El suicidio visto por el Espiritismo
por Acid em STUM WORLDAtualizado em 19/01/2009 14:30:06
Traducción de Teresa - [email protected]
El suicidio es la interrupción de la vida (obvio). Sin embargo en esta frase se encuentra la clave de todo el drama que el suicida pasa tras la muerte. Como el más avanzado de los robots, o un simple transistor, el cuerpo también tiene su batería, y un tiempo de vida útil basado en esta carga. Según nuestros planes (trazados al “otro lado”) tendremos una carga X de energía, que puede ser ampliada, si así fuese necesario. Entonces, un atentado contra la vida no es un atentado exactamente contra Dios, sino contra todos tus amigos, mentores e ingenieros espirituales que planificaron tu encarnación en los mínimos detalles, y contra la propia energía Divina que te fue “prestada” para animar tu vehículo físico de manifestación: tu cuerpo.
Equivale a que los EUA gastasen billones para mandar a un hombre a Marte, y cuando él estuviese allá decidiese volver porque tuviese miedo o añoranza de su casa. Todos los científicos implicados en la misión se enfadarían muchísimo, y con razón. Al fin y al cabo, cuando él se presentó como candidato para la misión, estaba asumiendo todos los riesgos, con todas las cargas y todos los provechos resultantes de una empresa de esa envergadura. Cuando ese astronauta regrese a la Tierra le costará trabajo incluso conseguir un empleo de barrendero.
Así es más o menos en el plano espiritual. Un suicida nunca vuelve a la Tierra en condiciones mejores de lo que estaba antes de cometer la autodestrucción.
Según Allan Kardec, codificador del Espiritismo, “Hay consecuencias que son comunes a todos los casos de (En casos en que la muerte violenta es deuda kármica, y ya prevista, siempre hay un equipo de amparadores para hacer la ‘desconexión’ del cuerpo y la dispersión de las energías densas. Los suicidas no cuentan, obviamente, con ese amparo, pues sería eso un incentivo para la práctica del suicidio, no habiendo así aprendizaje con el error) muerte violenta(*); las cuales resultan de la interrupción brusca de la vida. Se observa la persistencia más prolongada y más tenaz del lazo que liga el Espíritu al cuerpo, porque este lazo está casi siempre en todo su vigor en el momento en que se le ha hecho romperse. (En la muerte natural se debilita gradualmente y, a veces, se desata incluso antes de la extinción completa de la vida). Las consecuencias de ese estado de cosas son la prolongación del estado de perturbación, seguido de la ilusión que, durante un tiempo más o menos largo, hace al Espíritu creer que aún se encuentra en el mundo de los vivos. La afinidad que persiste entre el Espíritu y el cuerpo produce, en algunos suicidas, una especie de recuperación del estado del cuerpo sobre el Espíritu (o sea, el Espíritu siente aún, en cierta forma, las vicisitudes que el cuerpo sufre), que así se resiente de los efectos de la descomposición, experimentando una sensación llena de angustias y de horror. Este estado puede persistir tan prolongadamente cuanto hubiera debido durar la vida que fue interrumpida.
Así es que ciertos Espíritus, que fueron muy desgraciados en la Tierra, han dicho haberse suicidado en la existencia precedente y encontrarse sometidos voluntariamente a nuevas probaciones, para intentar soportarlas con más resignación. En algunos se verifica una especie de ligadura con la materia, de la cual inútilmente procuran desembarazarse, a fin de volar hacia mundos mejores, cuyo acceso, no obstante, se mantiene en interdicto para ellos. La mayor parte de ellos sufre el pesar de haber hecho una cosa inútil, pues que solo decepciones encuentran”.
Algunas máximas del Espiritismo para el caso de suicidio:
Las penas son proporcionales a la conciencia que el culpable tiene de las faltas que comete.
No se puede llamar suicida a aquel que debidamente se expone a la muerte para salvar a su semejante.
El loco que se mata no sabe lo que hace.
Las mujeres que, en ciertos países voluntariamente se matan sobre los cuerpos de sus maridos, obedecen a un prejuicio, y generalmente lo hacen más por la fuerza que por su propia voluntad. Consideran estar cumpliendo un deber, lo cual no es una característica del suicidio. Encuentran descargo en la nulidad moral que las caracteriza, en su mayoría, y en la ignorancia en que se encuentran.
Los que hayan conducido/inducido a alguien a matarse habrán de responder por asesinato, para ante las Leyes de Dios.
Aquel que se suicida víctima de las pasiones es un suicida moral, doblemente culpable, pues hay en él la falta de coraje y la bestialidad, agregadas al olvido de Dios.
El suicidio más severamente punido es el que resulta de la desesperación, el que tiene por objeto la redención de las miserias terrenas.
Pregunta - ¿Es tan reprobable, como el que tiene por causa la desesperación, el suicidio de aquel que procura escapar a la vergüenza de una acción mala?
Respuesta de los espíritus – El suicidio no borra la falta. Al contrario, en vez de una, habrá dos. Cuando se ha tenido el coraje de practicar el mal, es preciso tener el de sufrirle las consecuencias.
¿Será disculpable el suicidio cuando tenga por finalidad impedir que la vergüenza caiga sobre los hijos o sobre la familia?
El que así procede no hace bien. Pero, como piensa que lo hace, eso le es tenido en cuenta, puesto que es una expiación que se impone a sí mismo. La intención le atenúa la falta; no obstante, no por ello deja de haber falta. Aquel que se quita a sí mismo la vida, para huir de la vergüenza de una acción mala, demuestra que da más aprecio a la estima de los hombres que a la de Dios, puesto que vuelve a la vida espiritual cargado con sus iniquidades, habiéndose privado de los medios de repararlas aquí en la Tierra. El arrepentimiento sincero y el esfuerzo desinteresado son el mejor camino para la reparación. El suicidio nada repara.
¿Qué pensar de aquel que se mata, con la esperanza de llegar más pronto a una vida mejor?
¡Otra locura! Que haga el bien, y más pronto llegará allá, pues matándose, retrasa su entrada en un mundo mejor y tendrá que rogar que le sea permitido volver, para concluir la vida a que puso término bajo el influjo de una idea falsa.
¿No es a veces meritorio el sacrificio de la vida, cuando aquel que lo hace tiene por objeto salvar la de otro, o ser útil a sus semejantes? Eso es sublime, según la intención, y, en tal caso, el sacrificio de la vida no constituye suicidio. Es contrario a las Leyes kármicas todo sacrificio inútil, principalmente si está motivado por cualquier traza de orgullo. Solamente el desinterés completo convierte en meritorio el sacrificio y, no raramente, quien lo hace guarda oculto un pensamiento, que le disminuye el valor a los ojos de Dios. Todo sacrificio que haga el hombre a costa de su propia felicidad es un acto soberanamente meritorio, porque resulta de la práctica de la ley de caridad. No obstante, antes de cumplir tal sacrificio, debería reflexionar acerca de si su vida no será más útil que su muerte.
Cuando una persona ve ante sí un fin inevitable y horrible, ¿será culpable si abrevia en algunos instantes sus sufrimientos, apresurando voluntariamente su muerte?
Es siempre culpable aquel que no aguarda el término que Dios le ha marcado para la existencia. No hay culpabilidad, en cambio, si no hay intención, o conciencia perfecta de la práctica del mal.
¿Consiguen su intento aquellos que, no pudiendo conformarse con la pérdida de personas que les eran queridas, se matan con la esperanza de ir a juntarse a ellas?
Muy por el contrario. En vez de reunirse con el que era objeto de sus afecciones, de él se alejan para largo tiempo.
Fuente: Libro de los Espíritus (con algunas alteraciones)
Algunos ejemplos de efectos de suicidios en la nueva vida, como constan en el libro “As vidas” de Chico Xavier:
- Chico, mi hija, de 5 años, es portadora de mongolismo, pero me parece que ella está siendo acosada por espíritus.
Chico descartaba la hipótesis “espiritual” y encaminaba a madre e hija a la cola de los pases. Ellas daban la espalda, y el confidenciaba a un amigo:
- Los espíritus me están diciendo que esa niña, en vida anterior reciente, se suicidó tirándose desde un lugar muy alto.
Otra madre se acercaba y protestaba de su hijo, también de 5 años:
- Él está perturbado. Habla muy poco y no memoriza más que durante 5 minutos cualquier cosa que nosotros le enseñamos.
Cuando ambos iban camino de la sala de pases, Chico confidenciaba:
- En la última encarnación, ese niño se dio un tiro fatal en la propia cabeza.
Otro caso, todavía más chocante:
- Mi hijo nació sordo, mudo, ciego y sin los dos brazos. Ahora tiene una enfermedad en las piernas y los médicos quieren amputarle las dos, para salvarle la vida.
Chico pensaba en alguna respuesta, cuando escuchó el vozarrón de Emmanuel:
- Explícale a nuestra hermana que este nuestro hermano que lleva en brazos se ha suicidado en las diez últimas encarnaciones y ha pedido, antes de nacer, que le fuesen retiradas todas las posibilidades de matarse nuevamente. Ahora que tiene aproximadamente cinco años de edad, busca un río o un precipicio para arrojarse. Avísala de que los médicos tienen razón. Las dos piernas le serán amputadas, en su propio beneficio.