El precio del jugar
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 27/10/2014 09:01:59
por Tom Coelho - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
“La mejor manera de formar niños buenos es hacerlos felices”.
Oscar Wilde)
Un catálogo de productos encartado en un periódico o una visita a la tienda de juguetes pueden llevar a los padres a una asombrosa constatación: jugar nunca fue tan caro.
Es impresionante el precio medio de los productos y cómo éstos sólo se muestran accesibles a la mayoría de la población gracias al artificio del pago aplazado. Juguetes fabricados en serie, lo cual permite una drástica reducción de costes, pero con precios literalmente exorbitantes e incluso injustificables.
Lo peor es que los críos se ven bombardeados diariamente, en especial por la televisión, en los diversos canales infantiles disponibles, con campañas publicitarias engatusadoras que despiertan en los pequeños dos sentimientos casi incontrolables: el deseo, consciente y ligado al objeto, y el impulso, inconsciente y asociado a una representación mental.
Como resultado, los adultos se sienten cercenados, de modo que lo más que consiguen es imponer límites, enseñando a sus hijos a que elijan, a partir del argumento de que no se puede tener todo cuanto se desea. Pero hay otras lecciones y reflexiones posibles…
Tuve el privilegio de vivir mi niñez con la libertad de frecuentar las calles. Así, jugaba al fútbol con los colegas, subía cometas, jugaba al escondite, a las canicas, a la pelota o al corre que te pillo con los demás críos del barrio, incluso después de ponerse el sol. Eran tiempos en los cuales la violencia urbana no acechaba en cada esquina, donde los vehículos respetaban los límites de velocidad en las calles residenciales, y los vecinos aún se hablaban.
Hoy vivimos encastillados en edificios o comunidades de vecinos, y sin embargo aislados, compartiendo poco con los que viven en el entorno. Nuestras agendas densas y el tiempo cada vez más corto, nos hacen externalizar el esparcimiento. Así, los jóvenes viven aficionados a equipamientos electrónicos, hipnotizados por sus videojuegos, tabletas y smartphones, mientras los más pequeños son entregados a una miríada de juguetes temáticos que proporcionan un placer de corto plazo. El jugar, tan esencial a la formación psicosocial y motora, se ha convertido en sinónimo de consumismo.
Más que rememorar formas de jugar del pasado, es preciso que rescatemos la simplicidad inmanente a la naturaleza infantil. Los críos se divierten con dibujos hechos con papel y lápiz, con pequeñas obras de arte fabricadas a partir de materiales reciclables, con historias contadas al oído. En última instancia, todo lo que quieren es compañía, cariño, afecto y atención. Todo esto no nos cuesta nada, siendo lo que efectivamente puede entretener, enseñar y edificar valores para toda la vida.
