El pueblo que se viste de Naturaleza
por Adília Belotti em STUM WORLDAtualizado em 03/02/2009 15:20:24
Traducción de Teresa - [email protected]
Una amiga me envía la presentación que ves más abajo y yo me sorprendo mucho tiempo más tarde, pegada a la pantalla, haciendo clics asombrada…
Las imágenes son puro deslumbramiento, ¿cómo hacer caber en la imaginación esos seres, viviendo ahí al lado, hoy aún, tan magníficamente entrelazados en la Naturaleza?
La parte más baja del Valle de Omo, al sudoeste de Etiopía, aislada por las montañas etíopes al norte, los pantanos del río Nilo al oeste, y el desierto de Kenia al sur, es uno de los lugares más salvajes del planeta. Aprendo que el valle fue listado por la UNESCO, para preservar la cantidad de hallazgos arqueológicos encontrados en la región, y no hablo de artefactos, cosa reciente, no. ¡En el subsuelo del Valle del Omo se esconden vestigios de nuestros ancestros, homínidos de 4 millones de años!
Lo cual me lleva a imaginar que un día, hace millones de años, el valle debe haber sido una especie de esquina del mundo, donde se encontraban y convivían humanos de todos los tipos, andariegos caminando por la tierra recién-nacida. Una especie de Nueva York prehistórica…
Nueva York, sí, porque allí hasta hoy conviven (y disputan) una inmensa variedad de grupos étnicos. ¡Leo que en un área de menos de 15 mil kilómetros cuadrados se hablan más de 10 idiomas diferentes, sin contar los dialectos!
El fotógrafo alemán pasó muchos meses entre algunas de estas tribus, los Mursi y los Surma, para componer su Ethiopia: Peoples of the Omo Valley, dos grandes volúmenes con las fotos que has visto más arriba y textos explicativos de los rituales y las artes implicadas en la confección de esas obras de arte humanas.
Aunque parezcan salidos de alguna “Semana de Moda” de París, aunque se exhiban tan modernos ante nuestros ojos ávidos de “propuestas” que nos sacudan el alma, esos pueblos están amenazados. Vivir en el valle es un ejercicio duro de supervivencia, los cambios climáticos alteran el régimen de los ríos, las diferencias se transforman fácilmente en guerras, las miradas extranjeras de los turistas llenan de boquetes la trama delicada y frágil de la existencia.
Preservarlos ¿cómo? Incluirlos ¿en qué? Somos tan arrogantes como para considerar que nuestra forma de vivir es tan mejor que todas ¿no te parece a ti también?
¡Déjenlos allá, cubiertos con un manto de invisibilidad, que jueguen con las hojas, las flores, las ramas y todos los colores del planeta!