Ella voló hacia Dios
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 20/01/2015 11:37:49
por Wilson Francisco - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Una clienta me informa de que fabrica cajas de difunto. Y quiere saber qué decir a las personas, en este momento de dolor.
Qué misión/trabajo difícil, el de esta amiga. ¡Ella se siente incómoda ante los que lloran sus seres queridos!
Yo la animo a mantener una conversación amistosa. A ofrecer un cafelito. Éste siempre trae buenos recuerdos, memorias buenas del pasado.
Una tacita de café y su rico aroma subiendo me traen recuerdos de “casos” que mi tío Simón contaba, sentado bajo un frondoso árbol.
Le aconsejo que les diga, con cariño, que la criatura amada no está perdida. Ésta se ha encantado y viaja por el Universo, ha volado hacia Dios. ¡Es una estrella más en el firmamento!
Nada está perdido. El cuerpo está guardado con cariño en ese envase natural que ella ha fabricado, y será entregado a la mano de Dios. Él cuidará de su alma. ¡Ahora y para siempre!
La muerte puede ser diferente. Un amanecer suave y soleado que surge y viaja por el cuerpo, sacando de él el alma.
O bien un anochecer blando, caminando tiernamente por la hierba húmeda y tocando con sencillez los pies, los huesos y la mente, finalizando tu andadura por la Tierra para llevarte al país de los sueños.
Acomodo un sombrero de ala ancha que me protege de la arena y del viento y sigo por un desierto árido en busca de respuestas para este misterio. Yo no temo a la muerte, lidio con la vida y con los sueños.
Investigo todo y a todos, y tengo respuestas y siempre un modo distinto de discernir el misterio del vivir.
La muerte duele. ¡Duele morir! ¡Vivo cada segundo, soñando y anunciando encuentros! Es dulce vivir. Subo y bajo alamedas en busca del perfume del vivir y de la elegancia de la vida.
Ale vivía la intensidad de sus diecisiete años cuando la muerte visitó su cuerpo. En el velorio, ante la consternación de todos, una amiga de la escuela hace un discurso/ofrenda inusitado. ¡Habla de la alegría del vivir! Y en cierto momento lanza besitos hacia donde está la caja con el cuerpo de la amiga.
Su madre, perpleja, indaga: ¿para quién? Ella, sonríe y dice: son para Ale, ¡ella estaba allí, haciéndome un gesto de adiós!
Esta escena no es un espejismo, es real y desmonta, en una fracción de segundo, todo un universo de misterios, teorías y pautas.
En esa escena, la muerte deja la vestimenta fúnebre, encapuchada, con una guadaña en la mano, para vestirse de arlequín e irradiar alegría y el perfume de la eternidad. ¡La muerte no existe! Es tan sólo una transición hacia otra dimensión.
Horacio y María llevaban casados sesenta y cinco años. Ella era una entusiasta de la coral de la Iglesia Metodista que frecuentaba. La levedad que con que había vivido contrastaba con el peso de la dolencia que invadía su cuerpo.
Ingresados los dos, en habitaciones cercanas, surgió el punto muerto. Ellos querían, todos deseábamos que se viesen antes de que tuviesen que partir. Médicos y enfermeras no aceptaban ese encuentro, escrúpulos profesionales.
Un día, de sorpresa, la hija y la nieta toman la camilla y llevan a Horacio al cuarto de la esposa. Ella, como por encanto, sale de la inconsciencia en que estaba sumida, levanta la cara y dice:
Te lo dije, nos marchamos juntos. Yo iré antes, ¡a preparar con Jesús un lugar en el cielo para nosotros dos! Y tierna y cariñosamente lanza besitos hacia él, que llora copiosamente. Todos, pacientes, enfermeras y familiares se emocionan con la escena.
Después de unos días, por la noche, sentí que era llegada la hora de que ella partiese. Le rogué a la acompañante que saliese y estuviese con Horacio. Y mirando los ojos de su alma, dije: Doña María, está todo resuelto y armonizado, por aquí. Usted ha cumplido su misión. ¡Mire! ¡Jesús la está aguardando de brazos abiertos! Ella respiró hondamente.
En el otro cuarto, Horacio notó dolores en el pecho. Esta sensación anuncia que él presintió el desligamiento.
Pedí a la acompañante que permaneciese con Dª María y cantase con ella. La mujer empezó un cántico de alabanza y Dª María abre los ojos, canta con ella hasta la mitad del cántico. Y cierra los ojos, partiendo al Más Allá, ¡cobijándose en los brazos de Jesús!
Hoy, de madrugada, mi mujer me despierta y dice que, finalmente los Espíritus del Bien la llevaron a ver a su madre. Ella está en el Portal de las Flores, una estancia espiritual dirigida por la Madre Kwan Yin, Maestra de la Compasión Universal.
Ella dice que Sofía, Glorita y otros niños estaban allí, atendiendo a su madre, en un amplio salón color de rosa, muy lindo y perfumado. No pudo verla, pero está aliviada y feliz.
¡Amigos! La historia no ha terminado. Tres días más tarde, por la mañana, Horacio dice a su hija: ¡María está esperándome en la plazuela!
Era la señal de que él estaba partiendo también. Y por la noche él se desligó del cuerpo y fue al encuentro de aquella que fue su compañera y fiel escudera durante sesenta y cinco años.
La verdad es que la muerte duele, deja saudades. La ausencia de los dos impacta ojos y corazones. ¡Pero la partida de ambos tuvo sus encantos, magia y poesía!