EMOCIONES A FLOR DE PIEL
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 02/05/2015 09:51:33
por Tania Paupitz - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Todos ya hemos tenido que convivir con la incomodidad del enojo, del miedo, de la envidia, de la impaciencia, de la vergüenza y, principalmente, de la ansiedad. A veces es difícil admitir la presencia de estas emociones y no raramente acabamos convenciéndonos de que los demás son la mayor causa de nuestros descontroles emocionales.
A fin de cuentas, lo que quita nuestra tranquilidad es el tráfico caótico, vecino ruidoso, el conocido que vota en otro partido, la corrupción que estamos vivenciando en los días de hoy, la pareja que no nos hace caso, el amigo que pasa de nosotros, en fin, son tantas las situaciones que nos llevaría mucho tiempo referirlas.
Muchas veces, cuando las personas de nuestra convivencia familiar o social adoptan actitudes que no condicen con nuestras expectativas hacia ellas, podemos sentirnos enojados. Esto nos muestra que cualquier expectativa sobre algo o alguien acaba ciertamente en “decepción”, ocasionando algún tipo de sufrimiento.
¿Cuántas veces la conciencia sabe que la reacción violenta hace daño, pero el sentimiento pide venganza, odio, resquemor, orgullo, egoísmo y vanidad?
¿Cuántas veces los pensamientos y sentimientos entran en conflicto, están en desarmonía?
Una emoción equilibrada transmite paz al alma, así como una emoción exagerada, en los excesos de furia, nos lleva al desequilibrio.
Considero que uno de las claves fundamentales para encontrar el punto de equilibrio en nuestras emociones es tratar de invertir en nuestro proceso de autoconocimiento, puesto que todo cambio se inicia siempre desde dentro hacia fuera. Aprender acerca de nosotros denota cierta forma de madurez, especialmente sobre cómo pensamos, qué sentimos y cómo funcionamos.
Tener conciencia de que somos responsables por nuestras emociones frente a cualquier situación, como el enojo, la impaciencia, la intolerancia, la irritación, nos permite dejar de crear “disculpas” para nuestros comportamientos.
Cesamos de acusar por aquello que sentimos al vecino, al hijo, a la pareja, al gobierno, etc., poniéndonos a menudo en una situación cómoda de víctima. Hay que recordar que ocasionalmente el otro podría ser el “gatillo” que acciona aquella emoción ya presente desde hacía tiempo en nosotros. La situación o la persona en cuestión ha venido sólo a despertar aquello que necesitamos trabajar en nuestro interior.
Creemos erróneamente que el otro es el culpable de la situación, y a menudo juzgamos y condenamos precipitadamente a las personas, cuando en realidad somos nosotros quienes debemos modificar nuestra forma de ser alterando nuestras actitudes, transformando nuestra vida interior. Cuando al fin estemos listos para experimentar el verdadero sentimiento de amor hacia las personas y las cosas de nuestro entorno, atraeremos todo cuanto deseábamos y buscábamos, o sea, la verdadera felicidad, la paz, la serenidad.
Estar en paz con uno mismo significa no permitir que el medio nos envuelva, sino envolver a las personas de nuestro entorno con una atmósfera de serenidad y plenitud.
Las situaciones aparentemente desagradables quedarán suavizadas y tendrán un desenlace más rápido y satisfactorio.