Menu

Entre dos mundos - Capítulo 4

por WebMaster em STUM WORLD
Atualizado em 16/10/2010 06:43:42


por Márcio Lupion - [email protected]

Traducción de Teresa - [email protected]

Fueron tres largos años de estudios, que comenzaron partiendo de la Biblia, de comprender quién era la figura de un ser que hoy conocemos como Jesús. Intentar comprender qué significa la figura de un Cristo y por qué ese hombre se destacó en la Historia, por qué se sacrificó por un ideal, eso para un joven de veinte y pocos años, surfista, más preocupado por jugar con la vida que en asumir cualquier tipo de responsabilidad, era una reflexión llegada antes del período de la madurez, y ello con el fin de comprender las razones de esos hombres, el San Francisco de la película, y el San Francisco de Asís de verdad, el Jesucristo y el recién descubierto Mahatma Gandhi, para pensar y proceder como hicieron.

Fueron exhaustivos años leyendo biografías y enseñanzas; ese tiempo se iba haciendo cada vez más largo, por la sensación de no hallar en un libro lo que significaban aquellas luces. y más aún, qué sería el sentimiento que habitaba ahora su mente y corazón, un sentimiento de expansión, sin eco ninguno en el mundo; ninguna persona de su entorno estaba interesada en comprender la vida, nadie se preocupaba con la muerte, con la posibilidad de morir en el próximo segundo. Era una sensación de que el tiempo iba a pasar y se iba aplazando para el día siguiente el pensar acerca de las cosas importantes.

Entonces Márcio entró en un proceso de reclusión voluntaria, se encerró en su cuarto y leyó. fueron cuatro libros, al mismo tiempo: el Baghava Gita, Lao Tse, la Biblia, el Corán.

Como investigador buscaba puntos en común entre esos libros, y asimismo la clave que servía de conexión entre todo aquello, que era el amor, un amor incondicional, sin restricciones, comprensivo, un amor totalmente desprovisto de ejemplos. y no encontraba a nadie que sintiese y pensase de esa forma en el mundo.
Era como un vacío, un vacío enorme; la facultad por la noche se convirtió en un enorme televisor, donde en cada clase Márcio se sentaba y solamente miraba para todo. en la mente, en la mirada, buscaba únicamente personas de verdad, lo cual para él, en aquel tiempo, significaba personas amorosas, afectivas, gentiles; no era posible que en la historia del planeta solo existiesen algunos ejemplos de ese tipo de visión, de ese tipo de realidad.

La desesperación fue llegando y los libros ya no le satisfacían.
Y Márcio salió de una clase por la noche, caminó -llorando mucho-, deambuló desde la universidad, en el barrio de Higienópolis, hasta la plaza de San Francisco, donde hay dos iglesias de San Francisco, entró en la iglesia de la derecha, que es la Iglesia de las Llagas de San Francisco de Asís, una iglesia más vacía, ya conocida por él, entró y se arrodilló ante el altar donde había una imagen de Jesús lleno de magulladuras por la crucifixión, con poquísima luz. Bajó la cabeza hasta el suelo y lloró, lloró con una intensidad y desesperación indecibles; parecía que todo el dolor del mundo estuviese en aquella duda de no encontrar a nadie amable, a nadie gentil de veras, que prestase atención al otro.

Entre la película y este momento habían pasado ya casi tres años. Lloró mucho, no apareció nadie, la iglesia estaba vacía, probablemente se acercaba la hora de cerrar. y así, de súbito, cesó el llanto; levantó la cabeza y miró el altar, las lágrimas se estaban secando, aquella imagen tenía un brillo azulado muy próximo al de aquel hombre de la carroza y al de los seres que había visto aquel día; hasta parecía que los ojos de la imagen lo estaban mirando a él. Fue posible percibir vida en la imagen, una vibración luminosa brotando como un halo de humo, que surgía de todo el altar, de cada figura sagrada, de cada detalle en la pared; y el ambiente - de pronto - pasó a ser un ambiente de ensueño, todo vibraba.

El cuerpo se le empezó a adormecer, los pies, las manos, desde la punta de los dedos hacia dentro, obligándole a sentarse; se golpeó las piernas con las manos para intentar hacer pasar esa sensación de adormecimiento, pero ella se fue adueñando de todo el cuerpo, que pasó a vibrar en una intensidad muy fuerte, muy expresiva; y entonces él salió caminando como si estuviese en trance (hoy sé que fue un trance). Caminó desde la Plaza de San Francisco hasta cerca de la calle Martins Fontes, donde había una librería. En aquella época él rebuscaba todos los libros posibles, desde Humberto Holden, hasta libros chinos sobre geomancia, ciencias espirituales y ciencias ocultas. Al entrar, se dirigió a la sección de libros espirituales y pasó la mano por delante de todos los libros. la mano se detuvo en uno que decía: "Ramana Maharishi, el camino del auto-conocimiento", un libro que tenía la imagen de un santo de la India y, por una increíble coincidencia, llevaba una capa de un tono azulado muy parecido a los colores azules que él reconocía y había visto por la ciudad en algunas personas, en las huellas y en los animales, un azul intenso -pero absolutamente luminoso- con algunos matices de blanco.

Compró el libro y con él en las manos, salió caminando por las calles. Llegó a casa, se encerró en la habitación y abrió el libro. como en una sorpresa fantástica, vio que se trataba de la historia de un santo en la India, el sexagésimo cuarto de un linaje de Shiva, linaje de hombres de total pureza, de los hombres que andan semidesnudos, sin ningún tipo de pertenencias, sin ninguna clase de deseos, sin preocupaciones por el futuro y sin memoria alguna de su pasado: hombres que han entregado toda su existencia a Dios, renunciando a cualquier género de acción en el mundo y fuera de él.Ese hombre, llamado Ramana Maharishi, comenzó su vida espiritual a los 18 años y también de una forma inusitada, sin ningún tipo de apelación externa, simplemente sintió que la muerte estaba próxima. Entonces, se sentó en el cuarto, y al notar adormecerse todo su cuerpo, se tendió en el suelo sabiendo que había llegado la hora de su muerte. Por aquella época él tenía entre 16 y 17 años, y apagó su cuerpo entero, entró en un letargo absoluto, sentía su corazón detenerse, pero al mismo tiempo se sentía vivo. y percibió que la vida de su cuerpo dependía de una vida a la cual él nunca había prestado atención; pues era tan solo una sensación de vida, que no dependía del cuerpo, el cuerpo tan solo estaba allí, parado en el suelo del cuarto, inerte, helándose, pero la misma vida que él sentía en el cuerpo estaba allí, presente, observando toda la situación. Y, como en un choque térmico, él simplemente volvió a su cuerpo; se sentó en el suelo y decidió descubrir para qué había venido él a la Tierra, intentando comprender qué vida es esa, en el cuerpo, que independe del propio cuerpo. y más "quién soy yo, qué soy yo".

Entonces, volvió a la escuela y a la familia, ahora en silencio, completamente introspectivo, distante; y esos "apagones" pasaron a ser corrientes, a suceder de forma ocasional, pero muy próximos unos de otros, llegando hasta el punto de parecer que se desmayaba en la escuela; se sentaba en el cuarto y era como si el mundo entero desapareciese.

Hasta que -según esa biografía- un tío le refiere la existencia de un lugar sagrado en la India llamado Shiruia Mavalaia y de una montaña sagrada que se llama Arunachala, la luz en lo alto siempre encendida, en traducción un poco simplista de esas palabras en sánscrito.

Ramana simplemente escribió una carta a su madre diciéndole que se iba de casa para una búsqueda sincera y verdadera; con el dinero de la mensualidad de su escuela compró un billete de tren, rasuró su cabello largo, tiró sus joyas de brahmán al río. Y caminó de forma humilde en dirección a ese templo al sur de la India, cercano a Madrás. viajó, viajó, viajó y se detuvo en la estación anterior; deshaciéndose de sus ropas, caminó desnudo hasta el templo; llegando allí se sentó y entró en meditación; la meditación era tan profunda e intensa que por la noche el celador del templo encontró a aquel niño sentado -desnudo-, y pasó a cuidar de su alimentación e higiene, bañando a este adolescente como si fuese una de las estatuas de Shiva, una de las propias divinidades del templo. Cuando se supo de la existencia de ese niño, éste pasó a ser buscado -cada vez más-, por los peregrinos; sin embargo, cuando él se dio cuenta de que se estaba juntando gente en torno a él, decidió subir a la montaña de Arunachala y entró en la cueva de un tigre. y, milagrosamente, él y el tigre pasaron a habitar juntos la cueva.
El niño vivió en esa cueva durante largos y largos años; un día lo halló su madre y por el mismo tiempo en que su madre lo encontró en esas condiciones, él pasó a ser considerado un santo vivo y varios sabios (en la India se les llama Pangitas, panditis, señores del conocimiento) subían allá arriba para estar con él, para preguntarle sobre la naturaleza de Dios, cómo encontrarlo y como vivir en Él; y Ramana, después llamado Maharishi, (gran vidente, título dado solo a los hombres divinos, también llamados Baghavan), que pasó a ser conocido como Baghavan Ramana Maharishi, simplemente contestó que cuando alguien quiere percibir a Dios o sentir a Dios, primero tiene que descubrir quién es él mismo.

Ramana creó un método, mirar simplemente para el mundo y preguntarse "¿quién soy yo?"

Y ese "quién soy yo" que es la vida que da vida al cuerpo, ese "quién soy yo" viene juntamente con un sentimiento, el sentimiento de "¿para qué sirvo" - "qué estoy haciendo"?

Cuál es la intención de cada palabra, de cada gesto, cuál es la intención de la vida si yo no sé quién soy, ni qué estoy haciendo aquí.

Ese ejercicio espiritual se llama Vishara; el hecho de preguntarnos quiénes somos lleva a un sentimiento, un sentimiento real de ser, de estar presente. Y en ese momento logramos ser y ver qué sentimos respecto de nosotros mismos: si es el ser, o si es el ego, la máscara, el nombre del cuerpo, nuestra identidad personal, aquello a que la sociedad occidental rinde culto, alimenta y cultiva todos los días llamándola personalidad, una fantasía que depende de tiempo, espacio y lugar, y va enlazada a una estabilidad social para mantenerse intacta.

Pero en ese estado, en ese estudio sobre ese hombre sagrado, la situación de Márcio se puso aún peor, porque la visión del Ramana de la realidad, era la visión de una persona que ya había sentido, ya había pasado por la experiencia de qué es Dios, de vivir en Dios y mantener a Dios; esa sensación era muy cercana a ese existir entre dos mundos en que Márcio vivía y donde de repente ya no sentía deseos de hablar con nadie.

El interés de las personas era tan superficial que no sabían si el resultado de la acción sería alegría, tristeza o agonía, era como si las personas viviesen sin responsabilidad alguna por nada, y principalmente, por ellas mismas.

La llegada de Ramana a la vida de Márcio fue decisiva para que él optase por salir del universo social, de la convivencia con las personas, ya no había nadie más interesante, no había nadie que buscase su propia dignidad, ya no había escenario alguno en el mundo que trajese paz alguna, una paz inteligente. Y la paz estaba orientada exactamente en el sentimiento de plenitud que apareció junto al mendigo, con los perros el día de la luz dorada, de la luz en torno a todas las personas, era solamente ese sentimiento lo que Márcio buscaba.

A la búsqueda de un gurú.


estamos online   Facebook   E-mail   Whatsapp

Gostou?   Sim   Não  
starstarstarstarstar Avaliação: 5 | Votos: 1


clube WebMaster é o Apelido que identifica os artigos traduzidos dos Associados ao Clube STUM, bem como outros textos de conteúdo relevante.
Visite o Site do Autor

Saiba mais sobre você!
Descubra sobre STUM WORLD clicando aqui.

Deixe seus comentários:



Veja também

As opiniões expressas no artigo são de responsabilidade do autor. O Site não se responsabiliza por quaisquer prestações de serviços de terceiros.


 


Siga-nos:
                 


© Copyright 2000-2024 SomosTodosUM - O SEU SITE DE AUTOCONHECIMENTO. Todos os direitos reservados. Política de Privacidade - Site Parceiro do UOL Universa