En el ejercicio del amor, practicas alegría o tiranía?
por Rosana Braga em STUM WORLDAtualizado em 24/08/2011 00:34:42
Traducción de Silvana Partucci - [email protected]
Extraña paradoja la que la mayoría de las parejas experimenta: al mismo tiempo que desean sinceramente ser felices y hacer con que la relación resulte, sin darse cuenta van actuando en el sentido de armar una verdadera guerra uno contra el otro. O sea, buscan la alegría, pero por el camino de la tiranía. ¿Resultado? ¡No funciona!
Alegría es resultado de actitudes leves, que incluyen comprensión, ponderación, reflexión, paciencia, capacidad de ponerse en el lugar del otro, aprender a dejar pasar, disculpar, no endurecer tanto, no acusar tanto, mirar para si mismo y buscar un comportamiento más equilibrado… Al paso que la tiranía es la conducta arrogante y prepotente de quien siempre tiene razón y es incapaz de aceptar las diferencias, de concordar que el otro puede pensar y sentir de modo adverso y, aún así, ambos tengan razón. Sus razones.
Claro que muchas personas inmediatamente reaccionan a ese tipo de acusación diciendo que no son así, que no se consideran siempre con la razón. Sin embargo, pregunto: ¿si estás peleando y discutiendo con alguien, qué más estás haciendo que intentando probar que él está equivocado y que tú están en lo cierto? ¡Al final, ésta es la base de cualquier crisis, un discordar del otro!
No estoy queriendo insinuar que en una relación nunca habrá discordancias. Eso es imposible. Lo que propongo es una reflexión sobre cuanto estas son recurrentes y cuanto se han vuelto una manera de ejercitar el amor. Si, porque muchas personas terminan considerando las constantes peleas y discusiones como normales. Y a pesar de sentir el peso de este clima, la tensión y la falta de alegría, continúan presas en esta dinámica enferma y destructiva.
¿Cómo cambiar? ¿Cómo salir de este circulo vicioso? Como para la mayor parte de las preguntas sobre relaciones, comenzaría diciendo que la solución es simple, ¡pero no por eso fácil! Además, por ser tan simple, pero tan profunda y exigir tanta autenticidad, no es realmente nada fácil. Pero es posible y, sobre todo, ¡vale mucho la pena!
Comienza considerando la única verdad sobre relacionarse: es necesario que hagas tu parte y te responsabilices por ser lo mejor que puedas, a cada día. Eso quiere decir que mientras continuas discutiendo, gritando e intentando convencer al otro de que estás con la razón, muy poco va a ayudar y difícilmente van a entenderse!
Para y escucha. Si, escucha lo que el otro te está diciendo. Si no entiendes, pregunta! Interésate por descubrir lo que él está sintiendo, lo que está pidiendo, de lo que siente falta, lo que quiere, cuanto quiere! Ninguna solución puede ser encontrada si nos aves y comprendes exactamente lo que está sucediendo en tu relación.
Y créelo: no se trata de sumisión o de que hagas lo que no quieres. Nos e trata de faltar el respeto o ignorar tus limites. ¡No! Se trata de flexibilizar, crecer, rever conceptos y creencias. ¡Se trata de aprender y evolucionar! Esto es relacionarse de verdad.
Cada vez que te dispones por lo menos a intentarlo (peor intentarlo de verdad, con todo tu corazón) la conciliación, en vez de desgastar apuntando los errores y las limitaciones del otro, estás, de hecho, ¡practicando el ejercicio de amar!