El respeto por la vida
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 28/04/2016 11:02:28
Autor Leandro José Severgnini - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
La solución de muchos de los problemas encontrados en la era actual puede consistir en un sencillo sentimiento: el respeto y la reverencia a la vida. Son tantas las cosas que es preciso cambiar: la corrupción política y económica, la explotación religiosa y el “mercadeo de la fe”, la lucha por la igualdad de derechos, las deforestaciones promovidas por la codicia, la explotación indiscriminada de los recursos naturales, la intolerancia política, religiosa y deportiva, las carencias en el sistema educacional, el consumo de drogas lícitas o ilícitas, etc. … Todas esas cuestiones podrían resolverse o, al menos amortiguarse, si sus agentes hubiesen aprendido desde muy pronto cuán preciosa es la vida.
Cuando digo que la vida es preciosa, no me refiero al factor puramente existencial de uno u otro individuo, sino a la vida en su aspecto trascendental, colectivo y, al mismo tiempo, unitivo y holístico. ¡La vida es magnánima! La vida, por sí sola, es un fenómeno indivisible, por tanto incurre en error quien considera que unas vidas son más importantes que otras. Jóvenes se deshacen en llanto cuando su ídolo del rock muere, pero quienes lloran por la vida de un perrito son tenidos por chiflados. ¿Dónde está el amor y la reverencia por la vida?
Repito: la mayoría de los problemas que la humanidad encuentra serían resueltos si todos aprendiesen a amar la vida y sus manifestaciones. Volvamos un poco al pasado para recordar algunos acontecimientos, por ejemplo, las cruzadas religiosas, la “Santa Inquisición”, las guerras fratricidas de la Edad Media, las recientes guerras mundiales y ataques terroristas, el advenimiento de la esclavitud, las sangrientas disputas territoriales, la opresión sobre las mujeres, los negros y los gais, las fúnebres “revoluciones” políticas… Pregunto: ¿alguno de esos eventos habría ocurrido si el ser humano contemplase la vida con más amor? ¿Algún político sería capaz de hacerse corrupto si amase la vida hasta el punto de ser consciente de que su acción corrupta y egoísta habría de perjudicar la vida de alguien? ¿Sería alguien capaz de esclavizar a otro humano si sus ojos pudiesen ver la criatura divina que en él habita? ¿Sería alguien capaz de intoxicar su organismo con cualquier tipo de droga, sólo a cambio de una sensación momentánea, si tuviese consciencia del grandioso esfuerzo que la vida opera en cada célula para mantenernos respirando?
Y es por eso que el panorama existencial no nos agrada. Poquísimos aman la vida, poquísimos se aman a sí mismos y al prójimo, y poquísimos hacen el debido esfuerzo por salir de la condición tendenciosamente egoísta en que se encuentran para introducir en sus conciencias la enseñanza de “Vosotros sois dioses”.
Nuestra vida no va a cambiar si nosotros no cambiamos. El planeta no va a convertirse en un paraíso si no dejamos de mirarnos el ombligo para actuar más en favor de la colectividad. Tenemos que eliminar la infructífera tendencia de señalar los defectos del mundo sin darnos cuenta de que yo siempre tengo mi cuota de participación. Antes de querer que el mundo cambie, es preciso que yo me pregunte “¿qué puedo yo hacer para que el mundo sea un lugar mejor?” Es cierto que pocos tienen a su favor la posibilidad de cambiar el mundo a gran escala, pero siempre compete a cada uno hacer cuanto esté a su alcance, en favor del prójimo, en favor de la vida, ¡en favor del Gran Proyecto Cósmico llamado AMOR!