¡En la Luz de nuestro Corazón!
por WebMaster em STUM WORLDAtualizado em 27/06/2013 11:15:46
por Antônio Caldas - [email protected]
Traducción de Teresa - [email protected]
Llamamos ego al fenómeno de nuestra psique que lleva al distanciamiento de uno mismo, del prójimo y de la vida. El fenómeno que hace percibir la vida de forma fragmentada. El ego es fruto de nuestro niño herido. En algún momento nuestro niño no se ha sentido amado, se ha sentido rechazado, excluido, resentido. Y no ha sabido aceptar, comprender, perdonar, trascender ese dolor. El niño no podía, ¡él no sabía!
El niño se ha lastimado, se ha reprimido, y ha ido acumulando este sentimiento, ocultando dentro de sí mismo los dolores, creando un disfraz para actuar en la vida, un disfraz que no dejase traslucir su dolor real. No obstante, allá en lo más hondo, el dolor ha continuado, y de una forma bastante sutil ha ido formando el ego. Y el ego, básicamente, usa dos disfraces: rebelde y pasivo.
El ego rebelde lucha, conquista. Busca el triunfo a toda costa, busca alcanzar la cumbre más alta y no se contenta. Su hambre está de manifiesto, él quiere siempre más, tiene un vacío muy grande, es insaciable. Quiere ser el Rey, el Presidente del Gobierno, quiere ser el Papa, quiere salvar al mundo.
El ego pasivo ha desistido de la vida. No quiere nada. Se hace la víctima de la vida. Busca destruirse, para poder ser ayudado. Se hace el débil. Piensa que colocándose en la postura de víctima de la vida puede conseguir lo que quiere de las otras personas.
Obsérvese que tanto el ego rebelde como el ego pasivo desean atención, necesitan sentirse importantes de algún modo, necesitan sentirse amados como forma de compensar el amor que consideran deberían haber tenido. Lo hacen por caminos diferentes, pero la causa es la misma. El ego rebelde y el ego pasivo están ciegos por el dolor, por la herida que no ha cicatrizado. El ego rebelde no sabe que salvarse a sí mismo ya es todo. Y el ego pasivo no sabe que es capaz de salvarse a sí mismo.
Todos nosotros vivimos, a algún nivel, en estado de ego. De alguna forma, hemos buscado caminos para sentirnos importantes, para ser objeto de atención. Esto impide nuestra real felicidad, vivir nuestro potencial de luz. Nosotros no hemos madurado, no hemos evolucionado desde los dolores de nuestro niño herido. Las heridas aún están ahí, siendo la causa primera de nuestros conflictos, de nuestros sufrimientos.
Cuando entremos en contacto con la luz en nuestro corazón, seremos capaces de conocer nuestros dolores, comprender, aceptar, perdonar, trascender el dolor de la criatura herida. Seremos capaces de empezar a percibir la vida desde otro nivel. En la luz de nuestro corazón, seremos nuestra pureza, nuestra libertad, nuestra inocencia, estaremos abiertos, seremos aprendices en la aventura de la vida. Seremos capaces de conducirnos en una experiencia de vida a partir del alma, de nuestra esencia, de lo que somos. En la luz de nuestro corazón, seremos capaces de conducirnos por un camino de amor y verdad, vivir y experimentar la real felicidad.
Nuestra humanidad ha venido siendo una humanidad de niños heridos y no de niños puros. Por ello hay tanta desigualdad, tanto conflicto, tanto sufrimiento. Las gentes van buscando el amor que no han tenido, en un camino que sólo crea más sufrimiento para sí mismas, para el prójimo, para la humanidad. Sin embargo ya hay luz, ya existen niños puros por ahí, ya existen seres humanos conectados al alma, siendo felices, realizándose, viviendo su potencial de luz, ya hay luces encendidas. Cada vez se encienden más de estas luces en la nueva era y esto es posible en cada uno de nosotros.
Es posible ir conectándonos a nuestra alma, es posible ir convocando nuestro potencial, la luz en nuestro corazón. Si el anhelo existe, es necesario ir eligiendo recorrer el camino del corazón, ir abriéndose a esta realidad más allá y en lo interior. Conocerse a sí mismo, curar las heridas de nuestro niño, rescatar nuestra criatura pura, llena de luz, realizar el encuentro con nuestra luz interior, nuestra alma, nuestro potencial, renacer.
A partir de ese encuentro ir todavía más hondo, alcanzar el centro, el centro en nuestro ser, Dios en nuestro interior, en nuestro corazón. Un ser humano guiado por esta fe, por esta luz, es capaz de crear caminos, de realizar el amor, vivir la real felicidad, vivir el cielo en su propia vida, vivir el cielo aquí y ahora.
Paz y Luz