El silencio como proceso de sanación
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 08/04/2020 11:34:24
por Camilo de Lelis Mendonça Mota
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Traducción de Teresa - [email protected]
Vivimos en una sociedad tecnológica en la cual el ruido predomina sobre el silencio. Desde la Revolución Industrial, hemos venido asistiendo a un aumento gradual de los niveles de las más diversas interferencias en nuestro medio ambiente. Si al principio el sonido de las máquinas a vapor, de los primeros automóviles y de las sirenas de las fábricas conducían al hombre a un nuevo nivel de adecuación mental, asistimos hoy a una reverberación de esos sonidos bajo la forma de informaciones múltiples transmitidas por los tantos medios que nos conectan al mundo y a los demás seres (tabletas, smartphones, redes sociales, canales de TV...). Nos hemos convertido en agentes de este proceso, incorporándonos a la gran legión de hombres y mujeres productores de ruidos. El resultado de ello es un enmarañado de formas-pensamientos-emociones que se solidifican en el imaginario de las personas de modo a provocar algunos descompases, elevando los niveles de ansiedad o bien originando un cansancio inexplicable que puede llevar a estados depresivos.
El descompás parece estar vinculado a una falta de comprensión sobre el valor del silencio. Cuando paramos para escuchar una sinfonía de Mozart, podemos encantarnos con la fuerza de un tema. Y así nos sentimos embelesados, extasiados, conmovidos por lo abstracto de los acordes. La belleza de la música está en la manera en como el silencio intercala las notas. Así como la sombra completa la luz, también el silencio es el complemento del sonido. Cuando pasamos a valorar solamente el efecto sonoro (que elevado al exceso puede convertirse en ruido), dejamos de lado el aliento fortalecedor de aquello que lo anima, o sea, su ausencia, aquel intervalo entre una nota y otra, a veces imperceptible, otras casi un desafío. Lo mismo se aplica al mundo de las informaciones, noticias y posibilidades de compartir que hoy los medios de comunicación nos proporcionan. De tanto querer exhibirse y ser visto, el hombre se vuelve ciego. De tanto querer ser oído, se vuelve sordo, no escucha al otro y no se permite tampoco escuchar su anhelo más puro.
El ritmo desenfrenado de nuestros días proporciona en sí su propio remedio. Cada vez más personas parecen estar orientándose hacia una revalorización de la naturaleza (al menos a nivel de deseo). Es importante verificar que hay una diferencia entre el silencio y el deseo de silencio. Mientras aquél es el resultado del proceso interior de conocimiento y de concentración en el momento presente, éste es precisamente la proyección de aquello que se anhela como ideal de silencio, lo que llegue a acallar las pulsiones que oprimen y angustian. Si vivimos en un ambiente muy ruidoso, el propio cuerpo anhela lo opuesto a eso. Cuando nos damos cuenta de ello, tenemos la posibilidad de iniciar la búsqueda del silencio. De entrada, es la fuerza del deseo lo que nos mueve. Cuando logremos dejar que el silencio fluya, entonces sí, estaremos dentro de la fuerza de la realización del placer de estar bien con nosotros mismos, con independencia de que a nuestro lado se oiga un funk a todo volumen o sólo el susurro del viento en las hojas de los árboles. Si tu silencio es de paz, todo lo que se mueve a tu alrededor no causa perturbación.
El cultivo del silencio interior es un camino de sanación. Oyendo los intervalos entre lo que somos y lo que está a nuestro alrededor, es como podemos percibir la melodía de nuestras vidas invitándonos a vivir el momento presente.