El templo
por Izabel Telles em STUM WORLDAtualizado em 04/06/2009 14:21:24
Traducción de Teresa - [email protected]
La conexión con las fuerzas espirituales no necesita lugar, tiempo o espacio. Al igual que para recibir el prana, el aire que respiramos, no es preciso pedir cita con el Cosmos.
Esta conexión puede hacerse en cualquier lugar, siempre que sepamos percibir, sentir, intuir, en nuestro cuerpo físico, emocional, mental, la presencia de algo que en un primer momento no comprendemos, pero que parece ser una forma diferente de comunicación o relación, que es más sutil, más amorosa y profundamente nutricia y reconciliadora.
Esta comunicación puede hacerse con imágenes, sensaciones, percepciones auditivas o sensorias (estremecimientos por todo el cuerpo, estados febriles, llantos, vibraciones, discreta taquicardia, sensación de frío y calor al mismo tiempo, fuerte sentimiento de estar colmado, alegría, deseos de cantar, impulso de salir abrazando a todas las personas, pulsaciones de compasión por sí mismo y por el prójimo, plenitud de amor por sí mismo, deseos de cambiar la vida, ensanchamiento de la conciencia de sí, del otro y de los acontecimientos de la humanidad o del día-a-día; un darse cuenta de la inmensidad del Universo; una clara visión de quien se es y de lo que estamos haciendo aquí, y mucho más).
De repente podemos pensar, sentir, intuir, constatar que vemos imágenes, escenas, películas, donde estamos en una dimensión diferente, percibiendo músicas, vivenciando emociones más leves, agradables, profundamente conmovedoras.
Antiguamente las religiones creaban espacios especiales donde se daba por supuesto sentir esa conexión.
Iglesias, templos, espacios demarcados a donde íbamos cierto día de la semana (o todos los días, dependiendo de lo que elija cada cual) y durante ese tiempo marcado en el reloj de la Tierra se nos pedía y permitía trascender.
Terminado aquel período, volvíamos a casa y a los quehaceres, “olvidando” un poco las sensaciones que por ventura sentíamos en esos templos.
Pero, recordando un poco a San Francisco de Asís, vamos a percibir que él dejó el templo para vivir junto a la naturaleza. Conversaba con el Sol, con la Luna, a quienes llamaba “hermanos”, con los animales, en fin, con todas las expresiones de las fuerzas divinas.
Creo que esta es una forma, a mi modo de ver, creativa de estar. En presencia del “presente” todos los días, día y noche, noche y día, estar permanentemente conectados, leyendo en los signos, aprendiendo con los movimientos, integrados en el gran ritmo de todos los Universos.
En resumen: ¡nuestro templo puede estar dentro de nosotros! ¡Todo el tiempo!