El retorno de las Guirnaldas de Navidad
por Adília Belotti em STUM WORLDAtualizado em 15/12/2009 09:11:49
Traducción de Teresa - [email protected]
Un amigo me manda en un e-mail un artículo sobre guirnaldas de Navidad... ¡que había escrito yo misma!
Qué gracia, lo he escrito hace tanto tiempo que ya no me reconozco en él. Fui a leerlo, no me gustan demasiado esas cosas que retornan, lo que escribo, lo lanzo al viento, otros lo encuentran, ya no sigue siendo mío... Sin embargo, he descubierto que aún tiene sentido, todo, las guirnaldas, la plegaria, ¡aún me gustan tanto esas mandalas vivas y verdes!
Por eso, vuelvo a contar la historia...
Tradicionalmente, para los cristianos, los cuatro domingos antes de la celebración del nacimiento de Jesucristo son un tiempo de espera y de preparación: el tiempo de Adviento. La palabra, que viene del latín, quiere decir llegada, aparición y sugiere, ciertamente, una expectativa ante algo que está a punto de empezar, alguna cosa nueva. En muchos países, esa época está punteada de rituales y pequeñas celebraciones. Gestos que sirven para ayudar a recordar que, además de preparar la casa, montar el árbol, organizar la fiesta, también se debería preparar el alma para la Navidad.
Por eso me gusta montar una guirnalda de Adviento. Esa es una tradición antiquísima. Nació en lo que hoy son Alemania y Escandinavia. Las personas recogían hojas de pino en pleno invierno, porque eran las únicas que permanecían verdes. Con ellas, preparaban una guirnalda, que reflejaba la esperanza del retorno del Sol, después de la oscuridad del invierno. El formato circular simbolizaba el ciclo anual de las estaciones del año. Y se ponían velas todo alrededor, guardando cada una la promesa de luz y de renovación de la vida. En Escandinavia, incluso en tiempos pre-cristianos, era costumbre disponer velas en círculo y encenderlas; las plegarias eran dirigidas al dios de la luz y le pedían que hiciese girar la rueda de la tierra de vuelta en dirección al Sol, para que los días volviesen y se marchase la larga noche...
Si haces una guirnalda de Adviento, cada domingo enciende una de las velas: son cuatro, por lo regular, tres color púrpura, el color de la espiritualidad y una de color rosa, para el tercer domingo, que está reservado para celebrar la alegría. En medio puedes colocar una vela blanca, que solo se encenderá el día de Navidad. Para los cristianos, ella simboliza a Cristo, la Luz del Mundo. Pero nada te impide emplear otros colores. Por cierto, los colores de la Navidad ya son, en sí mismos, simbólicos. Rojo, el color del fuego, de la sangre, de la carne y, por ello, de las pasiones, de los impulsos, del amor, en China el rojo estaba considerado el más feliz de todos los colores... Verde, el color de la Naturaleza y para estos pueblos frioleros, el color de la esperanza, de la fertilidad, de la vida, de la abundancia y, sobre todo, de la renovación... Mi guirnalda es siempre verde y blanca, con una vela roja en el centro y figuritas de colores que bailan alrededor...
Haz una plegaria antes de encender cada vela o, simplemente, deja que el corazón permanezca así, tranquilo, apaciguado, esperando. Imagina que cada una representa un aspecto del Espíritu de Navidad, eso que tanto queremos y que parece tan difícil de conseguir: paz, esperanza, alegría y generosidad. Dicen que las velas han de consumirse hasta el final, lo que sería, al fin y al cabo, una buena oportunidad de ejercitar cierta quietud y permitirse contemplar la llama hasta que se extingue... ¿no tienes tiempo? No importa, a veces no se necesitan más que unos pocos minutos para nutrir el alma...
Navegando por Internet encontré un artículo muy lindo sobre el significado del Adviento, de una escritora luterana llamada Jean M. Blomquist. Y la plegaria que ella hace al encender las velas es tan sencilla como llena de misterios.
Dios
Abre mi corazón
Abre mis ojos
Aquiétame en tu silencio sagrado
Y, entonces, con el alma así preparada, quizá sea más fácil no dejar escapar el Espíritu de Navidad, aun pasando horas en medio del tráfico, aun driblando a la multitud en el caos de los centros comerciales atiborrados o incluso corriendo para intentar hacer de esta Navidad, una vez más, la mejor época del año.
¿Cómo te preparas tú para tu Navidad?
La foto es de mi guirnalda del año pasado. Mi jardinero, Ney, la armó para mí. La base está hecha de fibra, se compra en los mercados de flores. Por encima de esa base, él sujetó, con paciencia de verdadero jardinero, muchos pedacitos de musgo de dos tipos, empleando hilos de alambre muy delgaditos. Unas ramitas verdes, de esas de plantitas sin nombre, danzan alrededor. Después de la cena, la colgué en mi puerta, está allí hasta hoy. El musgo se ha secado, pero ella sigue preciosa, ahora con aires de otoño. Colgado, un árbol de la vida de metal que compré hace siglos en una papelería.