de la “industria del fuego”, se culpa a la falta de prevención y de respuesta por parte de las autoridades. Pero ¿son esas las verdaderas causas de este recurrente estrago ecológico?
Desde que el hombre se ha vuelto “dominador” sobre la naturaleza, disociándose de ella y mirándose a sí mismo como externo a ella, la desertificación del ambiente y el exterminio de innumerables formas de vida vienen aumentando de manera exponencial. Los humanos, a lo largo de cientos de miles de años de evolución, hemos ido desarrollando una profunda sabiduría de los secretos y ritmos naturales de nuestro entorno. Pero se han producido cambios climáticos repentinos hace algunos miles de años: La sequía nos obligó a vivir en espacios más restringidos, alrededor de las cuencas fluviales, donde la diversidad ecológica que nos era natural conseguía continuar sus ritmos. Pero esa reducción de nuestro ambiente natural ha ido asfixiando su capacidad regenerativa, y así hemos tenido que modificar nuestros medios de vida. El conocimiento milenario que acumulábamos sobre los ciclos vegetales y animales nos condujo a la llamada revolución neolítica: la agricultura y el pastoreo; para poder sobrevivir en las nuevas y duras condiciones climáticas y ambientales, nos hemos hecho exploradores y cumbre de la naturaleza, en vez de el simple eslabón de la cadena que, por naturaleza, solíamos ser.
Se rompió ahí un equilibrio, cuando una especie se disoció del conjunto unitario, para pasar a manipularlo como si fuese algo externo a ella. Más tarde, esta revolución disociadora se propagó incluso por áreas que no necesitaban de ella (pues todavía conservaban unas condiciones de humedad benignas). A día de hoy, la humanidad sólo existe en su estado natural de equilibrio en algunos remotos y reducidos rincones del planeta (notablemente en el Amazonas). Los humanos “dominadores” de la naturaleza han venido diseminándose, progresivamente, por todas partes, exterminando no sólo innumerables especies animales y vegetales, como asimismo a los humanos que no necesitaban dar ese paso hacia fuera de la naturaleza.
Es por eso que vivimos disociados de la naturaleza. Una crisis ambiental nos ha llevado por un sendero que no tenía retorno, pues al separarnos de la naturaleza hemos perdido la facultad de entendernos como parte integrante de ella, y así nuestro patrimonio de supervivencia se ha perdido. El problema que hay en esa idea de DOMINAR a la naturaleza es que sólo puede sostenerse con recursos ilimitados, pues en su base está el EXTRAER, y no CONTRIBUIR. Sólo percibiendo que la extracción de recursos está en peligro es cuando concebimos contribuir. Es esta, por tanto, una concepción materialista, en que la dimensión espiritual se queda fuera, o tan sólo sublimada en construcciones mentales del tipo de las religiones monoteístas en que el hombre es ajeno y superior al resto de la naturaleza (“Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra”).
Y es por eso que contemplamos la aventura espacial, de diseminarnos por otros planetas, porque los recursos de la tierra son limitados y nuestra expansión ilimitada (el “crecimiento económico” es nuestro verdadero mantra).
Teniendo esto en cuenta es como podemos comprender la causa real de los incendios que nos asolan. El medio rural en Galicia y en Portugal, así como en el resto de la vieja Europa, se ha ido despoblando progresivamente, porque para PRODUCIR alimentos tenemos sistemas agrícolas que ya no necesitan de tantas personas. Los bosques naturales de la vieja Europa han sido progresivamente eliminados y sustituidos por plantaciones alimentarias y sólo cuando el impacto ambiental de su pérdida nos afectaba (pérdida irremediable de la diversidad ecológica, de los suelos, de humedad y paisajística) considerábamos obstaculizar y revertir esa deforestación. Pero como ya éramos incapaces de entender el monte como una red de relaciones y vida, y lo veíamos únicamente como un RECURSO a explotar, nuestra reforestación se ha limitado a plantar especies leñosas, madereras, sin crear ningún ambiente ecológico real y sostenible, o incluso damnificando el existente (plantaciones de especies de rápido crecimiento, como el eucalipto).
Pinos y eucaliptos prenden fuego fácilmente, sobre todo si el sub-bosque de maleza y hojarasca no está limpio. Y para limpiarlo se necesitan personas, las cuales YA NO VIVEN en ese medio, o cuando viven no lo limpian porque no les es RENTABLE económicamente.
En último análisis, sea cual fuere la política forestal de un gobierno, los incendios difícilmente van a desaparecer, porque lo que en ellos subyace es nuestra visión ECONOMICISTA y nuestra DISOCIACIÓN DE LA NATURALEZA. Nuestras fragas y nuestros bosques son vistos únicamente como RECURSO a explotar, incluso desde el punto de vista contemplativo, y no como un ambiente en el cual integrarnos.
Pero ¿cuáles son las repercusiones a nivel psicológico y social de esa disociación humana de la naturaleza? Guerras, disfunciones, abusos y una cultura jerárquica en que la disociación y el DOMINIO (sobre las cosas, animales y vegetales y también personas) es percibido como algo natural.
Algunos fuegos son de carácter natural, causados por rayos en el verano seco. Muchas especies han desarrollado estrategias de supervivencia a esos fuegos, que por lo demás sirven para regenerar los bosques, para dar espacio de crecimiento a los árboles jóvenes. La agricultura tradicional itinerante de las quemas también hace uso del fuego, pero sabiendo detenerse cuando éste perjudica y destruye irremediablemente el ambiente. Nosotros no sabemos, o quizá sí sabemos, pero somos incapaces de detener nuestra quema y destrucción del ambiente. Pero el fuego más ardiente, el que más quema y el que está en el origen de todos los fuegos es el que viene quemándonos por dentro.