El tao de las flores y del sol
por Wagner Borges em STUM WORLDAtualizado em 18/02/2009 14:53:10
Traducción de Teresa - [email protected]
“Ver el mundo en un grano de arena
Y un Cielo en una flor silvestre,
Tener el infinito en la palma de la mano
Y la Eternidad en una hora”
- William Blake
¡El motivo por el cual estoy seguro de que existe una Inteligencia Absoluta como motivo de toda existencia es que mi corazón lo sabe! ¡No necesito ninguna teoría o prueba, lo siento en mí!
Hay dos cosas que pueden hacer que alguien perciba un amor infinito en la existencia: el brillo del sol y el abrir de las flores.
Cuando una flor abre sus pétalos, es un momento mágico, verdadera fiesta de la naturaleza. En ese momento único, me inclino ante la sabiduría que da vida a la naturaleza de aquella flor expandida. Pienso que el universo es un inmenso loto de Dios en eterna florescencia.
Cuando asisto al momento de la aurora rompiendo las tinieblas de la madrugada, me sorprendo extasiado ante tal maravilla.
En el momento del crepúsculo, cuando el Rey Sol desciende en la línea del horizonte, me percibo admirado con los tonos de dorado, naranja y rojo, inundando mi visión.
A veces las lágrimas de ese momento refractan la luz solar y veo otros varios colores danzando ante mí.
Sí, hay un amor inconmensurable como causa de esa belleza. Es el mismo amor que siento en mi corazón. Por eso la resonancia con la luz del sol y las flores.
No puedo dar pruebas de la existencia de ese amor absoluto ni demostrarlo en una academia llena de escépticos irritables e intelectuales arrogantes espumando una pretensa ciencia devastadora de la propia naturaleza.
No hablo de un tipo blanco, viejo y barbudo sentado en un trono celestial, ni tampoco de un ser que juzga a los demás y los manda al paraíso o al infierno. Tampoco imagino aquella noción antropomórfica y convencional del Creador que los religiosos han inventado por ignorancia.
Estoy hablando del amor que ha inventado aquella flor y aquel brillo del sol.
¿Quién podría inventar algo igual?
¿Qué científico podría elaborar el amor?
¿Qué religioso podría hacer abrir aquella flor que admiro?
¿Qué religión o doctrina podría hacerme sentir un amor vivo pulsando en todo?
¿Seré yo un místico sólo porque amo y tengo coraje y discernimiento para asumir este amor?
El intelectual que elabora técnicas, esquemas y nomenclaturas opulentas, que son incapaces de hacer que alguien sonría y admire el brillo del sol y la belleza de las flores ¿es realmente inteligente o es solamente alguien técnico y pretencioso exaltando el propio ego?
Hay algunos intelectuales capaces de explicar los mecanismos de muchos eventos de la naturaleza y de la conciencia. Sin embargo, son incapaces de besar, abrazar y comprender a los demás. Son intelectuales, ¡pero son necios! Entienden de esquemas y técnicas, pero no comprenden a las personas. Son críticos de todo, pero pierden por goleada ante la belleza de la flor y de los rayos del sol.
¿Y los religiosos, empacados en sus dogmas? ¿Conseguirán ver lo divino en la flor? ¿Conseguirán imaginar que el sol brilla más que sus libros pesados de dogmas?
El Dios que siento no es susceptible de ser aquilatado por la mente humana. No puede ser capturado por el intelecto sediento de pruebas ni por el corazón bloqueado de fanatismo religioso.
En la sonrisa de un crío, en los rayos del sol y en la luz de la luna, en las flores, en el beso, en el abrazo, en la meditación, en el amor, en la música, en la simpatía y en la lucidez de sentir más allá de los pensamientos convencionales, está la prueba de la existencia del divino.
Dirá el intelectual: “¡Eso es misticismo!”
Afirmará el fanático religioso: “¡Tú no has comprendido nuestro libro sagrado!”
A su vez, la luz del sol y las flores nada dirán. No es preciso. Su belleza ya lo dice todo.
A estas alturas, me acuerdo de las palabras del sabio chino Lao-Tsé (Tao Te King; Siglo VI A.C.):
“Había algo amorfo y perfecto
antes de que naciese el universo.
Era sereno. Vacío.
Solitario. Inmutable.
Infinito. Eternamente presente.
Es la madre del universo.
A falta de nombre mejor,
yo lo denomino Tao.
Él fluye a través de todo,
dentro y fuera, y vuelve
al origen de las cosas.”
También me acuerdo del sabio Kabir (India, Siglo XVI):
“El río y sus olas son un mismo flujo:
¿cuál es la diferencia entre el río y sus olas?
Cuando se encrespa la ola, es agua lo que se eleva;
y cuando la ola cae, es nuevamente y todavía agua.
Decidme, Señor, la diferencia:
por haber sido denominada ola, ¿ya no debemos considerarla agua?
En el seno del Supremo Brahmán, los mundos se enfilan como cuentas:
contempla ese rosario con los ojos de la sabiduría.”
Por aquí, finalizando estos escritos, digo a los lectores:
No soy místico, religioso o técnico en cosa alguna.
Tiendo más a la sonrisa, al beso y al abrazo que a cualquier esquema humano de esto o de aquello.
Leo mucho, siempre con la mente abierta. Pero también beso, abrazo y estoy siempre buscando un motivo para reír.
Soy capaz de comprender varios mecanismos de la conciencia y su parapsiquismo y espiritualidad innata, por ejemplo. ¡Pero, sin chistes, ni pensarlo! Y es que hay un amor sutil que me posee y ya no tengo cómo escapar de él o negarlo. Por eso, escribo.
No pretendo demostrar cosa alguna, pero espero reírme mucho, principalmente de los intelectuales llenos de esquemas y nomenclaturas encasilladas y de los religiosos llenos de libros pesados y poco amor.
Contemplo esa pandilla y prefiero la flor y la luz del sol. Nada más es preciso.
Me acuerdo de la sabiduría de Sri Aurobindo en “Savitri”, su obra más inspirada (India, primera mitad del siglo XX):
“Si en el vacío sin significado ha surgido la Creación,
si de una fuerza inconsciente ha nacido la materia,
si la vida puede erguirse en el árbol inconsciente,
y el encanto verde penetrar en las hojas esmeraldinas,
y su sonrisa de belleza desabrochar la flor,
y la sensación puede despertar en el tejido, en el nervio y en la célula,
y el pensamiento apoderarse de la materia gris del cerebro,
y el alma curiosear desde su escondrijo a través de la carne,
¿Cómo no podrá la luz ignota lanzarse sobre el hombre,
y poderes desconocidos emerger del sueño de la naturaleza?
Incluso ahora, insinuaciones de una Verdad luminosa como estrellas,
Se yerguen en el esplendor de la mente lunar de la ignorancia;
Incluso ahora, el toque inmortal del Amante sentimos,
Si está la puerta de la recámara apenas entreabierta,
¿Qué entonces puede impedir a Dios colarse para dentro,
o quién puede prohibir su beso en el Alma adormecida?”¡Hay un amor que es la causa de todo!
¡La luz del sol y las flores me lo muestran y yo lo he aceptado lúcidamente!
No he rezado, solamente me admiré.
No he visto a un viejo barbudo allá en los cielos juzgándome, solo he visto la flor abriéndose y saludando a la luz solar. ¡Y eso me ha bastado!
Mi corazón ha agradecido y también se ha convertido en una flor abierta y llena de brillo.
No he necesitado que algún intermediario humano, sacerdote de alguna religión o técnico de alguna área consciencial, me explicase lo que apenas una flor ya me mostró.
Y sé, también, que ninguno de ellos es más bonito que la aurora o el atardecer.
Por eso, os digo: No sirve de nada estudiar temas espirituales, conscienciales, y ser incapaz de maravillarse con eventos simples de la naturaleza.
¿De qué sirve estudiar con ahínco y no volver a sonreír?
¿De qué vale ser técnico en esto o en aquello, y al mismo tiempo ser un pelmazo, tener miedo de besar, sonreír y abrazar?
¡Mucho mejor soy la flor y la luz del sol!
Termino estos escritos nuevamente con la inspiración del sabio Kabir:
El arpa deja escapar murmullos musicales;
y sigue la danza, pero sin pies o manos.
Ella es tocada sin dedos, es escuchada sin oídos;
pues Él es el oído, y Él es el oyente.
La puerta está cerrada, pero el interior
es fragante: entonces sucede
el encuentro que nadie ve.
El sabio lo comprenderá.”
P.D.: La flor me ha dicho espiritualmente: “Amigo, escribe y habla del amor que los hombres olvidan. Deja que la vida lleve esos escritos a quien sea de derecho. Hay un perfume invisible en ellos. Percibiéndolo, muchos corazones volverán a encender las llamas espirituales y volverán a sentir el toque del infinito. ¡Ellos sabrán! (Estos escritos van dedicados al maestro Sri Mahendra Nath Gupta, conocido como maestro Masaya – Sri Ma, fiel escudero de las enseñanzas de Paramahansa Ramakrishna y un gran amigo espiritual en las lides de la cura).
¡PAZ Y LUZ!
-Wagner D. Borges
(Ser humano, con cualidades y defectos, dueño de una inmensa biblioteca, pero que no se ata a lo que lee ni considera que sabe mucho más que aquello que la flor le ha enseñado).